Francisco Parada Walsh
Que sea mi gran amigo y colega Ricardo José Portillo Pérez quien cuente su historia, su duro pasado, su bello presente augurándole el mejor futuro del mundo.
¿A qué edad usted decide estudiar medicina?: Fuí asmático desde los cinco años de edad aproximadamente, visitaba al pediatra Dr. Yúdice Larín, no sé porqué pero ese olor característico del consultorio me gustaba, las visitas al médico para mí eran frecuentes y quizás eso me hizo no tener el miedo común de la mayoría de niños al visitar al doctor. Me gustaba ver los instrumentos que usaba mi pediatra, ver la gabacha blanca. En resumidas cuentas, creo que fue eso y las ideas que mi papá me transmitía sobre como en mi país golpeado los pobres eran los más enfermos y que de alguna forma se tenía que ayudar.
¿Cuáles fueron los mayores obstáculos que tuvo que sortear para lograr su objetivo?: Han sido muchos, la mayoría tienen que ver con lo económico, he visto cómo mis padres se desgastan física y mentalmente por sacar adelante a 3 hijos, ha sido duro salir sólo con dos coras para el pasaje y otras dos coras para un «chori», recoger de centavo en centavo para ajustar y sacar las copias en «la U» pero aún con todo eso creo que los mayores obstáculos han sido muchas más veces mis inseguridades y mis complejos, como dicen «el peor enemigo de uno es uno mismo».
¿Cómo ve la jerarquía profesor-alumno en el hospital?: Tuve muchos maestros, y como todo, por un lado recuerdo a los mejores, a los que más me enseñaron, a los que además de ser buenos maestros son excelentes médicos, muy buenas personas y buenos amigos. Por el otro lado también a los que más recuerdo son a los peores, a los altaneros, a los que se les olvida que también fueron estudiantes, a los que por unos años de diferencia se otorgan el poder de violentar y denigrar al médico en formación, al que se aprovecha de su puesto para sacar ventaja de los subalternos.
Pudo haber escogido otra profesión, o si no hubiera estudiado medicina, ¿Qué fuera de usted?: Pude haber estudiado algo relativamente más fácil o menos complejo, digámoslo así, con menos años de estudio, menos agotador, y con menor contacto social, pero no fuera lo que soy ahora (y no me refiero a mi título), fuera quizás un empleado más o un desempleado más, pero no tuviera el grado de conciencia social que hoy tengo, ni el deseo ni la responsabilidad de servir a mi pueblecito pobre y descalzo como usted lo llama.
¿Cómo ve el problema social de las pandillas en El Salvador?: Bastante complejo, tuve amigos con los que jugaba de pequeño y que al crecer simplemente desaparecieron al entrar a ese mundo y se volvieron «los más buscados», con esas experiencias creo que hay muchos factores que juegan en contra de los jóvenes de hoy, la desintegración familiar, la falta de fe, la cultura de violencia heredada por añales en este pobre país, la pobreza que trae consigo la falta de oportunidades para la gran mayoría de «bichos» de las escuelas (no de los colegios, sino de las escuelas).
¿Cómo ve el poco interés de los jóvenes en los problemas de El Salvador?: El sistema ha creado burbujas para cada joven, burbujas construidas fuertemente con los pedazos de una estructura social rota, intencionalmente rota. Nos tienen atrapados en esa burbuja de ignorancia, de conformismo, de indiferencia, de apatía, de reggeton y “callcenterismo”; de no ver más allá, de ver lo que quieren que veamos y no observar, de oír lo que quieren que oigamos y no escuchar, de hablar y repetir lo que quieren que repitamos y no pensar. Es como un chip de desinterés instalado por los ricos a su conveniencia.
¿Qué piensa de los desproporcionados gastos en diferentes instituciones del Estado y tenemos unidades de salud sin medicinas?: Después de un día de trabajo en la «clínica», como le dice la gente de aquí del cantón, y tener la oportunidad de entrar en contacto con mi gente (contacto que dura 10 minutos o menos dependiendo de la demanda, que no baja de 30-40 pacientes al día) me doy cuenta de lo mucho que tengo y de lo mucho más que los ricos de este país tienen. Es algo sumamente desproporcionado, inimaginable, inconcebible, hasta irracional, pensar que somos iguales, que todos nacemos «chulones», que el rico y el pobre igual son engendrados en una panza, pero que desde allí la oportunidad de vivir es 100% para el rico, y 1% para el pobre y que ya afuera viviendo en este territorio de patria chiquita mía, ese rico va a comerse el plato entero y la mitad del plato del pobre… Me indigna, me frustra, me encachimba, eso no se piensa, eso se siente. Hay demasiada desigualdad en este país, lo peor es que ya nos acostumbramos a eso, a “Lo que Dios me da»; ¿Que le impresionó más de la comunidad durante su servicio social?: La forma de vivir del pobre, tanto económica como mentalmente, estando en un lugar que aun pertenece a El Salvador siento que estoy fuera de él, tanto por el clima (totalmente diferente al de la capital), como por el modo de vivir de la gente, esa micro atmósfera social impenetrable para los ajenos al lugar que se combina con pobreza más que económica, pobreza mental, que propicia un estancamiento en el paso del tiempo y comportamientos, porque no decirlo, arcaicos. Es un lugar olvidado, donde el salvadoreño viene a «acampar» dos días y regresa a su mundo, pero el que vive aquí, está allí sentado, viendo pasar el día a día, con un suéter y una bufanda puesta, al nativo no le alegra el frio, no le alegran las campañas políticas, no le alegran las elecciones, no le alegran los partidos de futbol internacionales, no le alegra el futuro, porque sabe que hacia el pasado o hacia el futuro siempre va a ver lo mismo: un plato frio de frijoles con repollo y una tortilla. Eso me impresiona.
¿Cómo se ve en enero?: Satisfecho, por un logro alcanzado, inquieto, por querer alcanzar más. Definitivamente, el futuro es incierto, quisiera decir más sobre mi futuro pero no tengo más, sólo sé que falta aún más por caminar y por dar.
¿Cuál es su más grande sueño?: Dejar un legado en las mentes y corazones de un par de salvadoreños, poder hacer con mis manos y mis conocimientos algo mejor que lo que tienen algunos hoy. Suena idealista pero siempre he pensado en eso. Ahora desde el punto de vista personal, quiero tener familia, disfrutar de ella y llegar a viejo.
¿Cuál es su mayor pesadilla?: Tener que vender mis ideales para poder vivir, que de la traición a mí mismo dependa mi vida y que en ese momento en el que tenga que decidir prefiera mejor vivir a morir siendo fiel a mis ideales. También suena idealista, pero creo que ya existen bastantes «lame culos» en este país, talvez me doy a entender.
¿Dónde entra la política en la formación de un médico y como hacerla funcionar para los más desprotegidos?: Recuerdo que mi maestro de cuarto grado nos explicó que la política era el conjunto de reglas que marcaban la conducta de una institución o de una persona en particular, es decir, que cada persona tenia, dependiendo de sus ideas y de la forma en que creía hacer de la manera correcta las cosas, su propia política, eso mismo se convertía entonces en su política. Partiendo de eso creo que, durante la formación académica del médico se inculca teóricamente el buscar el bien para las personas, en este caso el paciente, sin embargo es en el contacto con esa misma gente lo que forma o debería de formar, más que en otras profesiones (quizás porque es una de las profesiones que más contacto tiene con la realidad dela gente) una política personal de la búsqueda del bienestar de las demás personas, esto no sólo implica la salud física de las mismas.
¿Cómo decide hacer su servicio social en uno de los lugares más bellos pero más remotos?: Cuando era niño mi papá nos trajo a pasear con toda la familia a La Palma en varias ocasiones, el lugar me parecía de los mejores que conocía hasta entonces y aun me lo sigue pareciendo, el clima fue de lo que más me llamó la atención. Años después al saber que había gente viviendo en el lugar más alto del país (a 1755 msnm si no me equivoco), me pregunté en una ocasión que visité «El Pital» si hay gente ¿habrá unidades de salud?: De allí más o menos me nació la idea. No conocía esta montaña, la pisé un día antes de iniciar mi servicio social, las cuatro horas de camino me parecieron cada vez más cortas al sentir la satisfacción de estar en uno de los lugares más bellos de la patria chiquita mía, sin embargo uno de los más enfermos, más pobres y más maltratados por el olvido: Las Pilas.