Cuando Hernán Cortés y sus hombres conquistaron Tenochtitlán, la capital del imperio azteca, quedaron horrorizados al ver una gigantesca estructura a la que los mexicanos llamaban Tzompantli.
Se trataba de un enorme altar donde había centenares de cráneos humanos. Pues bien, el pasado año, un equipo de arqueólogos encontró una parte de ese altar con los restos de una especie de torre, donde estaban incrustadas unas 650 calaveras. Muchas de ellas, de mujeres y niños.
Pero, ahora, investigadores descubrieron que ese enorme altar integraba una estructura mucho más grande. Y es que los arqueólogos hallaron los restos de un gran muro construido también con cráneos humanos, el cual tenía unos 35 metros de longitud, el equivalente a una cancha de baloncesto.