Siempre he creído en el Estado, la Sociedad y la familia, pero sobre todo el Estado y la Sociedad están en deuda con los jóvenes de este país; sin embargo a veces, algunos miembros de esta sociedad culpabilizan a los jóvenes de la crisis de violencia que vivimos y del gran descontrol nacional.
Haciendo memoria, cuando los asesores del Ejecutivo sugirieron las manos duras, yo opino que todo empeoró; los jóvenes que no encontraban refugio en sus familias ni en las instituciones del Estado, se obligaron a buscar “refugio” en otro lado; aparece para ellos el crimen organizado y los grupos consumidores de “sustancias” y aquellos que las comercian. De esa manera, se distorsionó todo intento de proveerles auxilio institucional y aquel proveniente de agentes solidarios y benefactores privados.
Existen aún, y se siguen desarrollando estudios y análisis de corte psicosocioantropológicos, pero muy dispersos y sin una estructura sólida para la coordinación, de tal manera que el éxito poco se visualiza.
Además, en otras ocasiones he mencionado, y repito, es necesario un financiamiento amplio, dirigido a la familia; y ofertas atractivas para los que están fuera de la ley, regresen.
La violencia institucional cuando sea necesaria, se aplicará de manera muy selectiva, mientras, respetar los derechos humanos de los con cuello blanco y aquellos que no lo tengan. Los estudios de investigaciones psicosociales realizados en otros países y desarrollados por expertos epidemiólogos, verdaderos científicos, han encontrado que las familias y/o sociedades desintegradas o mal conformadas son proclives a desarrollar síntomas psíquicos y comportamientos que se apartan de las normas establecidas por la sociedad en tiempos normales.
Las guerras, las migraciones masivas, las catástrofes naturales son eventos que desestabilizan a la familia o lo que exista de ella. Nos referimos a que con frecuencia en las familias salvadoreñas falta el padre o la madre; pero están los hijos que vivirán ese impacto psicológico en cualquiera de los dos casos. Esto afectará en grado menor o mayor dependiendo de la edad del infante.
La Dra. Beatrice de Carrillo, en un artículo aparecido en un medio escrito se refería a “Una Sociedad Enferma”, hace un análisis no tan jurídico, a pesar de que la jurisprudencia es su profesión, su posición es más como humanista y sobretodo solidaria y realista sobre el sufrimiento de la familia salvadoreña.
En un foro que asistí hace algún tiempo hubo ponencias interesantes y sobre todo algunas que contenían informaciones que deberían de considerarse como denuncias, pues se trataba de instituciones especiales para la protección de los y las niñas y adolescentes en aspectos integrales. Hubo informaciones según recuerdo en los aspectos psicológicos que solo se estaban cubriendo en ese ente estatal el 35% de la población total. Otras necesidades, con el escaso presupuesto tampoco podían cubrirlas.
Cuando escuchamos a analistas políticos y otros comunicadores sociales en relación a la situación de la crisis nacional en la familia salvadoreña, expresan que es por falta de valores” estos se han perdido”, dicen. Quizá mejor decir que los valores que han existido se han ido transformando en algunos sectores de la sociedad, por ejemplo, la honestidad y honradez han cambiado a lo contrario. La valentía a la cobardía. La transparencia cambia lo turbio. Lo verdadero a lo falso. La sensibilidad y solidaridad a la indiferencia; lo justo a lo injusto, etc.
¿Porque sucede esto? La respuesta puede ser múltiple y de orden sociocultural, económico y político. “el tengo mucho me hace sentirme más importante frente a los demás, que si tengo poco”. Si viajo en un automóvil último modelo, es signo de éxito y me aprecian y respetan más”. La publicidad consumista promueve valores falsos y empuja a la gente poco segura de sí misma a embarcarse en obtener cosas que más tarde no podrá pagar. Todo eso ha influido para la inversión de los valores.
De tal manera que cuando estas condiciones ansiadas y aspiradas no se cumplen, la persona sufre una frustración. Obviamente, la frustración en esos casos es por la no obtención de objetos o condiciones que a veces no forman parte de las necesidades básicas. En estas personas se producirá tristeza, inseguridad y la persona busca la manera de satisfacer esa aspiración, aun comprometiendo su seguridad y violando normas de buenas costumbres, de honradez llegando hasta delinquir.
En otros sectores poblacionales de grupos excluidos o marginados de manera crónica, la frustración produce una serie de reacciones como tristeza, cólera, baja autoestima, depresión. Su condición de persona con claridad de valores, luchará por conseguir una mejor situación, superándose y realizando actos lícitos para lograrlo.
Es así como no toda la gente que sufre frustraciones genera conductas anormales o que se enferme. Hay así personas que tiene baja tolerancia a la frustración y otras que les lleva a redoblar el esfuerzo para superar su condición de excluido, sin cometer actos que riñan con la ética y la honradez. (la facultad de ser tolerante se aprende en la familia y se fortalece en la escuela, si el profesor la practica).
Volviendo al tema relativo a los jóvenes infractores y las penas, hay que enmarcar estos hechos en su nacimiento, su crecimiento y su desarrollo como jóvenes, lo que se da en una sociedad en crisis por desintegración familiar y social, pero esta crisis no afecta solo a los jóvenes; afecta también a los adultos, los padres, la familia entera, y puede ser que en un momento dado las figuras paternas o maternas no sean las mejores para que se efectué la identificación con el progenitor del mismo sexo.
Aclaramos, esta identificación es un mecanismo de defensa psicológico normal por el que pasan todos los niños y niñas; al no gustarles esas figuras o imágenes cercanas, escogen otras de su entorno familiar o social, y a veces esas pueden ser peores que las de los padres, pero en esa ansiedad y búsqueda de figuras” para imitarlas”, “las muestras que ofrece nuestra sociedad hoy día son valores tergiversados, no son los mejores ejemplos para los adolescentes que buscan la identificación y toman los equivocados, lo que los llevará a cometer actos delictivos al tomar figuras del amplio espectro delictual de los adultos, que deambulan impunemente por los caminos de la débil y desigual justicia salvadoreña.
Siendo así, obliga a replantearse la responsabilidad de los jóvenes en sus diversas conductas, expresión de confusión de valores y búsqueda de identidad y pertenencia.
Los críticos y políticos y otros profesionales de la comunicación, deben reconocer que los patrones culturales de “bien y del mal” en una sociedad, evolucionan, no son estáticos. Con frecuencia, la sociedad obliga a mantener formas o estilos de vida caducos, no tal vez de moda, pero si vigentes. Hoy día, las distancias ya no son obstáculo para conocer lo que sucede en otras civilizaciones. La velocidad y las comunicaciones se encargan de poner al día a los individuos de lo que acontece en otras latitudes del planeta.
Además, tomemos en cuenta que hoy día, tanto jóvenes como adultos – por los motivos anteriormente citados y otros- a pesar de la educación en la que nos hemos criado, pensamos mejor que antes, y hay decisiones que no deberían tomarse como transgresión a las normas establecidas (por ejemplo tatuarse: esta acción puede ser interpretada de muchas maneras, pero no da derecho a que alguien, por ese sólo hecho deba de concluir que es un signo de delito.
En una publicación no muy reciente el Dr. Donald West (eminente miembro del Instituto de Criminología de Cambridge) dice: “estudiando las teorías psicoanalíticas acerca de los orígenes de carácter antisocial, las pruebas que hasta ahora tenemos sugieren que los rasgos innatos, constitutivos, pueden predisponer a ciertos individuos al comportamiento delictivo”.
Pero, muchos psicólogos, particularmente los de la escuela psicoanalítica, creen que los rasgos distintivos más importantes del carácter criminal, derivan de atributos de la personalidad adquiridos, o por lo menos acentuados, mediante una temprana educación en el hogar. Por ejemplo, sea cual fuere la explicación, para ser que los hijos de padres crueles, de mal carácter, son propensos a desarrollar indeseables rasgos agresivos.
Este género de información podría suministrar un nexo con algunos hallazgos si pudiera mostrarse que la propensión delictiva de ciertos grupos o culturas era debida a sus peculiares prácticas pedagógicas. Las teorías psicodinámicas, que interpretan el carácter humano como el resultado de un conflicto de sentimientos, poseen un intenso atractivo popular. Todo el mundo puede entender unas teorías acerca de la agresión nacida del temor, de la hostilidad debida a la anticipación o al rechazo, porque, en cierto grado, todos nosotros lo hemos experimentado en carne propia. Sin embargo, para los fines científicos, la convicción no es ningún sustitutivo de la verificación objetiva”.
*Primera parte