(Por: Francisco Parada Walsh)
Para tus orejitas, come tu zacatito, conejo mío, conejo mío. Triste están los campos desde que tú te fuiste pero yo estoy alegre conejo mío porque te canto porque te canto”. Pareciera que El Pinochini de América se ha vuelto susceptible, delicado, es un país ensangrentado no sólo por la violencia sino que El Salvador de qué está en sus días, las hormonas se le han alborotado y no se le puede debe decir nada porque entra en perra cólera, llora, grita desaforadamente, la ira se refleja en su rostro.
¿Tan intolerantes somos como sociedad?:
Lo somos y lo seguiremos siendo, cualquier cosa ofende, somos delicados de mentiras y mentirosos de verdad. Recientemente leía sobre la generación comprometida de escritores, poetas y tantos genios pero me llama profundamente la atención que para comprometerme con y por un mejor país sólo siendo poeta o escritor lo lograré; cuando se entienda que sea el gran empresario, el humilde empleado, el motorista de bus, el profesional y cuanto salvadoreño exista y viva dentro o fuera del país tiene un compromiso, no esperemos a que sea la generación comprometida sino la sociedad comprometida porque si después de cantar “Salta mi conejito”, algo bello, mágico e infantil nos toca balbucear “Las estatuas de marfil son aquí son allá, una dos y un millón” no debemos de quejarnos por ser una sociedad cobarde, miedosa, desnuda.
Me causa tristeza vivir en carne propia la delicadeza en que vive un salvadoreño, casi se vive y se muere en una burbuja sea pobre, sea rico; sea de un partido político o de otro; todos queremos soluciones sin aportar nada, todos queremos dinero sin trabajar, todos queremos vivir en paz cuando cantamos himnos de guerra; todos queremos luces navideñas cuando vivimos en uno de los peores oscurantismos imaginables.
Tenemos grandes escritores pero es preferible ser “Light”, “Al suave” que ser crítico, que ser comprometido; vivimos en un coliseo romano-salvadoreño donde cada día diez o veinte personas son tiradas a la arena del coliseo para morir, usted y yo somos los espectadores y pareciera que disfrutamos del dantesco espectáculo, no hacemos nada, nada, nada.
Recientemente se me clavó en mi atrofiado cerebro este párrafo que dice mucho de ese “Salta mi conejito” que todos llevamos dentro, es un artículo traído a este presente ausente por el gran jurista José María Méndez de un libro cuyo coordinador es Oscar Martínez Peñate, prolífico escritor latinoamericano cuya obra se llama “El Salvador Historia General”: Esta zona fue visitada por Monseñor Pedro Cortez y Larraz al hacer en tiempos de la colonia un recorrido por la provincia de San Salvador. Sobre ese viaje y en referencia a la condición de los indios escribió: “Supongo que estos indios son dignos de compasión entre cuantas criaturas racionales se han visto.
Pero la compasión que muchos les tienen es “Con reticencias” muy diversas. Unos los compadecen por ser el oprobio de todos; otros, porque siendo ellos los que más trabajan, nunca salen de sus necesidades y miserias; desnudos, mal comidos, durmiendo en el suelo, cargados por los caminos, sin ser dueños de cosa alguna, azotados frecuentemente en las picotas. Otros los compadecen por verlos tan humildes con las manos plegadas; postrados en tierra presentan sus memoriales de rodillas, besando a veces, los pies de sus superiores; y otros por fin, por motivos semejantes”. Cantar “Salta mi conejito” y volvernos “estatuas de marfil” está plasmado en los renglones anteriores, muchos salvadoreños apenas conocen la realidad del área rural y eso de trabajar como burro, vestir apenas chirajos, desayunar un güisquil chuponeado con tortilla es una dura realidad, eso sucede en ese El Salvador olvidado y recordado solo para campañas electorales.
Ayer vino el ministro de justicia a dar un donativo (Nada es regalado) para iniciar un proyecto de un polideportivo en el cantón Las Pilas. Pareciera que Las Pilas no existía, se tardaron diez años para venir a conocer tantas necesidades pero ¡Cuidado!, no se vayan a ofender, mejor canto: “Muere mi conejito, fuma tu marihuana”.