(Por: Frei Betto)
Me encontraba en Italia cuando un edificio de Roma, en la Vía Santa Croce, ocupado por 450 personas, entre ellas un centenar de niños, se quedó varios días a oscuras debido a una deuda de 300 mil euros con la empresa eléctrica. No obstante, volvió a tener luz gracias a las habilidades de electricista del cardenal Konrad Krajewski. Este simplemente entró al sótano del edificio donde se encuentra la toma eléctrica, quitó los lacres y la puso a funcionar.
Perrini, uno de los ocupantes, contó: “El cardenal, que ya había sido nuestro huésped, porque viene a cuidar de los ancianos, los enfermos y los niños que viven aquí, llegó el sábado por la tarde, alrededor de las 5 p.m., a bordo de una camioneta llena de regalos para los niños. Sabía que estábamos sin electricidad desde hacía tres días. Así que llegó, llamó por teléfono a Acea (la empresa eléctrica) y a la alcaldía de Roma para pedir que reconectaran la electricidad a las 8 p.m. y, que de no hacerlo, él mismo la reconectaría.
Alrededor de las 8: 15, el cardenal volvió, nos explicó que sabía de energía eléctrica porque, antes de ser padre, en Polonia, había trabajado en el sector, y llamó de nuevo a las autoridades municipales para manifestarles su intención. Después entró en el sótano donde queda nuestra instalación eléctrica, hizo algunas maniobras, como se dice en la jerga eléctrica, y volvió la luz. Yo realmente no sé cómo lo hizo, pero lo hizo.” El ministro Salvini, que está al mando de la política italiana, se encolerizó por el atrevimiento del cardenal y declaró que “ahora debe pagar las cuentas atrasadas”.
Krajewski, por su parte, declaró: “Intervine personalmente para reconectar los relojes. Fue un gesto desesperado. Había más de 400 personas sin electricidad, con familias, niños, sin siquiera la posibilidad de mantener los refrigeradores funcionando”.
El cardenal polaco, de 55 años, es el principal asesor del Papa Francisco en el tema de la atención a los pobres. Cedió su apartamento en Roma para alojar a una familia refugiada de Siria y se fue a dormir a la habitación que le sirve de oficina.
Por las noches, recorre la capital italiana conduciendo un camión repleto de alimentos, ropas y mantas para distribuirlos entre las personas que duermen a la intemperie. Fue él quien se encargó de mandar a construir, por orden del Papa, instalaciones sanitarias, incluidas duchas y barberías, para uso de los mendigos que deambulan alrededor del Vaticano con la esperanza de recibir algún dinero de peregrinos y turistas.
En la conferencia que pronuncié sobre la coyuntura política brasileña junto a Jessé de Souza en la Universidad Lumsa, en el Vaticano, me preguntaron qué me parecía la actitud del cardenal. Respondí que no encontraba nada de extraño en el hecho de que un cardenal, discípulo de un carpintero palestino, fuera electricista. Extraños son los cardenales que se consideran príncipes, viven en palacios y gastan fortunas en sus ropajes eclesiásticos.
La institución cardenalicia es una herencia del Imperio Romano, no tiene su fundamento en la comunidad apostólica creada por Jesús. Siempre me pregunto si fue la Iglesia la que convirtió a Constantino en el siglo IV o si fue el emperador quien convirtió a la Iglesia en una institución monárquica que, a lo largo de la historia, muchas veces ha cambiado su servicio evangélico por la pompa del poder. El emperador les otorgaba el título de cardinalis a generales y prefectos pretorianos. Los cardenales son los senadores de la Iglesia, y su función es elegir y asesorar al Papa. Hasta el siglo XII el Papa era electo por el clero y los fieles de Roma.
El color predominante de los trajes cardenalicios es el rojo, también usado otrora por los senadores romanos. En la Iglesia, simboliza la disposición a derramar la propia sangre en defensa de los valores evangélicos. Pero no todos los cardenales se muestran dispuestos a seguir el camino de Jesús como lo hizo el cardenal Paulo Evaristo Arns, arzobispo de Sao Paulo, quien asumió sin temor la defensa de las víctimas de la dictadura entre los años 1969 y 1985.
Muchos prefieren las pompas imperiales a las sandalias de los pescadores. Por eso se oponen abiertamente a las reformas del Papa Francisco, empeñado en desclericalizar la Iglesia y librarla de la corrupción sexual y financiera.