(Por: Salvador Jara Guerrero)
Sabemos que el sol no será eterno y que tampoco lo será nuestro planeta, pero cuando reflexionamos acerca de la destrucción de la selva amazónica, del enorme número de especies en extinción o sobre la irracional violencia en que vivimos, es inevitable pregunta: ¿Cuánto tiempo nos queda a la especie humana? De acuerdo con las teorías científicas sabemos que el Big Bang ocurrió hace 15 mil millones de años, que el Sol se encuentra a la mitad de su vida más o menos y que le quedan unos cinco mil millones de años para apagarse.
Entonces quizá no sea esa nuestra preocupación más importante. Nuestro planeta tampoco parece haber llegado a la vejez, a pesar de que es contemporáneo del Sol y tiene alrededor de cuatro mil 500 millones de años. La Tierra morirá con el Sol, que aumentará su luminosidad y sobrecalentará el planeta haciendo que los mares se evaporen en unos mil millones años. En dos mil millones de años ya no habrá vida en el planeta y en cinco mil millones de años el Sol se convertirá en una gigante roja que arrastrará con su expansión al sistema solar. Pero no vale la pena preocuparnos por ello en este momento.
Nuestro universo tiene 100 mil millones de galaxias y cada galaxia 100 mil millones de estrellas. Una persona tiene más de 100 mil cabellos, así que el número de galaxias y el número de estrellas de cada galaxia es el mismo que los cabellos de ¡un millón de personas! Si hay tantas galaxias y tantas estrellas, seguro hay muchos planetas, y podemos asegurar con bastante certeza que varios de ellos son como el nuestro.
En 1960 el astrónomo Frank Drake formuló una ecuación para determinar con mayor rigor la probabilidad de vida extraterrestre, tomando en consideración los conocimientos disponibles acerca del universo. Los resultados más optimistas (calculados por Carl Sagan) indican la existencia de un millón de civilizaciones en nuestra galaxia (¡si!, un millón), y los cálculos pesimistas (realizados por Frank Tipler) indican la existencia de menos de una civilización por galaxia.
Aun este número pesimista da como resultado 100 mil millones de civilizaciones en el universo. Y entonces ¡¿dónde están?! Así que hay una probabilidad muy alta de que existan condiciones de vida como la terrestre en muchos sitios. Pero no parece haber vida inteligente con desarrollo suficiente para contactarnos, la única conclusión posible es que el desarrollo de una civilización más avanzada que la nuestra es muy difícil.
No basta que se den las condiciones para que la vida exista; se requiere además que surja y que se desarrolle, y estos dos eventos enfrentan enormes obstáculos, barreras muy difíciles de franquear. Si no observamos ni rastros de vida inteligente fuera del planeta significa que, en la inmensa mayoría de los casos, hay por lo menos un gran obstáculo que no le ha permitido surgir o evolucionar suficientemente para dar lugar a seres inteligentes con gran desarrollo. A ese obstáculo enorme se le ha denominado el Gran Filtro. Si existe un gran número de planetas en los que hay posibilidades de que se genere vida, entonces el Gran Filtro puede estar en los inicios de la vida misma: la propia generación de la primera célula puede ser un evento casi imposible si pensamos que tuvieron que pasar casi mil millones años desde la formación de la Tierra hasta la aparición de la vida.
Dada la experiencia de violencia y armamentismo en nuestra evolución terrestre no es descabellado pensar que han existido civilizaciones con un desarrollo como el nuestro, o muy parecido, y que el mal uso de sus tecnologías haya llevado a la autodestrucción. Ese pudiera ser también el Gran Filtro del futuro. Otro, igualmente pesimista, pudiera ser la destrucción del medio ambiente, a tal grado que desapareciera la vida inteligente para nunca más volver.
La vida terrestre inteligente se está acercando a un Gran Filtro, franquearlo significa salvar el medio ambiente en el sentido de que podamos seguir usándolo para mantenernos vivos, y es urgente disminuir la violencia. Nunca acabaremos con el medio ambiente, nosotros moriremos primero si lo agotamos; la segunda opción es una muerte más rápida: aniquilarnos.