Detengamos el holocausto del planeta

(Por: Eduardo Montes de Oca)

Con el perdón de los autores de la concepción materialista de la historia, a veces uno trastabilla en sus convicciones para refugiarse en la nietzscheana visión del “eterno retorno” –nada nuevo habría bajo el Sol-. Sobre todo al enterarse de que hace 252 millones de años ocurrió la mayor calamidad jamás sufrida por la existencia en la Tierra, y la causa fundamental, encontrada por peritos estadounidenses, radicó en… un repentino ¡calentamiento global!, de 10 grados centígrados. Sí, hace esa friolera de tiempo perecieron el 96 por ciento de las especies marinas y más de dos tercios de las terrestres.

“Fue un gran evento. Fue la peor extinción en los últimos 500 millones de años de la vida en el planeta”, dijo a The Guardian, conforme a la AP, Curtis Deutsch, coautor de la investigación. Su equipo utilizó registros paleoceanográficos para analizar variaciones en el metabolismo animal, la situación del océano y el clima.

“Nuestra actividad humana está inmersa en un mundo limitado y de limitada resiliencia. Los recursos naturales de nuestro planeta son finitos, lo único carente de límites es la basura que generamos. Los océanos no fueron concebidos para absorber plásticos y residuos contaminantes. Continuamos despilfarrando y contaminando el ciclo del agua dulce, sobreexplotando y desecando los acuíferos. La huella hídrica , indicador o cálculo integral de la gestión del agua dulce, concepto creado por el investigador holandés Arjen Hoekstra, cifra [indica] que detrás de un pantalón vaquero se esconden 10.000 litros de agua desde su ciclo primario del algodón. Añadamos que la ropa es uno de los materiales más difíciles de reciclar por sus tintes contaminantes. La huella hídrica que se cifra para un filete de vacuno de 1 kg esconde 13 000 litros de agua, desde la creación del cereal forraje hasta su expedición en la carnicería. Peor lo pone la cabaña mundial de vacuno, responsable mayoritario de expeler metano a la atmósfera (flatulencias), un potente gas de efecto invernadero”.

El dogma principal

Precisamente el consumismo, que en palabras del articulista citado integra la cultura presente y es aceptado como único y supremo patrón económico generalizado. Pero el globo no está configurado, acota, para este maremagno. Todo proceso productivo, industrial, alimentario, de servicios y de ocio acaba suscitando, en algún momento, GEI (CO2, CH4). Como apunta el libro La Sexta Extinción: El futuro de la vida y la humanidad (1997, Metatemas), de Richard Leakey y R. Lewin, aludido por el comentarista, “si toda la población mundial desarrollada adoptase la ostentosa presión urbanística de poseer vivienda unifamiliar independiente, con su garaje adosado y su amplio césped, entonces, qué reducto de hábitat y ecosistemas naturales les iba a quedar al resto de la biota”.

Por ello se proponen paradigmas al margen del neoliberalismo -“tan valedor del consumismo y la rentabilidad inmediata y que tanto esquilma [a] nuestro planeta”-: la Economía del Bien Común, la Colaborativa y la del Decrecimiento, todas en favor de la sostenibilidad, más grandes “pecadoras”, porque se dirigen contra los mercados, y reciben muy difícil aceptación de nuestros propios egos. “Cómo explicas que la economía del Decrecimiento consiste en que trabajes bastante menos horas, pero reduciendo considerablemente tu salario. Nadie va a tolerar que se interfiera en sus actuales comodidades, caprichos y ostentaciones”, clama, apasionado, el colaborador de Rebelión. “Nosotros triunfamos sobre nuestros primos hermanos, los conformistas Neandertales, porque fuimos más osados; nuestro arrojo nos llevó a atar unos troncos y echarse a la mar sin vislumbrar tierra, y colonizamos el planeta. Hoy continuamos con ese peculiar gen de la temeridad y la osadía, el de no querer reflexionar”.

Asimismo, escribe que “a lo largo de la historia de la vida en la Tierra ha habido cinco grandes extinciones masivas, la más reciente hace 65 millones de años, cuando el impacto de un asteroide se llevó por delante al género sauro en un brevísimo lapso […], junto a otras especies, marcando, así, la conclusión del Cretácico. Ahora, la pregunta es si el Homo sapiens liderará la Sexta Extinción sin la ayuda de cuerpos extraños venidos del espacio exterior”.

“Esto no quiere decir que el desastre ocurra al día siguiente. Significa que, si no se controla, el ciclo del carbono se movería hacia un ámbito que ya no sería estable, y se comportaría de una manera difícil de predecir”, asegura el conocedor. Insiste, eso sí, en que en el pasado geológico, este tipo de comportamiento estuvo asociado con la extinción masiva. Por cierto, cada una de las cinco ocurridas en los últimos 540 millones de años tuvo lugar cuando se cruzó el “umbral de cambio catastrófico”.

¿Se salvará el género?

Al menos, se está realizando una serie de pesquisas para evitar la proliferación de los GEI, cuyos más terribles efectos se prevé comenzarían a la altura de 2040 y se desdoblarían en colosales escasez de alimentos, incendios forestales, inundaciones en las costas y desplazamientos poblacionales… Las indistintamente aplaudidas y criticadas, por pálidas, conferencias de las Naciones Unidas sobre el CC constituyen otras de las medidas. A las que se suma, por ejemplo, la experiencia como de ciencia ficción con que la Universidad de Harvard (EUA) busca desarrollar una polémica forma de reducir la “fiebre” del medioambiente. El colectivo a cargo planea para 2019 el “Experimento de perturbación estratosférica controlada”, o SCoPEx -como lo llaman en inglés-, el cual podría contribuir a desarrollar una técnica que permita disminuir la luz solar que nos baña. Se pretende idear un escudo de partículas protectoras que hagan rebotar la radiación de nuevo hacia el espacio, lo que sería como polarizar el vidrio de un auto o untarse bloqueador para ir a la playa, pero en extensiones inmensurables.

Lanzarán un aeróstato que se elevará unos 20 kilómetros, con una carga macerada de carbonato de calcio, mineral muy común, empleado en productos tales cemento, dentífricos, mezclas para tortas, o pastillas para calmar la indigestión. “Una vez el globo esté en su lugar, esparcirá el polvo en la atmósfera para crear una ‘masa de aire perturbada’, que alcanzaría alrededor de un kilómetro de largo, según explican los científicos de Harvard”. Teóricamente, esto “les permitirá observar los cambios en la composición química de la atmósfera y cómo afecta a la dispersión de la luz”. La revista Nature refiere que con esta modalidad se reducirían cerca de 1.5ºC.

Sin embargo, también anida la prevención sobre la efectividad y la conveniencia de lo dispuesto. “Ensombrecer el planeta lo mantiene más fresco, lo cual ayuda a que las cosechas crezcan mejor. Pero las plantas también necesitan la luz del sol para crecer, así que bloquearles la luz solar puede afectar su crecimiento”, explicó recientemente Jonathan Proctor, del Departamento de Agricultura de la Universidad de California, en Berkeley. “Para la agricultura, los impactos no deseados de la geoingeniería solar son iguales en magnitud a los beneficios”, sentenció. Otro de los peligros es que se alteren los patrones de lluvia, lo cual acarrearía más sequías en algunas regiones.

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