Un manicomio llamado El Salvador

(Por: Francisco Parada Walsh)

Soy paciente psiquiátrico. Me llaman Juan Pueblo aunque tengo muchos nombres. Tuve una infancia aparentemente normal; como cualquier familia salvadoreña pasamos por momentos duros y también guardo lindos recuerdos de esa época, sobre todo cuando íbamos con mi familia a las cortas de café. No puedo olvidar el frío que soportábamos al dormir en los portales, aquellos almuerzos alrededor del fogón donde calentábamos las chengas, los frijoles y la perolada de café dulcito.

Llegué a la adolescencia y mi vida transcurría con normalidad, finalizaba el bachillerato cuando un evento traumático marcó mi vida, fue ver a mi padre darle un tierno beso a mi madre. Todo cambió. Mi mente se fraccionó en mil pedazos, fue como una explosión dentro de mí. Ahora no sé quién soy. Fui a pasar consulta con un doctor que le dicen siquiatra y me diagnosticó: “Trastorno de Personalidad Múltiple, esquizofrenia y narcisismo onomatopéyico”.

No la tengo fácil a pesar del apoyo familiar. Mis peores días son cuando me creo presidente, ni mi familia me aguanta, soy arrogante, déspota, nadie, nadie puede contradecirme y quien lo haga sufrirá toda mi ira; heredé de mi padre unos trajes a rayas y visto elegante, me siento admirado, grande, único, no permito contradicciones. Soy el alfa y la Omega.

Una de mis personalidades favoritas es la de militar, escucho un balido a lo lejos, ¡Me explota la cabeza! comando un ejército y todos me obedecen; mi voz, pareciera lejana pero aun así el respeto y el miedo de la tropa es evidente, me veo en una guerra contra un enemigo invisible y ordeno atacar por tierra, mar y aire a esas algas invasoras; todo acaba, ¡me duele la cabeza, no puedo más! ¡Muerte a las algas! Una de las personalidades que realmente disfruto es ser doctor, ¡desde pequeño quise ser doctor!, visto una elegante gabacha, a pesar de mi gratificación escucho voces estridentes, parece un rebuzno que me dice al oído: ¡Mientes, mientes, esa agua no se puede tomar!, me siento solo sin embargo quizá es la personalidad que más dicha trae a mi vida.

La personalidad de policía me fastidia, la aborrezco, sé que mi familia se ríe de mí, digo cosas sin sentido y no soporto escuchar esos mugidos y carcajadas, ¡odio ser policía, lo odio! Hay noches de gran sufrimiento, insomnios eternos, sobre todo cuando voces y bramidos me ordenan ser ministro de seguridad, ¡Qué pesar vive mi alma!, mi familia solo me observa, ven la tristeza en mi rostro, por un momento me siento amado, mi familia es a la única que importo, ¡a nadie más!, a pesar de que en apariencia debería ser un hombre fuerte y poderoso tengo miedo de hablar, me siento tan sumiso, tan frágil, tan nada.

En un desvencijado ropero guardo mis atuendos, mis zapatos relucientes, medallas, estetoscopios, armas de fuego y mis voces. Cuando era niño acompañaba a mi padre a la milpa, ¡Qué recuerdos aquellos! Una de mis personalidades más esquivas es ser ministro de agricultura, a pesar de desconocer el tema no puedo negar que me apasiona, escucho gruñidos, cada vez son más fuertes, repiten una y mil veces: “soy generoso, muy generoso, dono pescado decomisado en altamar a los hospitales y hago creer a la gente que me preocupa el agro, me causa gracia”, ¡Tengo hambre! La personalidad que más detesto es ser Aquaman , todos se ríen de mí, aun mis otras personalidades, lloro en silencio, apenas voy quedando dormido y las voces aparecen y me gritan: “Eres un farsante, un mentiroso, huye, huye mientras puedas, las algas te alcanzarán, se enrollarán en tu cuerpo y te convertirás en hombre alga! Todo fue una pesadilla, todo acabó.

Abro los ojos lentamente y ¡Qué horror! Mi cama está rodeada por todo el gabinete, me quieren atrapar, me quieren contratar, me quieren de asesor, tengo miedo, mucho miedo; toman mis pies y empiezan a arrastrarme; ¿Dónde está Dios?, ¿Dónde? Pregunto a dónde me llevan y me responden: ¡Formarás parte del gabinete!, grito, pataleo. No puedo escaparme. Me veo en el espejo, soy un hombre elegante, ¡seré el Ministro de los Sueños! A lo lejos escucho pasos, es el siquiatra que me evaluará; mientras toma el expediente, él tararea: ¡Tenemos lo que merecemos, tenemos lo que merecemos! Soy paciente psiquiátrico. Me llaman Juan Pueblo aunque tengo muchos nombres.

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