El Foro Económico Mundial Davos, que cumple 50 años, reúne a representantes y expertos de organizaciones sociales y culturales para encontrar soluciones a los problemas del mundo y predecir cuáles serán los del futuro. Algunos de los participantes de ese año han aportado su visión global para 2030.
La industria de teléfonos inteligentes chinos está arrasando en el mundo de la tecnología. Especialmente, las ventas de Xiaomi y Huawei siguen ascendiendo por encima de las de Apple y Samsung. La industria china de smartphones está creciendo a pasos acrecentados y gran parte de su éxito se basa en la inversión del gobierno asiático en la transformación digital de la nación.
A diferencia de la mayoría de los fabricantes de teléfonos en Occidente, los fabricantes chinos no tienen que pagar concesiones de propiedad intelectual a su gobierno cuando venden sus productos en el mercado local. Para el director del Instituto de Tecnología y Sociedad de Río de Janeiro, Ronaldo Remos, «los teléfonos chinos serán los reyes».
«En 2030, las marcas de teléfonos móviles más famosas del mundo serán chinas y ejecutarán sus propios sistemas operativos, reduciendo a la mitad la cuota de mercado Android», augura Lemos.
Otro de los temas más discutidos por los expertos del Foro Davos, las multinacionales cada vez apuestan más por África para impulsar su inteligencia artificial (IA). En 2018, Google anunció que abriría un centro de investigación artificial en Ghana y algunos teóricos como el matemático francés Cédric Villani adelantaron que el continente podría convertirse en el «ecosistema de la inteligencia artificial».
Varios expertos han expresado su opinión sobre las cosas que sucederán en los próximos diez años. Así, Wanuri Kahiu, escritora y cineasta de ciencia ficción, ha asegurado que existe un gran potencial para que las aplicaciones que utilizan este tipo de inteligencia ayuden a África a lidiar con sus problemas.
«Así como Kenia fue el lugar donde las tecnologías de pago digital despegaron, creo que eso se convertiría en un campo de pruebas para estudiar cómo las personas interactúan con la IA», dice la escritora africana.
Kahiu ha explicado que hay pocas leyes y costumbres sociales en torno a la IA en el continente africano, lo cual podría servir como experimento de convivencia entres los humanos y las máquinas en un entorno en el que uno de cada cuatro personas del mundo será africano en 2050. Bien es así que la ciudad de Kinshasha (República Democrática del Congo) apostó por guardias de tráfico robóticos y «la gente les hacía más caso que a la policía humana, porque no eran corruptos», argumenta.
En la misma línea, el abogado y asesor Zachary Bogue cree que la IA y el aumento de la potencia informática permite modelar y diseñar rutas metabólicas en el terreno de la biología.
«Las plantas de ingeniería genética para sintetizar compuestos químicos abren un espacio de diseño exponencialmente más grande que el petróleo, para crear materiales que nos permitan vivir de manera más sostenible», sostiene Bogue.
Asimismo, el académico americano Erik Brynjolfsson, piensa que la IA aumentará sustancialmente la productividad: «El aprendizaje automático ha avanzado muchísimo en la última década, pero el crecimiento de la productividad de Estados Unido ha disminuido un 50% desde 2004». De hecho, explica que «se necesitan inversiones en las nuevas habilidades y negocios que estén dispuestos a repensar fundamentalmente sus cadenas de suministro, sus relaciones con los clientes y los tipos de productos y servicios que ofrecen. Mientras lo hagan, el aumento de la productividad vendrá de la esfera online».
Por su parte, el CEO de Cray —empresa dedicada a la construcción de superordenadores— Peter Ungaro considera que en el futuro las empresas que fabrican componentes y piezas para coches tendrán conjuntos de datos hasta 1.000 veces más grandes de los que actualmente podrían usar para modelar sus piezas, pues la tecnología con la que lo llevarán a cabo será como un ‘minisuperordenador’.
Para la secretaria general de la Confederación Sindical Internacional, Sharan Burrow en Australia, la impresión 3D, la automatización y la robótica provocarán una localización masiva de la fabricación: «La producción se volverá más local y los esfuerzos para reducir la huella de carbono cambiarán los patrones de consumo».
«Las cadenas de suministro en las que se basa el comercio mundial, por deshumanizadoras y explotadoras que sean actualmente, desaparecerán en gran parte de los países más vulnerables, creando la posibilidad de estados fallidos y una pobreza aún más desesperante», concluye Borrow.
Otros expertos como Michael Casey consideran que el dólar dejará de ser la moneda de reserva mundial debido a la irrupción de las monedas digitales con las que se podrá acordar una tasa y mantener un pago sin necesidad de protegerlas contra las fluctuaciones del tipo de cambio. La australiana Genevieve Bell en cambio, cree que las infraestructuras del siglo XXI serán mucho más frágiles de lo que se imagina la sociedad debido a la fragilidad de los sistemas que heredamos en el siglo anterior.