Melvin Martínez melvinadalidmr@gmail.com
Ya cayeron las primeras lluvias sobre el altiplano central de Honduras, Siguatepeque, cerro de mujeres, ciudad de los pinares, aunque ya nos quedan pocos.
Antes de la lluvia contemplé los pájaros que llegan a nuestro Guayabo. Es un guayabito humilde y hermoso al que le colgamos racimos de guineos (bananos), para que vengan de visita los zorzales, zanates, chileros, clarineros, chorchas, turcas (palomas cafés), pajaritos amarillos y hasta un pájaro carpintero.
Ya comienzan a coquetear las flores de mayo, que harán más bella la vida, en todos los pueblos del país, especialmente en esta ciudad convertida en jardín, para todos.
Las abejas, jimeritos y colibríes tendrán su dulce néctar y polen como alimentos.
La Virgen, novias, esposas y madres recibirán los ramilletes de flores repletos de amor.
El verde de la vegetación en mesetas valles y montañas pondrá bello en exceso el paisaje.
Sin duda la frescura hará el clima agradable, como hace ya mucho tiempo era tan normal, en este pueblo acogedor.
Con la belleza y la comodidad olvidaremos la realidad del planeta, de nuestra casa común como dice el Papa Francisco.
Por un buen tiempo no recordaremos el sofocante calor, la escasez del agua potable que no llega a los barrios marginados.
Con las lluvias vendrá el olvido de las más de veinte mil hectáreas de bosque destruidas por incendios forestales en Honduras este año del coronavirus.
Sólo aquí en la zona central fueron casi mil quinientas hectáreas incendiadas, o sea el espacio de más o menos 1500 campos de fútbol destruidos. Duele muchísimo esta tragedia en nuestros bosques.
El municipio de puerto Lempira, en el departamento de Gracias a Dios, es uno de los más afectados por los incendios, casi 5000 hectáreas de bosque quemadas en esa zona de La Mosquitia.
Lo peor de todo es que no se ve clara una estrategia nacional de prevención de incendios forestales.
Paulatinamente nos vamos quedando sin aguas superficiales, los ríos y quebradas se están secando, Ojalá no sea profético lo escrito por García Márquez en el libro El general en su laberinto: » Los peces tendrán que aprender a caminar sobre la tierra porque las aguas se acabarán”.
El agua potable que se consume en Siguatepeque es en más del 90 por ciento extraída del subsuelo, los ríos se han secado. La explotación de las aguas subterráneas es muy grande; hay cerca de 20 empresas embotelladoras de agua que explotan sin control el acuífero y que no pagan tributos por explotar y hacer negocio con este recurso natural que es del pueblo.
Construir represas para aprovechar el agua lluvia es una solución paliativa, es urgente proteger permanentemente las pocas fuentes productoras de agua que nos quedan.
La destrucción de bosques para la agricultura, ganadería y caficultura hace mucho daño en las cuencas productoras de agua. La agricultura de subsistencia también tiene su impacto en la tala innecesaria del bosque. Para apoyar los campesinos más pobres y tecnificar su producción agrícola hubieran servido los cuatro mil millones de lempiras que el gobierno le dio al ejército para invertir en producción agrícola. Nadie sabe a dónde irán a dar frutos esos dineros, que pueden ser botín de la corruptocracia.
Si no cambiamos de actitud ante el ambiente y los recursos que Dios y la naturaleza nos han dado, seguro que la crisis de agua y el cambio climático nos golpearán más fuerte. En pocos años estaremos sufriendo, en las ciudades de mayor población, una crisis más grave en el abastecimiento de agua.
Es nuestra obligación recordar que está llegando el tiempo de plantar, por lo menos un árbol cada hondureño todos los años, y exigir al gobierno nacional o local una estrategia permanente de prevención de incendios forestales y la promoción de una conducta ambiental responsable en la ciudadanía orientada a la protección, conservación y aprovechamiento racional de los recursos naturales.
Es responsabilidad de todos como comunidad defender los bienes comunes.