De amores y afrodisíacos

A través de los alimentos se puede combinar la magia del amor con el de la comida para obtener resultados sorprendentes, porque es innegable que la seducción comienza por la boca. Afrodisíacos es una palabra poderosa y evocativa que inmediatamente nos remite a filtros amorosos y estimulantes exóticos que llenan de amor y deseo el cuerpo y el alma.

Los hindúes, chinos y árabes tienen registros milenarios en torno a las artes amatorias en relación con la comida como la miel, las berenjenas o los berros. Al igual, los aztecas y otras culturas prehispánicas aportaron un caudal informativo de afrodisíacos como el jitomate y el aguacate que causaron verdadero furor al llegar a las cortes europeas.

En realidad, todo está en la mente, pero los antiguos decían que cuanta más fama tiene de raro el ingrediente de algún elíxir, mayor es la calidad afrodisíaca y si su forma tiene semejanzas eróticas con el cuerpo, más fuerte es su influencia sobre el deseo.

Descubre los afrodisíacos más comunes

Los mariscos: Desde tiempos remotos los frutos del mar han sido considerados poderosos afrodisíacos que invitan al amor y al gozo, por su delicada forma que recuerda las partes más íntimas del cuerpo humano.

Azafrán: Tienen un aroma fuerte y era utilizado por Cleopatra como cosmético. Para los orientales, el tinte que se obtiene es la perfección de la hermosura. Los irlandeses creen que las sábanas teñidas con azafrán fortalecen los miembros de los que duermen en ellas.

Aguacate: Con piel negra o verde oscuro y una pulpa tan cremosa como una mantequilla natural, recuerda los genitales masculinos, por lo que en la antigua Tenochtitlán estaba prohibido a las vírgenes.

Plátano: Según afirman algunos, la verdadera fruta del pecado es el plátano, pues era el que crecía en el lugar geográfico del Paraíso. De sus ingredientes estimulantes quizá solo tenga la forma, pero es un elemento que no debe faltar en el frutero de la pareja.

Higo: Es dulce como el almíbar y con un ligero sabor a nuez moscada. Su aroma es tan perfumado como el de la ciruela. La sensación al partirlo es deliciosa, pues es suave y de carne suculenta. Abrirlo es como una invasión a su intimidad. Por eso fue el preferido en la corte de Cleopatra, en las orgías dionisíacas, y en las fiestas romanas en honor a Saturno.

Manzana: La roja es símbolo de lo prohibido, de la tentación y de la pérdida de la inocencia. Su redondez, color intenso, aroma perfumado y textura irresistible son una invitación a los excesos.

Alcohol: Consumido en pequeñas cantidades, ayuda a perder inhibiciones por lo que resulta un excelente afrodisíaco. Desde los griegos se ponderaban sus virtudes. Pero se debe tener cuidado, ya que en exceso produce exactamente el efecto contrario.

El chocolate: Los primeros en reconocer su potencial afrodisíaco fueron los aztecas y mayas que celebraban su cosecha con orgías y fiestas. Cuenta la leyenda que el emperador Moctezuma se tomaba hasta 50 tazas de chocolate al día para poder satisfacer a sus 600 concubinas.

Los curas del siglo XVIII consideraban pecaminoso que la gente lo tomara y, paradójicamente, su uso se limitó a los conventos. Casanova, el famoso amante del siglo XVIII, creía fielmente en el poder afrodisíaco del chocolate…

Hoy en día está científicamente comprobado que además de cafeína, contiene feniletilamina, sustancia conocida como “la molécula del amor”.

La feniletilamina tiene una participación importante en el proceso de enamoramiento, pues es la responsable de acelerar el flujo de información entre las células nerviosas y producir una sensación de bienestar y placer.

La presencia de esta sustancia en el torrente sanguíneo se ha asociado a los mareos y a la excitación que sienten los enamorados y se han establecido nexos con el amor a primera vista y con la “adicción al amor”. En él se encuentran dosis importantes de feniletamina, por eso quienes sufren mal de amores suelen consumir esta golosina de manera compulsiva para recuperar la sensación de bienestar. Esta molécula también participa en la aceleración del pulso, las manos sudorosas y la respiración pesada.

Por: Rosa M. Cubela

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