Dr. Pedro Alfredo Calderón Moran, soy neumólogo, fundé el programa de oxigeno domiciliar del Seguro Social, morí por no tener el equipo de bioseguridad que se requiere para atender pacientes Covid 19 positivos.
Mi nombre es Dr. José Arnulfo Herrera, fui decano de la facultad de medicina de la Universidad Nacional, la causa de mi muerte fue su indiferencia ministro de salud; gracias a mi Padre Celestial morí dando mi vida por otro.
Mi nombre es Guadalupe, trabajé en la unidad Primero de Mayo, dejo un hogar sin rumbo, todo por su negligencia, nunca le importó, le importa ni le importará el personal de salud.
Mi nombre es Dr. Ramos Torres, morí víctima más de la indolencia suya que del virus, mi familia está destruida, sin embargo morí como deben morir todos los seres humanos, cumpliendo el deber, con ética, palabra huraña en su vida ministro de salud, di mi vida por otros.
Mi nombre es María, no pertenezco al personal de salud, vendía café y pan dulce por las calles de Sonsonate, morí porque no había una tan sola cama en los hospitales para poderme ingresar, mi muerte sucedió a la entrada del hospital Mazzini. Ministro de salud.
Mi nombre es Dr. Francisco Serpas, junto a mi inseparable guitarra canto y elevo una plegaria por mi patria; día a día vienen al cielo enfermeras, colegas, motoristas y sus rostros reflejan una luz intensa, el gozo junto a nuestro Padre es enorme, enorme, enorme.
Sin embargo, mi muerte y la del personal de salud se pudieron haber evitado si nos hubieran brindado el equipo de bioseguridad que la Corte Suprema de Justicia obliga se nos proporcione.
Mi nombre es Herson Saravia, mi muerte como la de mis colegas pudo evitarse si el personal de salud tuviera el equipo de bioseguridad.
Mi nombre es Dr. Jeremías Ramos, fui el pionero en aplicar anestesia total endovenosa, amé, amo y amaré la medicina, estudié por doce años y morí por no contar con el equipo de bioseguridad adecuado, fue, es y será mi deber salvar vidas y ¡Cuántas salvé!
Mi nombre es Dr. Sergio Coto, soy nefrólogo, mi familia quedó destrozada, apenas me vieron de lejos cuando trasladaban mis restos hacia esa tierra a la que debemos volver, no daba crédito a esa amorosa despedida que me prodigó todo el personal de salud del Hospital Rosales ¡Qué orgullo para mí! Jamás olvidaré ese pasillo de honor, todos ellos eran, son y serán mis amigos y junto al ejército de médicos celestiales seremos los guardianes de los que quedan en la primera línea de fuego, no, no podemos confiar en usted, ministro de salud; usted nunca será honrado con ese pasillo; no soy héroe ni mártir sino un soldado de Dios que di mi vida por salvar la de otro.
Mi nombre es Dr. Roberto Romualdo, fallecí junto a mis hermanos, todo sucedió en el trascurso de dos semanas, nuestras familias están hechas pedazos, no hay rumbo, solo confusión y llanto; tuve la dicha de ver desde el cielo junto al Dr. Calderón cómo me despedían mis amigos, todo ese hermoso personal de salud del Hospital Rosales, di mi vida por un desconocido pero no me arrepiento, si volviera al Planeta Tierra Roja lo volvería a hacer.
Mi nombre es Licenciada Jennifer Quezada, me contagié por no tener el equipo de bioseguridad y por el cansancio, mi sistema inmunológico colapsó, desde el Cielo rezo por todo el personal de salud del Seguro Social de Ilopango, desde el Cielo cuido a mi gran amigo Dr. Ricardo Lara.
Mi nombre es personal de salud de El Salvador, fallecimos por no tener el equipo de bioseguridad; mis padres y mis hijos lloran nuestras muertes.
No sé qué pasará mañana, pero sufrimos mucho cuando vemos morir a nuestros compañeros; niños sin padres, hogares a la deriva, ¡No merecimos morir de esta forma! Todo por no brindarnos el equipo de bioseguridad, el respeto, el descanso; por el momento nadie nota nuestras ausencias, será en días, semanas, meses que sentirán nuestras pérdidas, no hay reemplazo para un maestro como el Dr. Calderón, el Dr. Coto, el Dr. Serpas y tantos maestros, no lo hay y el único responsable será usted, ministro de salud.
No se vale lo que nos han hecho al personal de salud, nos mandaron a la guerra sin armas, sin municiones y en este momento no se ve un ápice de interés en protegernos.
Serán nuestras muertes que quedarán escritas en la historia más negra que el país ha tenido donde la incapacidad y la corrupción tienen sometidos a un país que ha sufrido demasiado.
Se lee en las redes sociales el siguiente comentario atribuido al ministro de salud: “Sobre el tema del bono, quiero aclarar, que se cuentan con los fondos, pero necesitamos la aprobación del Estado de Emergencia”, ministro Alabí, según la Real Academia Española, define extorsión como “la obtención por la fuerza o con intimidación de una cosa de alguien”, jugar con la vida y el hambre del personal de salud es algo despreciable, mientras usted niega un bono que se lo tiene ganado el personal de salud solo demuestra su indiferencia a la vida.
Más temprano que tarde usted pagará cada vida del personal de salud, usted no tiene cabida en el cielo, será su vida un calvario, una triste y quejumbrosa vida pues la perversidad y el desprecio hacia su prójimo solo demuestra su calidad como persona.
Mientras escribo estas líneas hay decenas de colegas que están graves, y a usted poco le importa que se sancione y publique el decreto 620 donde cada médico recibirá quince mil dólares y le obliga brindar el equipo de bioseguridad.
Mi nombre es Dra. Wendy Ortega, mi nombre es Dr. Roberto Selva, mi nombre es Dr. Fredy Majano, mi nombre es Douglas Jarquín, mi nombre es Dr. Heriberto de Jesús Martínez, mi nombre es Dr. Jaime Castro Morán, mi nombre es Dr. Luis Bustillo, mi nombre es Dr. Benjamín Valdez, mi nombre es Dr. Carlos Tobar, mi nombre es Dr. José Mancilla, mi nombre es Dr. David Rivas, mi nombre es Dr. Eduardo Ramos, mi nombre es Dr. Douglas Aguilar, mi nombre es Dr. Balmore Cruz, mi nombre es Dr. Donato Aparicio, mi nombre es Dr. José Saldaña, mi nombre es Dr. Raul Bonilla, mi nombre es Dr. Hugo Guillén, mi nombre es Dr. Del ejército celestial. No necesitamos helicóptero, tenemos alas…De repente se escucha a mis colegas revolotear sus alas, es Jesús quien dirige el coro de Ángeles y todos empiezan a cantar: Hay ángeles volando en este lugar en medio del incienso, encima del altar, subiendo y bajando en todas direcciones, no sé, no sé si la iglesia subió o el cielo bajó, solo sé que está lleno de ángeles de Dios porque el propio Dios está aquí…..
Por: Francisco Parada Walsh, médico salvadoreño