Por: Ramón Gutiérrez
En este mundo en el que vivimos, estamos constantemente rodeados de infinito número de ruidos, nuestra mente tiene la capacidad de dejar pasar la gran mayoría de ellos sin ponerles la mínima atención, de otra manera nos sería imposible concentrarnos pues a cada momento tendríamos que interrumpir la actividad que hacemos para enfocarnos en la causa o la procedencia del ruido.
Nuestra mente es tan maravillosa que aun estando concentrados somos capaces de interrumpir lo que hacemos para atender algo que sí merece nuestra atención: la campana o el silbato del camión de la basura, la voz del vendedor de agua purificada, un aviso de auxilio, una advertencia de cuidado, la voz de la esposa llamándonos a comer, el golpe intenso de dos autos que chocan en la calle vecina, en fin oímos y no oímos, las dos cosas a la vez.
En el día los ruidos nos asustan menos, en la noche, con la oscuridad reinante y cuando la mayoría de la gente duerme y en consecuencia la cantidad de ruidos disminuye considerablemente, pues las actividades humanas son las que más ruido generan en los hábitat humanos, es decir las ciudades, aunque desde luego los retumbos de un terremoto, el crujir de las construcciones con el movimiento de la tierra, el rugir de un volcán en erupción, dejarán callados e inmóviles a los humanos, presas del terror, habrá un instante de silencio y si la amenaza persiste ocurrirá un griterío seguido de un escape en carrera buscando ponerse a salvo
En un bosque será el ruido de las ramas mecidas por el viento, el trinar de los pájaros y dependiendo de qué tipo de bosque se trate y en que locación se sitúe podrá escucharse el rugir de un jaguar, de un leopardo, de algún tipo de oso,
Algunos fenómenos meteorológicos tienen ruidos particularmente aterradores, como una tormenta eléctrica con poderosos rayos y truenos, un tornado, un huracán, el ulular del viento cuando avanza a velocidades de muchos kilómetros por hora, cuando con fuerza deriva casas, levanta los tejado, vehículos de gran peso, árboles y todo lo que se le ponga enfrente a la fuerza incontenible del viento.
Estos ruidos de los que antes escribí, causan pavor, pero no es el tipo de ruido al que quiero referirme, todo ruido muy intenso, asusta, pero en la oscuridad de la noche, en la supuesta seguridad de nuestra habitación, acostados sobre nuestra mullida cama, hay ruidos que nos hacen palidecer y temblar de miedo.
Hay días en que por las noches, no puedo dormir y aun sin percibir ruido alguno, ya tengo miedo y permanezco en la oscuridad vigilante, alerta, con todos los sentidos en modo de alerta máxima, sobre todo el sentido del oído y el de la vista que en medio de las sombras reinantes trato de distinguir a que objeto pertenece cada sombra y si escucho un leve siseo, el corazón se me acelera y gotas de sudor frío se deslizan por mi frente.
Sí te encuentras solo, el terror es mayor y si has tenido la precaución de cerrar con doble llave la puerta de acceso a tu habitación, aquello que no debiera causar miedo, lo causa, sí a la media luz de la claridad que entra por las ventanas procedente de las luces encendidas de la calle percibes lo que parece ser la silueta de una bella mujer, te aseguro que sientes verdadero pavor y si esa silueta pronuncia suavemente tu nombre, quizás te de un infarto y en ese momento mueras,
Tú sabes que cerraste la puerta con doble llave, que no hay otro acceso a la habitación, que nadie más tiene llave y que si aún la hubiera, tu esposa ya no quiere tener nada contigo, aparte que el perfil de la silueta es de una mujer perfecta y no de la vieja y engordecida mujer que duerme roncando horriblemente en el piso de abajo.
Y qué tal si por el frío de esa particular noche has cerrado totalmente las ventanas y la puerta del cuartito vecino, en donde sólo guardas tiliches o bien la del baño que siempre te aseguras de cerrar con pasador, por aquello de las miasmas pestilentes que alguna vez quedan después de defecar. ¡Y de pronto! Un chirrido de una puerta que se abre y efectivamente con el rabillo del ojo, notas que la puerta del cuarto vecino, la que es detenida por un trozo de ladrillo de cemento o la puerta del baño que aseguras cerrar con el pestillo endurecido una de las dos puertas se abre de manera inexplicable.
Claro, dirán ustedes son recursos utilizados en las películas de terror o de suspenso, precisamente para causar miedo y el subconsciente de un individuo particularmente con miedo, hace que la mente, le juegue estas pasadas, posiblemente movió por alguna razón el ladrillo que sostiene la puerta del cuarto vecino o por lo duro del pestillo del cuarto de baño, no pudo cerrar correctamente y dejo entreabierta alguna ventana por la que entró una ráfaga de viento que causó el fenómeno del movimiento y el chirrido de cualquiera de las puertas.
Y si acaso lo que percibes es un rugido, como si una bestia come hombres se hubiese introducido a la habitación, tus oídos te dicen que proviene de tal o cual esquina y volteas tu mirada hacia esa esquina y notas una luminosidad rojiza en la parte alta de esa misma. La luminosidad forma un perfecto óvalo, pero no puedes determinar lo que la produce y el rugido suave y persistente sigue y sigue proveniente de esa luz.
Con miedo, enciendes la luz del celular o de una pequeña lamparilla que tienes accesible para estas situaciones que prevés, pues eres un perfecto miedoso, pero aun así no logras dilucidar el enigma y el rugir se intensifica. ¿Cuál sería tu siguiente paso? Al parecer la bestia que se encuentra en la esquina se mosqueó cuando encendiste una pequeña lucecilla. ¿Qué más no hará si te levantas a encender la luz del cuarto? ¡Tienes que hacerlo! Te levantas, enciendes la luz, nada ni nadie te atacan, vuelves a la cama, dejas la luz encendida, tomas una pastilla para dormir y por fin te duermes, despiertas con la luz del día. ¿Fue todo obra de tu imaginación, tu miedo o algo pasó?