Se encontraron en una sencilla venta de comida a la vista, por esas oscuras y pecaminosas calles de la colonia Layco; después de tanto tiempo sin verse no pudieron evitar fundirse en un gran abrazo; poco importó la famosa frase del distanciamiento social. Lágrimas lavaban el barato maquillaje del rostro de Mentira, y mientras secaba sus lágrimas con una servilleta, Verdad no pudo evitar preguntarle el porqué de su llanto; Mientras, se acerca una mesera que el delantal es más largo que su falda y la blusa apenas le cubre su descomunal barriga, deciden ordenar pupusas de queso con loroco, tamales de chipilín y dos cafés negros con azúcar blanca en tazas verdes como la esperanza.
Durante esperaban las pupusas, fue Verdad quien insiste en preguntarle a Mentira porqué lloraba.
Mentira le contesta: Estoy deprimida, bueno, eso creo, he pensado en quitarme la vida pues ya no aguanto seguir mintiendo.
Verdad: Pero Mentira, si mentir y engañar es tu esencia, tu razón de ser, porqué debes preocuparte y llorar por hacer el trabajo para el que has sido contratada, nunca antes te vi tan triste y confundida y aunque no lo creas, me afecta verte así; si tu desapareces me dejarás todo el trabajo y tú mejor que nadie sabes que decir la verdad no siempre es bueno, ni ético.
Mentira: Pero es que tú no sabes lo que he dicho, he engañado a todo el país y no puedo más, ver morir a tanta gente por mi culpa no me deja en paz, sufro como no te imaginas.
Verdad: Pero ¿Cuáles son esas mentiras que te han puesto tan mal?
Mentira: Todo empezó cuando mentí con el número de pruebas tomadas, ¡Todo era una farsa!, muchas personas murieron por culpa mía y ya no puedo más.
Verdad: Pero una mentirita cualquiera la dice, recuerda al fundador del partido tricolor que dijo en una ocasión: “Un tirito a cualquiera se le escapa” y aun, si yo siendo verdad miento de vez en cuando ¿Qué puedo esperar de ti?
Mentira: ¡Tan tonta niña! ¡Eres única! Pero mentir con el número de muertos no tiene nombre, eso si no me lo perdono, no son cientos, son miles de muertos, ¿Cómo crees que me puedo sentir bien si hasta mi tía la Hipocresía murió a la entrada del hospital de Sonsonate? Mientras les sirven las pupusas entra al comedor una mujer de tez morena con el cabello pintado de rubio con algunos mechones morados, calza unos tacones que levantan sus descomunales nalgas, la mesera la saluda, ya es una cliente conocida; es la mesera quien pregunta si va a ordenar lo mismo de siempre, la escultural mujer hojea el mejor periódico del mundo “El Independiente” y sin voltear a ver le dice: Si, tráeme dos tamales y una horchata con hielo.
Mentira se le queda viendo de reojo a la curvilínea mujer y mientras se sirve curtido de un tarro y trata de sacar del fondo del bote unas rebanadas de zanahoria y remolacha, le dice a Verdad: Esa mujer es puta pero no miente, ella es una mujer sincera, mucho más de lo que podas imaginar, mientras en este país se miente por todo, a ella poco le importa lo que diga la gente.
Verdad: Te doy la razón, pero eso no viene al caso niña, ¿por qué estás tan susceptible?
Mentira: ¿Cómo no lo voy a estar? Se dejaron morir ancianos indefensos en el Asilo Sara Zaldívar, te imaginas que fuera tu madre la que fallece, ¡Eso no tiene nombre! Poco a poco me arrepiento de ser tan mala, estoy harta de mentir, todo lo que dicen es una farsa y ya me cansé de esta vida, personas que fallecieron encerradas en los albergues mientras pedían ayuda a gritos, eso no tiene nombre.
Verdad: Bueno, como dice aquel viejo dicho, “La mentira tiene patas cutas y tarde o temprano la verdad la alcanza” y sincerarse con tu antítesis quizá sea lo mejor, al final, ambas somos necesarias y no pienses ni por un momento en quitarte la vida, que se la quiten otros mi querida amiga; pero dime algo, ¿Qué te has hecho en tu rostro que ya te pareces a esas artistas famosas? Niña ¡ya pareces la Lyn May salvadoreña! decime quien te operó para no ir donde ese cirujano.
Mentira: Ya me jodiste, fui donde un cirujano plástico que me puso botox y ni reírme puedo, puta, yo deprimida y tú me terminas de joder. Ambas sueltan sonoras carcajadas mientras Mentira saca nuevamente el espejo de su cartera y ve su rostro cual plastilina derretida. Mientras Mentira se chupa los dedos y revuelve el café, se le queda viendo fijamente a Verdad y le dice: Quién iba imaginar que siendo tan opuestas seamos tan necesarias, te haré caso, mentir es mi vida y realmente no puedo cambiar mi propósito en este mundo, donde creo que es más mi reino que el tuyo.
Verdad: Quizá tengas razón, en esto tiempos vale más el mentiroso que el honrado, el incapaz no es tan incapaz como parece, pues se maneja a su antojo y siempre, bueno, casi siempre logra sus objetivos.
Mentira: Bueno, con que me hayas escuchado ya me siento mejor, gracias Verdad, pero como tú dices, debo volver a mis raíces, a mentir, no creas que mes es difícil, no, eso es lo que hago el santo día y por eso, me pagan y me pagan bien querida amiga.
Verdad: Tengo que ir a la Fiscalía a denunciar a unos corruptos que compraron mascarillas a precios más caros de lo que valen, así que pidamos la cuenta y nos vamos.
Mentira: Bueno, mientras traen la cuenta iré al baño.
Verdad: aprovecha para ver de pies a cabeza a la joven hermosa y le levanta una ceja, apenas recibe una mueca como sonrisa.
Mentira: ¿Ya pagaste la cuenta?
Verdad: Claro, sos mi amiga.
Mentira: Nuevamente te engañé, siempre, siempre te ganaré, no fui al baño, lo que quería era despedirme con una mentira.
Verdad: ¡Eres única niña! Pero ambas somos necesarias. Para bien o para mal.
Por: Francisco Parada Walsh, médico salvadoreño