Lo que ha quedado en evidencia y bastante claro con lo de la pandemia, es que la legislación es todo un entuerto jurídico, sin capacidad y competencia para ser que la sociedad se rija hacia la consecución de la justicia plena. Los intereses de grupos fácticos, dominantes y muy poderosos han mediatizado la ley en favor de la injusticia; y hay una variedad de hechos históricos que avalan tal afirmación y la expresión más concreta son las actuaciones fiscales a lo largo de muchas décadas, que sólo han servido para la persecución de quienes se han atrevido a boicotear el estatus quo que impera en pro de los que tienen los medios de producción y el poder para usarlos.
La legislación ha tenido períodos donde se ha construido para acallar los brotes de insurgencia de los sectores populares y de aquéllos que se han hartado de la injusticia abusiva que ha crecido en muchos órdenes de la vida, que no han prevalecido para reformar el orden establecido en una sociedad—ese orden que sabemos es para seguir esgrimiendo el favorecimiento de los intereses del poderoso, en detrimento del que no tiene la fuerza para revertirlo y sobre todo para demandarlo y exigirlo a plenitud—muchas constituciones se han modificado por alguna razón la del 50, la del 62 y la del 83, esa que cumple más de 37 años y que mandó a adecuar el resto de la legislación secundaria, y que en mucho no se ha hecho, y por ello un alto grado de inconstitucionalidad por omisión.
Las relaciones laborales, nunca son y han sido equitativas y en mucho evidencian mucha injusticia; la voz y poder del que tiene los medios de producción ha sido una constante para oponerse, reprimir, abortar e impedir, toda acción, demanda y movimiento que tienda a revertir en los centros de producción ese nivel de inequidad y atropello a los derechos laborales—esta es en mucho la raíz del problema de sindicación existente en el país y muchas otras partes—hacer y constituir sindicatos fuertes y bien estructurados capaces de interlocutar con la contraparte empresarial, y no deja que los trabajadores subordinados tengan y demanden sus derechos, arguyendo siempre la acción del despido, como pieza intimidatoria vital para sostener el estatus quo en la relación laboral, y en donde la legislación ha brillado por su ausencia para conciliar el conflicto nato que surge.
La legislación laboral en particular ha arrastrado mucho anacronismo, tenemos una legislación con reformas del 72, y las maquilas actividad económica que da paso a un mundo globalizado, desde 1990 donde la producción en serie se quiebra para dar paso a la producción fragmentada por partes, para supuestamente rebajar los costes de producción, la figura de la contratación, con la sub contratación son las primeras en flexibilizarse, contratos eventuales, sin prestaciones, por plazos variables según la necesidad productiva del patrón—es la más clara evidencia de como la ley se fue quedando rezagada y la dinámica de cambios en la organización del trabajo, abrumó de una lógica productiva, donde la legislación para mucho de estos creyentes de la globalización es una camisa de fuerza, que obstaculiza el grado de liberalidad y discrecionalidad que requieren los grupos corporativos nacionales y mundiales para seguir en su lógica de obtener plusvalía.
La legislación salvadoreña, está obsoleta y desfasada, y la discusión después de la pírrica obtención de resultados en el Foro de Concertación Económico Social, lo demuestra, muchas actividades económicas se rigen sin un marco jurídico claro, y hay un aprovechamiento abusivo en la agricultura, la industria, el comercio y los servicios, según sea el nivel de globalización alcanzado para producir bienes y servicios.
De lo que se trataba era de darle otra lógica al país y la Cn. y demás cuerpo de leyes no respondía a esa necesidad, la Cn. fue reformada en algunas partes, pero siempre guardando una protección de los intereses económicos dominantes; y haciendo que los derechos se flexibilizaran provocando los trabajos precarios, en una total desventaja para quienes hacen el trabajo, actualmente eso se tiene disfrazado con el fenómeno de la tecnología que avanza de manera irrefrenable. Ahora los derechos laborales y sindicales son un obstáculo a la manera cómo queremos organizar el trabajo; lo que debemos preguntarnos es cuánto de una respuesta hacia la industria 4.0 está evidenciada en El Salvador o la realidad es la existencia de elementos situacionales que apuntan a tener un empresariado anquilosado, que busca subsidiarse, crecer con base a prebendas estatales; y un sindicalismo
Por: Róger Hernán Gutiérrez, sindicalista salvadoreño