Vincent Flor: “los Estados nación controlan y politizan el fútbol”

Por Enric Llopis.

Entrevista al sociólogo Vicent Flor, autor de Nosaltres som el València. Futbol, poder i identitats (Ed. Afers).

El negocio del fútbol. Los 20 clubes más potentes del mundo sumaron ingresos por valor de 9.300 millones de euros en la temporada 2018-2019, un 12,3% más que en el curso anterior, según la auditora Deloitte (Football Money League, 2020). Encabeza la ratio el FC Barcelona (840 millones), seguido del Real Madrid (757 millones) y el Manchester United (711 millones). “Los campeonatos del mundo de 1998 cerraron la era del fútbol espectáculo e iniciaron la del fútbol como religión de una parte importante del capitalismo multinacional”, escribió Vázquez Montalbán (Fútbol. Una religión en busca de un Dios, 2005).

Pero el balompié puede ser también nostalgia, emociones y esparcimiento. Así lo considera el sociólogo y profesor de la Universitat de València, Vicent Flor, aficionado al Valencia CF, entidad de la que se hizo socio de adolescente en la temporada 1985-86. Es autor de los libros Noves glòries a Espanya. Anticatalanisme i societat valenciana (2011) y Societat  anónima. Els valencians, els diners i la política (2015). En su último ensayo, Nosaltres som el València. Fútbol, poder i identitats (Afers, 2020), Vicent Flor analiza la relación entre este deporte –el caso concreto del Valencia CF y otros clubes valencianos-, las identidades colectivas y la política. La entrevista se realizó antes de la presentación en el Centre La Nau de la Universitat de València.

-¿Hay un cierto menosprecio intelectual hacia el fútbol por parte de la izquierda, pese a que escritores como Pasolini, Galeano, Benedetti, Albert Camus, Günter Grass, Vázquez Montalbán o Gabriel Celaya fueron aficionados? ¿Es este deporte el opio del pueblo?

Decir que el fútbol es el opio del pueblo es considerar que la clase obrera no ha de divertirse. La izquierda consideró –tradicionalmente- el fútbol como una manera de diluir la identidad y la lucha obrera mediante el entretenimiento; pero después se vio que podría ser también un instrumento de emancipación. Por ejemplo, el Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino hizo del fútbol un arma contra la Francia ocupante, a través de una gira anticolonialista por el mundo entre 1958 y 1962. El equipo se formó con jugadores argelinos que desertaron de la liga francesa.

“Los juegos son, en gran parte, fines en sí mismos. Su propósito, si es que tienen alguno, es dar placer a la gente”, afirmaba el sociólogo Norbert Elias, autor de Deporte y ocio en el proceso de la civilización. Incluso en coyunturas de guerra, la gente también baila o en Irlanda se toma una guinness. Además, el ser humano interpreta la realidad de acuerdo con símbolos; somos racionales pero también pasionales, sentimentales y emocionales.

-El volumen se centra en el Valencia Club de Fútbol (VCF). “La fracción del capital que controla el Comité de Gestión para la Exportación de Cítricos es la misma que tradicionalmente lleva las riendas del Valencia”, apuntaba Vicent Bello, autor del ensayo La pesta blava (Ed.3i4, 1988); ponía el ejemplo del empresario Julio de Miguel Martínez de Bujanda, que presidió el VCF entre 1961 y 1973.

El Valencia es también un club popular, aunque normalmente los dirigentes pertenezcan a las clases dominantes. Ocurre asimismo en otras entidades: el presidente actual del Levante Unión Deportiva, Quico Catalán, es una persona conservadora y de derechas. En la Transición democrática, algunos presidentes del Valencia jugaron la baza del blaverismo (movimiento anticatalanista de derechas, del que forman parte grupos fascistas y que practican la violencia. Nota del entrevistador); y han tenido connivencias claras con la peña Yomus y sectores ultraderechistas. Pero afirmar que el Valencia es sólo un equipo de las clases dirigentes resulta inexacto. Es un equipo muy querido en muchos pueblos (sólo el 21,5% de las peñas se ubican en la capital), sobre todo de la provincia de Valencia, pero también en algunas comarcas de Castellón y Alicante.

-No puede reducirse el VCF, afirmas en el libro, a un club de “señoritos y burgueses”. Pero además dedicas un capítulo a “El Valencia y el ‘poder valenciano’ (1995-2015)”, en el que explicas las complicidades de presidentes -Francisco Roig o Manuel Llorente- con los gobiernos municipal y autonómico entonces en manos del PP.   

La historia del Valencia es compleja. El club fue fundado en 1919, una década después de la Exposición Regional Valenciana; esta identidad regional acompañó, hasta hoy, un siglo de la existencia del club. El primer presidente del Valencia, Octavio Augusto Milego, fue hijo de un krausista, Saturnino Milego Inglada, que participó en la Institución Libre de Enseñanza (ILE) y en la universidad popular de los republicanos blasquistas; ya durante la guerra de 1936, el Valencia apoyó a la II República y tuvo un presidente –José Rodríguez Tortajada- concejal por el Partit Valencianista d’Esquerra (PVE).

Después contó con dirigentes franquistas –es lógico, todos lo eran- como el comandante Alfredo Giménez Buesa (1939-1940) o Julio de Miguel en los años 60. En la democracia, el VCF estuvo pilotado por presidentes anticatalanistas, por ejemplo José Ramos Costa (1976-1983); pero también en el Barça ejercieron presidentes –José Luis Núñez- que simpatizaban con la derechista Alianza Popular (AP).

-Desde 2014 el club valencianista está en manos de un magnate de Singapur, Peter Lim, cuya fortuna asciende a 1.900 millones de dólares según Forbes.

Es algo que ha pasado en otros muchos clubes de Europa; entre otros, el Manchester United, el Chelsea o el Paris Saint-Germain (PSG). Pero –identitariamente- los seguidores continúan percibiendo que los clubes son suyos, aunque no lo sean en un sentido jurídico-económico; de ahí el título del libro, Nosaltres som el València… O bien nosotros somos el Villarreal CF o somos el Barça. Se trata de un colectivo de personas identificadas con un equipo, que lo reivindican y hacen propio; esto ha podido constatarse en las celebraciones por el centenario y el título de la Copa del Rey de 2019. El VCF es el cuarto equipo de España en número de seguidores, tras el Real Madrid, el FC Barcelona y el Atlético de Madrid. También cabe destacar la pluralidad en la base valencianista: la Colla Blanc-i-Negra es una peña antirracista y antifascista, otro ejemplo es la peña valencianista LGTBI+.

-¿Hay equipos de fútbol progresistas o de izquierdas?

Hay casos con una grada –o al menos una parte- identificadas con la izquierda: el Livorno italiano o en el Rayo Vallecano el colectivo Bukaneros, que increpó al futbolista Roman Zozulya por sus simpatías con el fascismo; en la liga alemana, el Sankt Pauli de Hamburgo se identifica con los valores del antifascismo, el antirracismo, el antisexismo y la antihomofobia. En la época soviética, en Moscú, el CSKA era el club del ejército y el Dinamo el equipo de la policía, mientras que el Spartak tenía un carácter más popular.

Pero en ocasiones se producen cambios. En Turín, la Juventus fue el club de derechas –de la Fiat- y vinculado a la burguesía; al Torino se le consideraba un club proletario. Pero con el tiempo, los inmigrantes del sur se hicieron de la juve, de modo que se convirtió en un club italiano; y el Torino permanecería como un equipo auténticamente turinés y piamontés. Ocurre en España: el Real Madrid no sólo tiene apoyos entre las clases altas, los reúne asimismo entre las clases populares. Nos guste o no.

-¿Y en cuanto a los hooligans?

El hooliganismo fue una moda inglesa con origen en los barrios populares, que acabó cayendo –a finales de los años 70 del siglo pasado- en el British National Party, el British Movement National Front y otros grupos fascistas; estos grupos se infiltraron en las gradas del Chelsea, el Leeds United, el Arsenal o el West Ham. En los años 80 la  moda se extendió a los fondos de los estadios en Italia y España (la peña Yomus del Valencia surgió en 1983, y en los años 90 se caracterizaba por ser una organización de extrema derecha nazi, españolista y judeófoba). Uno de los hitos de la violencia en Europa se dio en 1985, durante la final de la Copa de Europa celebrada en el estadio Heysel de Bruselas; la “carga” de Hooligans del Liverpool contra seguidores de la Juventus terminó con 39 muertos y centenares de heridos.

-¿Mencionas en el libro a futbolistas que, como Paul Breitner o  Carlos Kaszely, hayan destacado por su compromiso político? 

Los ha habido, aunque sean casos muy minoritarios. El periodista Quique Peinado publicó en 2013 el libro Futbolistas de izquierda. Los jugadores de élite “sólo juegan, salen de noche y se compran grandes coches, son niños mimados; si expresan opiniones son intelectuales de segunda”, explicaba el periodista Jordi Basté. Sin embargo, hay ejemplos como el de Oleguer Presas, exfutbolista del FC Barcelona y del Ajax: manifestó que prefería jugar en la selección catalana a hacerlo con la española. El exportero del Athlétic de Bilbao, José Ángel Iribar, tenía afinidad con Herri Batasuna (HB). Sergio Manzanera, exdelantero del Valencia, salió al campo –ya como futbolista del Racing de Santander- con un brazalete negro contra los últimos fusilamientos del franquismo –tres militantes del FRAP y dos de ETA- en febrero de 1975.

-Dos exfutbolistas del Real Madrid, Fabio Cannavaro y Roberto Carlos, regalaron la camiseta a miembros de la peña ultraderechista Ultras Sur…

En el libro cito el caso de Salva Ballesta, exdelantero del Racing de Santander, el Valencia y el Málaga, que celebraba los goles con el saludo militar y se reconocía admirador tanto de Hans Rudel, piloto del ejército nazi, como de García-Morato, un aviador del bando franquista. Asimismo es conocido el apoyo del portero de la Lazio, Pepe Reina, a Vox.

-Te refieres a la “España merengue”. ¿Qué función ha desempeñado el Real Madrid en la construcción de la identidad nacional española?

Todos los clubes pasan por momentos diferentes. El papel fue muy importante durante el franquismo. En la democracia, aunque con matices, esta identificación continúa dándose. Así, en una coyuntura aislacionista, en la que la selección española no ganaba títulos –salvó la Eurocopa de 1964 contra la URSS-, el Real Madrid sí lograba Copas de Europa. Esto lo aprovechó el Régimen, pero también el club blanco. Se produjo una relación simbiótica, de la que ambas partes se beneficiaron.

“Vosotros habéis hecho mucho más que muchas embajadas desperdigadas por esos pueblos de Dios (…); vuestras victorias constituyen un legítimo orgullo para todos los españoles dentro y fuera de vuestra patria”, afirmaba en 1959 el ministro secretario del Movimiento, José Solís. Según el vicepresidente madridista (1962-1978), Raimundo Saporta, “el Real Madrid es y ha sido político. Ha sido siempre tan poderoso por estar al servicio de la columna vertebral del Estado (…)”. Asimismo Santiago Bernabéu, un franquista de tomo y lomo que presidió el club durante 35 años, llegó a afirmar: “Me gusta Cataluña y la quiero, a pesar de los catalanes”.

-¿El FC Barcelona es més que un club?

El Barça ha jugado siempre la carta de la representación de Cataluña y el catalanismo, así como de la España alternativa, republicana o no, centralista y no franquista. También de la reacción a un exceso del madridismo. Pero después, hemos visto que el Barcelona es un club capitalista como el resto y que en la camiseta ha exhibido el nombre de la dictadura de Qatar; en concreto, de la compañía Qatar Airways. Este juego de representaciones le ha venido muy bien, ya que el Real Madrid y el FC Barcelona constituyen un duopolio en España: han logrado –entre ambos- 17 de los 19 campeonatos de liga disputados en el siglo XXI. En la democracia, las dos entidades han alimentado este antagonismo. “Es un modelo imperialista (el del Real Madrid), tiene ciertos aires de prepotencia que, además, tiene los orígenes en el chollo”, afirmaba en 2009 el entonces presidente del Barça, Joan Laporta.

-Por último, el mito de la furia española: el gol de Marcelino a la URSS en la final de la Eurocopa de 1964; o el de Zarra a Inglaterra en el estadio de Maracaná, en la Copa del Mundo de 1950 celebrada en Brasil. De ahí al fútbol de técnica y toque de la roja, que consiguió dos Eurocopas (2008 y 2012) y un Mundialen 2010. ¿Se han utilizado políticamente estas victorias?

Los Estados han utilizado el deporte como un instrumento fundamental de nacionalización y homogeneización de los ciudadanos. El fútbol, por tanto, está politizado y controlado por los Estado nación; e intentan que no se politice a la contra por parte de la izquierda y los nacionalismos alternativos. Si no fuera así, ¿por qué la final de la Copa del Rey está presidida por el jefe del Estado español, el himno nacional y la bandera monárquica española?

“La selección es la patria misma”, decía José Nassazi, defensa de la selección uruguaya y ganador de dos mundiales. Cuando juega la selección española, lo hace España: todos jugamos contra otro Estado. Pero esto no es verdad, intenta esconderse la pluralidad y la disensión inherentes a cualquier sociedad. La Ley española del Deporte, de 1990 y actualmente en vigor, establece en su artículo seis el interés que tiene el deporte de élite para el Estado, entre otras razones “por su función representativa de España en las pruebas o competiciones deportivas oficiales de carácter internacional”.

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