Por: Francisco Parada Walsh*
Sabe, a usted la conocí en un hospital, fui a visitarla, el miedo invadía cada parte de mi vida, me imaginaba a aquella suegra de cara larga, sin embargo no fue así.
Todo sucedió muy rápido, quizá debo contarle mi verdad: Era un nueve de mayo de 1992 que mi madre fallece, con todo el dolor del alma enterramos a mi madre el Día de las Madres Ausentes, no sabe lo feo que se siente ver a otros celebrar con pasteles y ricas viandas mientras lloraba, jamás imaginé que aquella mujer poderosa, bella como solo ella, robusta, consejera infalible debía marcharse, no, creía que mi madre sería eterna, y me equivoqué y pasé gimiendo como un perrito tierno abandonado por el cariño de una madre hasta que la conocí a usted, sí, ¡A usted! Ese día llegué quedito, no le puedo mentir, algo me decía que sería usted una mujer severa, estricta como la ley, dura como un mazo y me armé de valor, de poco o mucho valor no lo sé pero decidí visitarla en su lecho de rosas; era un joven veinteañero que llega perdido al jardín, si, ese jardín son los cuartos del Hospital Militar y que me la encuentro, esa sonrisa indescriptible y esa luz cegadora nunca las olvidaré y sabe una cosa, aun, iluminan mi vida, cada día, cada instante, cada llamada que hago encuentro esa voz de una joven de veinte años, siempre arrecha, fuerte, optimista, alegre, servicial, única; sabe, por eso me gusta hablarle, cada semana, cada vez que puedo porque la amo, porque la adoro, porque usted es esa madre que Diosito me arrebató , no me creo merecedor de tener dos madrecitas en este mundo pero sí que he sido afortunado ¡Demasiado afortunado! Sabe, me encanta hablarle a escondidas de sus hijos, si, esos grandes muchachos y por supuesto, esa gran muchacha que fue, es y será Martita, si, ella.
De a poco entiendo que me hice viejo, pero sabe, usted siempre fue, es y será aquella luz radiante que me abrigó desde el primer día que la conocí, esa luz ilumina mi vida, llegué a viejo y adoro sus consejos, su cariño y qué decir de su toque especial para cocinar, de su sazón para cocinar, algunos dirán que prefiero comer que amar, solo usted y don Víctor me conocen bien, saben que soy un pequeño monstro en una mesa, devoro todo lo que esté frente a mí, claro, por supuesto que devoro más el cariño, el amor, el respeto y la sabiduría que sus astralidades culinarias; ¿Cómo olvidar los tamales de piña, el cerdo adobado, los tamales de gallina, la sabrosa quesadilla, la dominical sopa de patas y de su corazón y tantos guisos que usted prepara? No sé cómo tiene tanto tiempo para ser madre, esposa, amiga de un malandrín, confidente de un loco y una madre más en mi vida.
Sabe, estoy triste, muy triste, poco a poco llegué a los cincuenta y seis años y nunca creí en que todo en la vida acaba, todo termina y apenas entro en razón cuando entiendo que todos debemos cumplir una misión y sabe, usted la cumplió con creces, bueno, sabe, se lo voy a explicar, uno nace y tiene una madre, cuando reviso mi partida de nacimiento dice que nací un uno de septiembre de 1964 en aquella ingrata ciudad de Berlín, le llamo ingrata porque allá descansan mis hermanitos Danielita, Ricardito y mi madre Nena; sabe, como hijo de tata mi tata se equivocó de fecha, nací un uno de agosto de 1964, creo que el viejo para ahorrarse unas fichas decidió asentarme después, el verdadero motivo nadie lo sabrá.
Se lee en la partida que mi madre es Adela Margarita Walsh de Parada y muy, muy por debajo de esas líneas se lee unas palabras con letras bien colochas: “Tiene otra MADRE: ILDA GONZALEZ DE GOMEZ. Sabe, solo el tiempo ha permitido que su nombre se ilumine cuando tengo ese documento en mis manos y en mi alma y de a poco entiendo que esa sonrisa se va a extinguir, será mi mayor concierto acordar que tuve dos madres: Usted y mi madre Nena.
Sabe, fui, soy y seré afortunado pues nadie nace con dos madres y recientemente otro hermano perdió a su madre, ¡Qué relajo! Hermanos por aquí, hermanos por allá, madres por aquí y madres por allá y le comentaba a mi hermano lloroso que tuve dos madres, quizá él pensaba que estaba borracho, nada nuevo en mi pero no, estaba vivito y coleando, sabe, le dije que tuve y tengo dos madres y que mi vida será más dura que la de cualquier ser humano pues con usted conocí el amor, el respeto, la tradición, la sonrisa, el optimismo, la belleza de su rostro, la sinfonía de su sonrisa, el buen guiso pero sabe, sobre todo el amor que me hizo falta cuando mi Nena se me fue. Sabe, le dije a mi otro hermano que no hubiera querido tener madre y ¡Menos dos! Sabe, preferiría ser un hijo polinizado por una abeja, por una página que se enamoró de la siguiente página y parieron letritas, pero nunca por mujeres tan maravillosas como lo fue, es y será mi madre Nena y USTED.
Sabe, lágrimas se deslizan por mi rostro cuando escribo esto pero es la verdad; preferiría ser un huérfano indeseable como tantos que vagan por el mundo a tener dos madres, sabe, esto duele y demasiado, demasiado. Gracias mamá Ilda por calentarme con esas alotas que solo usted tiene, darme de comer como hace la pájara con el pajarito, darme el calor que calienta mi alma, darme todo lo que tengo. Gracias mamá, gracias mamá Ilda por todo lo que me ha dado.
Sabe, la quiero mucho, muchísimo, quizá es poco para usted; sabe, siempre la querré, siempre, y llegará un momento que le voy a presentar a mi mamá mamá para que desde el cielo me cuiden…y me esperen.
*Médico salvadoreño