Hace una semana dijimos que “el verdadero fraude” en las elecciones del próximo domingo no tiene que ver con fallas del Tribunal Supremo Electoral (TSE) detectadas en simulacros de transmisión de resultados, sino con el irrespeto a las leyes, el uso de recursos gubernamentales para la campaña y utilizar cargos públicos para favorecer a partidos o candidatos.
Y decíamos que, al revisar estos aspectos, son -precisamente- los pregoneros del fraude (Nayib Bukele y Nuevas Ideas) quienes más fraudulentamente han actuado. Ahora planteamos que hay un “fraude mayor”, cuyo ámbito de realización es la mente de las personas y el imaginario social. Este fraude también ha sido cometido por Bukele, y consiste en hacerle creer a la mayoría de la población que él y su partido son distintos a los demás.
Retomando ideas del artículo “Bukele y Nuevas Ideas sintetizan la política tradicional”, puede afirmarse que -para perpetrar este “fraude mayor”- Bukele ha utilizado cinco estrategias fácilmente identificables. La primera es presentarse como un “outsider”, es decir, alguien externo o ajeno a la política y los demás partidos. Para esto procura sacar de la memoria colectiva su procedencia del FMLN y su candidatura presidencial con GANA, un partido de derecha corrupto desde sus orígenes.
La segunda estrategia consiste en ocultar también los antecedentes políticos de los principales miembros de su gabinete, para mostrar un gobierno con “gente nueva”. Para ello Bukele esconde la procedencia partidaria de Rogelio Rivas, Francisco Alabí, María Chichilco, Mario Durán, Carolina Recinos, Michelle Sol, Gustavo Villatoro, Osiris Luna, Milena Mayorga y otros funcionarios que vienen del FMLN, GANA y ARENA, respectivamente. La tercera es fingir que su gobierno no es corrupto, no viola derechos humanos y no repite prácticas de administraciones anteriores. Para esto Bukele cerró el acceso a la información pública, ha protegido a los funcionarios señalados de corrupción o de violar leyes, arremete contra periodistas o medios que revelan irregularidades y mantiene un despliegue propagandístico en redes sociales y medios de comunicación (estatales, privados que reciben publicidad y los controlados por el CONAB). La cuarta estrategia consiste en mostrarse diferente a los presidente anteriores. Para esto Bukele procura que la gente no perciba en él la conducta autoritaria de Francisco Flores, el estilo demagógico y propagandístico de Antonio Saca, la actitud confrontativa de Funes y el nepotismo que tanto criticó de Salvador Sánchez Cerén.
Y la quinta es proyectar a los dirigentes y candidatos de Nuevas Ideas como “nuevos”, probos y castos en política, aun cuando la mayoría viene de otros partidos, están señalados de corrupción o no acreditan perfil de idoneidad. Bukele también esconde que, tanto en el partido como en el gobierno, los puestos más importantes los tienen sus familiares, amigos, compadres y ex empleados de sus empresas.
Para revertir este “fraude mayor” es necesario que la gente engañada por Bukele y Nuevas Ideas descubra que él y los suyos provienen de otros partidos y que -por tanto- también son de “los mismos de siempre”, que él actúa como los últimos cuatro presidentes, que su gobierno repite prácticas corruptas de administraciones anteriores y que los candidatos de su partido no son tan nuevos, inocentes y pulcros como se presentan.
Editorial ARPAS