Por: Francisco Parada Walsh*
En mi mente existen dos mundos, el imperfecto donde habito y el perfecto donde se cuecen las maldades, el odio, la ignorancia y los peores vicios de una raza humana a punto de extinguirse.
En mi mundo imperfecto hay verdades, no mentimos, todos conocemos el dolor del otro; en el mundo perfecto hay mentiras, éstas se venden como pan recién salido del horno a una sociedad cada día más agonizante.
En el mundo imperfecto hay hambre, no hambre de valores sino de un plato de comida, se comen dos tiempos ya que no alcanza el buque; en el mundo perfecto vienen hadas, unicornios y sirenas a cantarnos, nos arrullan a la hora de comer, todo es un festín, es el mundo de los manjares, sobra la comida, de a poco somos un mundo más grasiento que perfecto.
En el mundo imperfecto hay amistad, no son pactos de sangre sino pactos de amor, de servicio, de no dejar que el hermano sufra; en el mundo perfecto poco importa que a mi prójimo se lo lleve el diablo, aquí no hay amistad, hay pactos, hay hermandades donde todos nos tenemos la cola pisada, todos sabemos lo que aquel hace y si decide salirse del huacal no lo podrá hacer, muchas pruebas ha dejado que lo terminarán sepultando, aquí lo que importa es cubrirse las espaldas, como en el viejo oeste y disparar a matar a aquel que sea incómodo en nuestro actuar.
En el mundo imperfecto se comparten cosechas y dolores; en el mundo perfecto todo es una burbuja soplada con hálitos de muerte, con suspiros de odio, de maldad.
En el mundo imperfecto no hay violencia, todos somos uno, nadie agrede, todos respetan, aman y comparten; en el mundo perfecto se vive en otra galaxia, todo es mentira, todo es falso, todo apesta, sin embargo muchos creen en que ese mundo es real y que hay alguien que piensa en ellos.
En el mundo imperfecto se come pobre pero se come, nadie espera nada de la nada, todo es ganado en base al trabajo, al sudor, al amor a la familia; en el mundo perfecto se piensa con las tripas, con las entrañas y si están vacías, mejor; deben ser llenadas con dádivas, aquí no existe el trabajo sino la bajeza.
En el mundo imperfecto no vemos noticias, vivimos de leyendas contadas por nuestros antepasados y somos felices; en el mundo perfecto se abolió el pensamiento y los habitantes de ese universo, no piensan, creen todo.
En el mundo imperfecto no somos violentos; en el mundo perfecto la violencia es un modo de vida, se mata por nada, se odia por todo, se descuartiza por centavos y aun, muchos del universo perfecto no entienden, apenas mueven sus cabezas como muñecos de trapo, el cerebro es el hígado y viceversa ¡Qué tristeza!
En el mundo imperfecto vivimos día a día, muchos no visitamos ni iglesias ni templos ni alabamos a Dios en vano, nuestra mesa es nuestro templo, ahí está la bendición; en el mundo perfecto se adoran ídolos, se visita a un dios diferente al dios de mi mundo, se adora un dios muy parecido al hombre y no al hambre, se ofrendan vidas para que la cosecha sea grande pero no se siembra, las ofrendas son falsos dineros, plegarias atropelladas, amistades de mentira, salvaciones compradas según el precio del cura.
En el mundo imperfecto nosotros escribimos nuestra historia, cincelamos la piedra con el amor, con la solidaridad, con el respeto y esa misma escritura será la de nuestros hijos, nietos y toda nuestra descendencia; en el mundo perfecto otros escriben nuestra historia, cada día más mentirosa, más inventada, más perfecta que de a poco todo se cree, en ese mundo lo malo es bueno y poco falta dar premios a asesinos y matar a la verdad, al honor, a la justicia.
En el mundo imperfecto habitamos hombres de barro, todos sabemos que volveremos a la tierra que nos vio nacer, aceptamos las adversidades con fe, servimos al hermano desde el fondo del corazón, compartimos nuestra mesa con el caminante; en el mundo perfecto se miente, se odia, se desprecia, se incomoda, ese mundo es habitado por seres débiles, ignorantes de las leyes universales donde de a poco la mentira le zampa una paliza a la verdad pero, no, nunca logrará vencerla, pues al fin todo cae por su propio peso y los hombres de barro tenemos los pies en el fango, en ese barro divino donde Dios nos moldeó no a su imagen y semejanza sino a semejanza e imagen de un hombre común y corriente pero hombre al fin y los hombres del mundo perfecto tienen los pies en el aire, en un pedestal que poco a poco se desquebraja.
No somos perfectos ni imperfectos y solo con el simple hecho de que sabemos que moriremos debería ser suficiente para amarnos, para no joder tanto.
*Médico salvadoreño