Bukele debe componer la relación con EE.UU. (Carta a la diáspora)

Las relaciones entre El Salvador y Estados Unidos han variado durante las últimas tres décadas: los gobiernos de ARENA fueron totalmente serviles a los designios de Washington, con el FMLN hubo una mezcla de “independencia-sometimiento” y la administración de Nayib Bukele ha optado por una confrontación absurda que podría traer graves consecuencias al país.

En los 20 años de ARENA, la política exterior salvadoreña estuvo en función de los intereses de Estados Unidos y muchas políticas internas también se definieron en la embajada norteamericana. EE.UU, además, influyó a través de instancias como el Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial para imponer privatizaciones, tratados de libre comercio y otras medidas neoliberales.

En la década del FMLN se rompieron alineamientos con Washington sobre Cuba y Venezuela, y -al final del gobierno de Sánchez Cerén- se cerraron relaciones con Taiwán y se abrieron con China. Sin embargo, hubo imposiciones estadounidenses como la Ley de Asocios Público-Privados que fue una condicionante del FOMILENIO.

Desmintiendo los pronósticos de la derecha que advertía sobre una ruptura de relaciones salvadoreño-estadounidenses si la izquierda llegaba al gobierno, las administraciones efemelenistas tuvieron relaciones cordiales y sin sobresaltos con la potencia del norte, “equilibrando diferencias y coincidencias”.

El actual gobierno inició con una relación de cercanía y sumisión con Estados Unidos. Bukele se mostró afín a Donald Trump (a quien llamó “very nice and cool president»), asumió sus políticas antiinmigrantes, exhibía su cercanía con el entonces embajador Ronald Johnson y -para congraciarse con la Casa Blanca- maldijo a China en su discurso en la ultraconservadora Fundación Heritage: dijo que el gigante asiático “no es confiable, no respeta las reglas y no ayuda sin condiciones”.

Pero esto cambió con la llegada del Partido Demócrata a la Casa Blanca. Su “parecido a Trump” y su desprecio a los llamados de atención de congresistas y funcionarios del presidente Joe Biden que le pidieron respetar la democracia, tensaron las relaciones hasta llevarlas a una confrontación peligrosa donde quien pierde es El Salvador.

Frente al rechazo estadounidense Bukele fortalece los vínculos con China, país que provee vacunas anti-COVID, ofrece inversiones y podría comprar la deuda externa. Esta semana el presidente anunció con bombo y platillo la ratificación parlamentaria de un convenio de cooperación con la nación oriental.

Por el bien del país, Bukele debe reflexionar y corregir su actitud frente a Estados Unidos. No se trata de someterse ni de confrontar; si no de mantener relaciones cordiales, respetuosas y de colaboración mutua con el país donde vive y trabaja una tercera parte de la población salvadoreña, cuyas remesas sostienen la maltrecha economía nacional.

Bukele no puede pelearse con el país que es el principal destino de las exportaciones y el principal origen de las importaciones salvadoreñas; no debe confrontar con el país que envía papel moneda para esta economía dolarizada y tiene poder de veto en instancias financieras donde el gobierno solicita préstamos.

Esperemos que finalmente se imponga la serenidad, la sensatez y el sentido común. Ojalá que las organizaciones de la diáspora salvadoreña hicieran un enérgico llamado al presidente que mayoritariamente apoyaron creyendo que representaba un cambio real en la forma de hacer política.

(ARPAS)

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