Por: Guillermo Alvarado
En su gira por Europa el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha empujado a sus socios del Grupo de los 7 y la belicista Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, a una cruzada contra Rusia y China a los que acusa de violar los derechos humanos e intervenir en otros países.
Dice el jefe de la Casa Blanca que “América ha vuelto”, sin aclarar que no se trata de todo este extenso, hermoso y variado continente, sino de la pequeña parte que su nación ocupa.
Precisamente en estos días el diario argentino Página 12 publicó un artículo del periodista Gustavo Veiga titulado: “Estados Unidos y las derivaciones de Lava Jato”, donde se refiere a la naufragada operación anticorrupción brasileña y cómo Washington intervino en ella.
Es un oportuno recordatorio de que cuando se habla de injerencia en los asuntos internos de gobiernos y pueblos ajenos, no hay que mirar hacia Moscú o Beijing, sino a la potencia norteña que lleva siglos practicando esas malas artes, que tanto daño ocasionaron en todos los rincones del mundo.
El autor del texto señala que 23 congresistas demócratas y varias organizaciones sindicales estadounidenses pidieron al fiscal general, Merrick Garland, que explique qué pasó en realidad en Brasil en años recientes.
Se trata de una derivación de la carta que 77 legisladores brasileños le enviaron a sus pares del norte en 2020, para conocer cómo Estados Unidos intervino en esa causa cuyo objetivo final fue apartar del poder al Partido de los Trabajadores, devenido piedra en el zapato del tío Sam.
Lava Jato es el clásico ejemplo de cómo desde la potencia hegemónica se pervierte la justicia para eliminar políticamente a adversarios, en lo que se ha llamado persecución judicial o “lawfare”.
En Brasil se operó en dos tiempos, el primero para deponer a la presidenta Dilma Roussef con una absurda acusación de malos manejos en las cuentas federales, hasta dictar su expulsión del palacio de Planalto en 2016.
La segunda parte consistió en involucrar a Luis Inacio Lula da Silva en presuntos actos de corrupción, encarcelarlo e impedir su participación en las elecciones de las que emergió como ganador Jair Bolsonaro.
Como rostro visible estuvo el ex juez y antiguo ministro de Justicia, Sergio Moro, pero tras bambalinas operó, entre otros, la agente especial del Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos, Leslie Backschies, quien era asidua visitante a Curitiba.
Hay mucha más tela para cortar en esta oscura trama, pero baste esto para constatar cómo Washington tuerce destinos de pueblos y personas, con tal de mantener intactos sus más bajos intereses.
Fuente: Radio Habana Cuba.