El Espejo

Todo pasó tan rápido. Sufrí un accidente de tránsito, aun, en mis últimos momentos pensé que la vida es fugaz, no, no es una estrella fugaz, la vida es fugaz. Todo acabó. No recuerdo mucho de mi funeral, apenas recuerdo a un amigo que lloraba desconsoladamente, y todos los perros que venían a comer a mi casa estaban tristes, no por la comida que les faltará, sino por esa amistad eterna y maravillosa que hicimos.

Por: Francisco Parada Walsh*

Abro los ojos, apenas pude ver lo que era ese lugar, las luces son tenues, no hay nadie junto a mí; es una gran habitación, rodeada de espejos, tampoco es un motel ¡Es el infierno! Pensé que todas las diablas amigas y conocidas estarían esperando por mí, que me recibiría Led Zeppelin con “Escalera al Infierno”, creí que el vino correría como un rio desbocado pero no, todo es silencio, solo son los espejos e Intenté verme en el espejo que estaba frente a mí, imaginé ver a un viejo de cincuenta y siete años, medio delgado, el pelo escasea pero no fue esa imagen que tenía metida en mi cabeza, no, era un hombre diferente, quizá horrible, cuando quise verme en ese espejo mis ojos cansados estaban cerrados, no podía ver nada; del espejo salió una estridente voz que me dijo:

¿Qué piensas que verás algo, cobarde? No entendía esas palabras, no; de repente me repite: Si tu vida fue “ver, oír y callar”, ¿Cómo puedes creer que en el infierno tus ojos estarán abiertos si preferiste voltear tu mirada ante la nada cuando a tus hermanos los mataban, morían de hambre, migraban a la tierra de Cochise? Pobre de ti alma errante, tus dislocados sueños no existen, aquí es el sufrimiento, la impotencia y la crueldad quienes esperan por ti.

No podía ver, temblaba de miedo, aun, osé preguntar por qué el infierno es tan cruel; apenas escuché una gran carcajada, era el diablo quien me dijo: “tu mereces estar acá ¿Qué hiciste por tu prójimo? ¡Nada!” De repente quise hablar pero no salía una palabra de mi boca, fue el diablo quien, altanero y burlón me reprende: ¿Cómo crees que tienes derecho a hablar? Mírate en el espejo ¡Mi boca estaba cosida con gruesos alambres de púas! apenas pujaba, quería hablar y gritar pero todo era como en una pesadilla; no podía ni siquiera ver ni hablar, y es el diablo que mientras fuma un lujoso habano “Cohíba” me hizo sentir triste y cohibido al decirme:

¿Cómo crees que mereces hablar si tu vida es una cobardía, nunca alzaste tu voz ante tanta injusticia? Lo que ves en el espejo eres tú, mientras vivías, aun, creías que vivías, tu vida fue un relajo; siempre pensando en banalidades; mírate ahora, ese fuiste y eres tú, un cobarde, un traidor; aun, poco me importara que siquiera la Biblia te hubiera servido de algo pero no, ¿Por qué he de tratarte diferente?

El zumbido en los oídos se volvió cada vez más agudo, el dolor es insoportable, lo único que escuchaba con toda claridad era la voz del diablo; ese agudo sonido me estaba volviendo loco y fue el diablo quien me dijo:

¿Qué hiciste cuando los niños lloraban de hambre, cuando el pobre llegó a pedirte algún dinerito, cuando un enfermo buscó tu ayuda? ¡Nada! Siempre creíste en el auto suficiencia, poco te importó escuchar el ruido de las tripas del hambriento, muy poco.

¿Por qué esperas que tenga alguna consideración de ti, alma pútrida? Me sentí derrotado, todo lo que el diablo decía era cierto; quise llorar pero no salía ni una lágrima; el diablo al verme intentando llorar se tiró una sonora carcajada ¡Pobre hombre, ni llorar puedes! Me sentía perdido, el terror invadía mi cuerpo, quería rezar pero todo era al revés, quizá como es mi vida.

Don diablo, disfrutaba todo lo que yo sufría y en un momento me dice: Sé que tú eres aquel loco que creías que aquí corren ríos de cerveza regia y vino que en vano limpia tus venas; sentía que ya mis ojos se abrían, el zumbido había desaparecido y fue Don diablo quien me dice: Mortal, mortal, pobre mortal, tienes que abrir tus ojos y verás todo lo que un día soñaste

¡No podía creerlo! Tenía frente a mí a las diablas más diablas, algunas eran muy conocidas mías, no me preocupaba el largo de su cola ni de sus cachos, bastaba amarrarle la cola con los cachos y las tenía dominada; fue Deep Purple que empezó a tocar ¡cómo iba a imaginar que tal grupazo estuviera en el infierno! Y que suena “Smoke on the Water” y sale ese bailarín frustrado que llevo en mi y empiezo a bailar con todas las diablas ¡Se valía de todo! La cerveza era alemana; el vino, francés; las diablas mi pasión.

De repente veo a una diabla algo rara, no puedo ocultar que estaba ya ebrio; era bella, cuándo le pregunté el nombre me dijo: “Fabiana Colindreja”, me desmayé ¡No podía creerlo! Fue una diabla llamada Lucíabell que empezó a darme respiración boca a boca; realmente me hice más el muerto de lo que estaba, ¡Qué diabla! Tiene razón un pastor de que sea su fiel feligrés ¡Viva el diablo!

*Médico salvadoreño

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