La Plaza de Toros

Por: Francisco Parada Walsh*

Todos los espectadores listos. No hay vino ni sangría, solo sangre azul y blanco. No importa, se compran litros de sangre, galones de plasma, toneles de maldad. No es la plaza “La Amistad” ni es Julián López Escobar mejor conocido como “El juli” el torero estelar; no, la plaza de toros se llama “Un chupadero”, el toro es ese joven que falleció y el público enardecido que pide el rabillo del toro, somos nosotros, somos los infra humanos que fuimos cómplices de esa muerte.

Hubo una persona a quien le tengo especial cariño que cuando vio las imágenes me dijo: “Pobre ignorante” a lo que le repliqué: “Pobre ignorante o inteligente, es un ser humano”; ese joven deja hijos, esposa y sino padres, lo más duro para un padre es enterrar a un hijo, lo he vivido con la muerte de mis hermanos.

Ese joven fue asesinado no por esa caída sino por la miseria de una sociedad indolente, que ajota al toro a que siga luchando contra el torero, no, todos somos ese torero, todos somos esa plaza que mientras lanzamos gritos de guerra al ver a un ebrio hacer disparates, aplaudimos.

No somos capaces de detener esa masacre, al contrario, la seguridad que debió inmediatamente retirarlo del lugar, sin violencia ¡No hace nada! Los amigos de ese joven, aplauden, vitorean, rezan a la Santa Muerte para que de un tajo le vuele la cabeza a su “Amigo; mientras, todos graban cómo el toro perdido no sabe qué hacer, parece que en el video alguien le da dinero; Todos cómplices por omisión pero vivimos en este país donde ver desnucarse a un joven es quizá normal.

Le escribo este sencillo escrito a un joven que no debió nunca perder la vida, nunca pero hubo un tiempo que  un ex vice presidente agarró a balazos a la Policía Nacional Civil y por ser un ex funcionario del más alto nivel poco importa tal agravio, no, él es diferente cuando todos sabemos que el guaro enloquece, turba; turba es la que celebra la muerte. Al final, todos somos toros en la vida, unos mueren en la plaza, otros de hambre, algunos de desempleo y otros toros que mueren queriendo llegar a la tierra de Cochise.

Debe el ciudadano ver ese video, no por morbo sino para que tan dura experiencia sirva de ejemplo de lo que es nuestro país, un antro bien grande, una plaza de toros o un chupadero de veinte mil kilómetros cuadrados donde en vez de cuidar al toro amigo, le damos dinero, lo incitamos a que siga la fiesta eterna del salvadoreño.

¿Cómo podemos hablar de dios o decir que pertenecemos a determinada denominación religiosa? ¿Cómo por Dios? Si muchísimos de los que estaban en esa plaza viven zampados en la iglesia católica o cristiana, sin duda alguna; pero que muera un joven, el futuro de un país frente a decenas de personas solo dice nuestra indolencia al dolor, a la muerte.

Particularmente no visito ningún lugar religioso, debe el lector entender que sí visito espacios espirituales como el alma de un chucho, la cola de un gato juguetón, darle de comer a gallinas, disponer de forraje para decenas de perros que me visitan, servir a mi paciente, esa es la diferencia. Mientras, todos gritaban ante el desmán de ese joven, no, nadie piensa en el futuro, todo es hoy, todo es buscar donde el guaro es más barato.

Ese video estruja el alma, y debo recalcar que el país consume guaro  y quizá no sea la adicción al alcohol sino la adicción a olvidar la miserable  vida que vivimos y que viviremos. Solo debemos reflexionar que ese joven puede ser nuestro hijo, nuestro hermano, nuestro padre y debemos correr en su ayuda, y no filmar la muerte de un hermano.

*Médico salvadoreño

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