Como forma de afrontar los problemas que atraviesa la Iglesia y como manera de impulsar respuestas institucionales acordes con los desafíos de la realidad, el Papa promueve un nuevo modelo de participación eclesiástica basado en la corresponsabilidad.
Francisco enfrenta resistencias fuera y dentro de la Iglesia Católica. Por sus críticas al capitalismo, por la defensa de los pobres y por sus posiciones ante graves problemas internos que en otro tiempo fueron tabú para la jerarquía eclesiástica. Pero el Papa continúa a paso firme con el proyecto que se trazó desde que arribó al Vaticano. Y así como en recientes declaraciones a la agencia argentina Télam sostuvo que “la pandemia es un desafío al cambio” que si no se hace efectivo “salimos peor, aunque no lo sintamos”, también en el orden interno eclesiástico Jorge Bergoglio da pasos destinados a cambiar los modos de participación y toma de decisiones en la Iglesia. Ello sin dejar de encarar situaciones sumamente críticas que heredó, como lo es centralmente la cuestión de los abusos sexuales por cuenta de una parte del clero y la jerarquía. Pero además mientras continúa sus diálogos institucionales con quienes deciden en el mundo, Francisco sigue privilegiando a los movimientos populares como principales interlocutores y aliados en su propósito de disminuir las desigualdades. El 17 de octubre el Papa le hizo un llamado a los dirigentes populares a «soñar juntos para evitar el abismo al que vamos» y les agradeció por «dejarme ser parte de sus luchas».
Frente a la próxima cumbre climática COP26 (Glasgow, 1 al 12 de noviembre) y al encuentro del G20 en Roma, Francisco no desperdició oportunidad para mandar su mensaje. “Hay que plantearse seriamente la salida a las periferias” dijo. Y subrayó que “esto lo hacemos ahora o no lo hacemos más” porque, agregó Bergoglio, “la fraternidad universal no es un tango, es una realidad”. Los últimos discursos de Francisco estuvieron marcados por cierto dramatismo seguramente surgido de la preocupación que deriva de la situación mundial agravada por la pandemia. “El partido se juega ahora” porque “si no estamos fritos” le dijo a Telam en lenguaje porteño coloquial.
Los problemas internos
Pero más allá de lo que hoy Francisco representa para la humanidad como referente político-cultural y religioso, el Papa enfrenta serios problemas e innumerables desafíos hacia el interior de su propia feligresía, un conglomerado que según el anuario estadístico vaticano actualizado al 31 de diciembre de 2019 reúne a 1.344.403.000 católicos y católicas en todo el mundo.
Una reciente investigación realizada en Francia dio cuenta del abuso de más de 333 mil niños a manos de funcionarios de la Iglesia Católica en los últimos setenta años, dato que se suma a hechos similares ocurridos en Australia, Alemania, Irlanda y Estados Unidos, entre otros países.
Francisco sabe que esta es una de las cuestiones más delicadas que debe afrontar. “Mi vergüenza, nuestra vergüenza, es por la incapacidad de la Iglesia de ponerlas en el centro de sus preocupaciones”, dijo Bergoglio.
A ello se sumaron también maniobras que involucran a los “Legionarios de Cristo” (hoy intervenidos por el Vaticano) en operaciones por hasta 295 millones de euros en paraísos fiscales según se reveló en los “Papeles de Pandora”. Esas cuentas fueron creadas por el sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador y superior general de “Los legionarios”, fallecido en 2008 y señalado también como pederasta, cuyo poder eclesiástico creció al amparo de Juan Pablo II. Francisco fue terminante cuando, en febrero de este año y hablando ante los legionarios, se refirió al “comportamiento delictivo” del fundador Maciel, dijo que no se lo puede considerar “un ejemplo de santidad a imitar” y criticó su “doble vida” que le permitió adquirir poder en la Iglesia.
Como parte de su estrategia para sortear todas estas dificultades Bergoglio sigue avanzando en nombrar en puestos claves a personas de su confianza y conocimiento personal. Una de las designaciones más recientes fue la del sacerdote español Fernando Vérgez Alzaga, hecho obispo y puesto al frente del Gobierno del Estado de la Ciudad del Vaticano. Vérgez Alzaga es un clérigo que desde los años setenta forma parte de distintas instancias de la curia vaticana y que fue secretario personal del cardenal argentino Eduardo Pironio (1920-1998), siendo esa la ocasión en la que tuvo relación cercana con Bergoglio.
En la misma línea habría que destacar también recientes nombramientos de la teóloga argentina Emilce Cuda como jefa de la oficina de la estratégica Pontificia Comisión para América Latina y del obispo Jorge García Cuerva, también argentino e identificado con la “opción por los pobres”, en la no menos importante Congregación para los Obispos, responsable de acercarle al Papa los nombres de los futuros obispos.
La iglesia “asamblearia”
Sin desconocer la gravedad de los problemas externos e internos a enfrentar, Francisco entiende que la Iglesia Católica tiene que profundizar el camino de su renovación. Para ello, ha venido tomando resoluciones en el marco de sus atribuciones pontificias pero sin avanzar en reformas del derecho canónico ni de las constituciones eclesiásticas. Pero la apuesta más fuerte es a promover la participación mucho más activa y protagónica de todos los fieles lo cual debe leerse también como un embate contra el clericalismo.
Bergoglio ha querido impulsar una renovación del Concilio Vaticano II alimentando una experiencia sinodal, de asamblea. Sobre esta certeza, el Papa convocó a un proceso de escucha previa al sínodo que se celebrará dentro de dos años, partiendo de la base del compromiso de todas y todos los fieles. Para Francisco “lo contrario al clericalismo es la corresponsabilidad”. Desde su creación en 1967, los sínodos han sido encuentros reservados a los obispos, con apenas la participación de asesores. Ahora el Papa abrió un proceso de dos años que comienza por la consulta (“la escucha”) en las diócesis (circunscripciones eclesiáticas) de todo el mundo y que culminará con un sínodo con amplia participación de todos los estamentos de la Iglesia. Según el teólogo Rafael Luciani, doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana (Roma), el Papa está “mejorando una nueva forma eclesial de proceder inspirada en una práctica de transparencia y responsabilidad”.
América Latina, donde habitan el 62% de los católicos de todo el mundo, ha sido de alguna manera un lugar de experimentación de esta metodología. Cuando los obispos latinoamericanos le pidieron a Bergoglio que convocara a una nueva Conferencia General del Episcopado como las celebradas cada diez años en Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida, el Papa les contra ofertó una asamblea eclesial, que tendrá su punto culminante del 21 al 28 de noviembre próximo en México, pero que se inició con consultas y escuchas a lo largo y ancho de todo el continente. El propio Francisco dijo que “esta es la primera vez que se realiza una asamblea eclesial. No es una conferencia de obispos latinoamericanos como las anteriores. Es otra cosa. Es un encuentro del pueblo de Dios, laicas, laicas, religiosas, religiosos, sacerdotes, obispos, que caminan juntos. Oran, hablan, piensan, discuten, buscan la voluntad de Dios”, aseguró el Papa.
Según lo informó el arzobispo argentino Jorge Lozano, Secretario del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), unas mil personas participarán virtualmente en la asamblea latinoamericana. Los obispos serán minoría: 200. Habrá 200 sacerdotes y diáconos, 200 religiosos y 400 laicos. Hasta allí llegarán y se pondrán en debate los resultados de la escucha y las propuestas de la feligresía de toda la región. Así Francisco pone a prueba en América Latina un nuevo estilo de participación que pretende para el catolicismo mundial.
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Fuente: Página12