En 1996 una periodista me preguntó sobre el impacto de la declaración de Cuauhtémoc Cárdenas de que no era creyente, le contesté que no lo sabía y que haría una investigación de carácter antropológica y cualitativa. Las indagaciones se prolongaron durante 1997, 2000, 2003 y las retomé en las elecciones nacionales de 2018.
Por: Elio Masferrer Kan*
Los resultados fueron sorprendentes, contra todo pronóstico una minoría de alrededor del 5% de los entrevistados tomaría en cuenta, para la decisión electoral, la opinión de un ministro de culto, mientras que más de la mitad de los entrevistados negaba rotundamente que aceptaría las indicaciones de un religioso y señalaba enfáticamente que votaría en contra de lo que este le indicara.
Esto se confrontaba con la información de los operadores políticos de que tanto el Partido Revolucionario Institucional (PRI) negociaba con las iglesias, al igual que el Partido Acción Nacional (PAN)
En el modelo de investigación teníamos otra hipótesis, si el perfil creyente del candidato podía incidir en el comportamiento electoral y ahí el resultado fue mas interesante: entre el 30% y el 40% planteaba que era importante que el “candidato ganador fuera creyente”, porque explicaban “tendría miedo a la justicia divina” y sería menos “ladrón” y una larga lista de descalificaciones que sería inconveniente transcribir. El desprestigio de los políticos era evidente.
En el 2000 los candidatos mexicanos hicieron énfasis en sus creencias religiosas, un precandidato (R. Madrazo) decía que “gracias a Dios no era el candidato oficial” y más espectacular Vicente Fox, el día anterior a la apertura de las campañas enarboló una réplica del legendario estandarte con la Virgen de Guadalupe del cura Hidalgo, en 1810, y repitió su legendario Grito: “Fuera el mal gobierno”.
El presidente Fox no estuvo a la altura de las expectativas populares y en la investigación del 2003 los entrevistados se quejaban de que el argumento de las creencias del candidato “se había hecho para cachar votos” y que “era de los dientes para fuera”. En las elecciones del 2018, como expliqué en mi libro “Lo religioso dentro de lo político. Las elecciones de México 2018”, el candidato triunfante Andrés Manuel López Obrador (AMLO) expresó públicamente su religiosidad, aunque se cuidó de no expresar ninguna identidad confesional precisa, autodefiniéndose como un creyente genérico no adscrito a ninguna iglesia.
Los opositores al régimen señalan que sus frecuentes declaraciones mencionando al Creador, citando La Biblia o reivindicado la figura de Jesús de Nazareth como el primer revolucionario violan la laicidad del Estado. Asimismo, AMLO reivindica a Benito Juárez como “el mejor presidente de México” que separó la Iglesia del poder Político y del Estado, moviéndose en una constante ambigüedad conceptual.
Pocos días antes de las elecciones mexicanas de junio de este año el cardenal Sandoval Íñiguez y otros prelados llamaron a través de las redes sociales a votar contra el partido en el gobierno y contra la amenaza comunista.
Estas declaraciones en el período de veda electoral, además ser emitidas en contextos confesionales, fueron según interpretaciones de la Justicia Electoral una clara violación al ordenamiento constitucional mexicano y se anularon las elecciones en la ciudad de Tlaquepaque, Jalisco, donde había ganado por estrecho margen Movimiento Ciudadano (MC), Morena había perdido por un margen estrecho y el PAN había obtenido un lejano tercer lugar.
El Tribunal ordenó también a la Secretaría de Gobernación que aplicara las sanciones legales correspondientes a los sacerdotes y sus asociaciones religiosas. A nivel nacional MORENA y sus aliados habían mantenido la mayoría en la Cámara de Diputados, ganado varios estados y perdido posiciones en la Ciudad de México.
Las elecciones de Tlaquepaque se repusieron y los resultados en términos porcentuales fueron exactamente los mismos que en las elecciones anteriores. En términos doctrinales sería difícil imaginar que los dichos de los prelados hubieran incidido en los votos de MC, que tiene entre sus filas a miembros de la comunidad judía y sacerdotes renunciantes. El PAN, habitualmente señalado como el partido apoyado por la Iglesia Católica repitió su tercer lugar con un 7%, nada menos que en el Estado de Jalisco, reputado como uno de los más católicos de México.
Frente a estos resultados electorales lo único que nos queda es concluir que efectivamente los ministros de culto tienen cada vez menos posibilidades de incidir en el comportamiento político y electoral y que las declaraciones de sus eminencias hubieran tenido mejor impacto si las hubieran hecho en forma menos obvia o mejor no las hubieran dicho. En México, en política, una vez más quedo demostrado que “la forma es fondo”.
*Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH