Violencia de género

Este abordaje de la temática no puede por principio ofrecer soluciones mágicas, sino apenas un atisbo criteriado del mismo.

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*

El fenómeno de la violencia en contra de la mujer es uno que ha alcanzado cotas de pandemia – la ONU asevera que hasta el 50% de las mujeres en el mundo e independientemente de su edad, condición económica, filiación religiosa, etnia o clase social, han sufrido algún tipo de agresión proveniente de su entorno, ya sea física, verbal, económica o de cualquier otro tipo, a lo que la OMS añade que hasta un 30% de mujeres adultas en el globo son agredidas de manera sistemática por sus parejas -, lo que se corresponde con múltiples factores que van desde el cultural, el educativo, el económico, el histórico, etcétera.

Es el caso que este tampoco reconoce fronteras, statu social o legislación, a las que pareciera ignorar, y dado que no es tampoco patrimonio de un país o región en particular – los datos de la prevalencia de la violencia de pareja por ejemplo y considerándola desde los 15 años en adelante, estima el porcentaje de incidencia en hasta un 20% en la región del Pacífico occidental, el 22% en los países de ingresos elevados y Europa, el 25% en las Américas, el 33% en África, el 31% en el Mediterráneo oriental y hasta un 33% en Asia sudoriental, datos de acuerdo a OMS- y que se refleja además en los asesinatos de mujeres cometidos por las parejas de estas en el mundo – hasta el 38%/OMS- lo que constata que este fenómeno se corresponde más con elementos culturales y económicos que de cualesquier otro tipo.

Es decir; un arraigado sentido de pertenencia, de propiedad, de sujeción, de sometimiento, de deshumanización en el sentido más propio, son los elementos culturales que debemos considerar y que son incidentes en el fenómeno de la violencia de género, agravados cuando además son alentados desde elementos tales como lo religioso, o lo étnico, pero en particular por lo económico; dicho de otro modo, estos conforman el perfil sociológico que constituye el alma del patriarcado tal cual lo conocemos y que da pie a la violencia desmedida dirigida en contra de la mujer, pero además también contra los menores y los ancianos, es decir, cualquiera que se encuentre en una condición de vulnerabilidad y desventaja social.

De ahí que, de la violencia de género establecida en el círculo familiar o su entorno inmediato, así como en otros espacios que por definición debiesen ser seguros, al secuestro, trata y posterior prostitución de las víctimas de este, por ejemplo, se ha constituido y naturalizado como tal, así como el recurrente asesinato que nos es cada vez más familiar.

Sin embargo, es en oposición por definición monstruoso, por lo que no podemos naturalizarlo o solo repelerlo socialmente, debemos además abordarlo multicausal mente, desde la multidisciplinariedad, para reprimirlo sí, pero además en el ánimo de suprimirlo a mediano plazo. Porque no podemos como sociedad validarnos si seguimos admitiendo que tan repudiable cultura siga prosperando.

*Educador salvadoreño

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