No lo sé. En el universo tú me escogiste y yo a ti; en ese inmenso cosmos supe que tú serías mi madre, y tú, sabías que yo sería tu hijo.
Por: Francisco Parada Walsh*
El tiempo ha pasado. Y debemos reencontrarnos, sé que solo es cuestión de tiempo para que ese cordón umbilical que nunca se corta nos vuelva a unir y si volviera a nacer, siempre, siempre quisiera que fueras mi madre y yo, tu hijo. Todo fue, es y será perfecto.
El destino, ese albedrio que creemos los hombres no tiene nada que ver; ya el plan divino de Dios estaba trazado para que, el amor nos uniera y nunca separarnos. Volaste hace más de treinta años y se dónde estás, sé que pronto nos veremos, y volveremos a ser esa familia tan bella que fuimos. Tu ausencia me parte el alma, amada madre; sabes que Noviembre y Diciembre me hacen sufrir, quisiera un calendario de diez meses, que esos dos meses nunca hubieran existido.
Tus raíces fueron profundas, mi vida y todo lo que hago es lo que tú me enseñaste, lo que vi con tu ejemplo, eso de servir, de dar de comer al hambriento, de nunca quejarte y siempre hacia adelante, esa eres tu amada Nena. El tiempo ha pasado pero el puñal sigue clavado en mi corazón que te busca, que te necesita, que quiere un consejo, que quiere un abrazo, que quiere unos calamares rellenos de lomo de chancho; mi corazón te necesita pero sé, que solo es cuestión de tiempo para poder besar tu frente, como siempre lo hacía.
Siento la panza revuelta, el dolor y la tristeza empiezan a subir a mi montaña, no entiendo pero siempre aparecen y me encierro, no quiero estar con nadie, no deseo reír cuando quiero llorar, no, en mi soledad solo hay cabida para ti, no necesito de nadie más, todo eres tú, tú eres todo. Tu belleza física y esa alma pura que tú tienes me cuidaron por veintiocho años, ahora, llega poco a poco la hora que debo cuidarte, vamos a ir al cine, quizá a las funciones de la mañana y será junto a mis hermanitos el día más feliz de nuestras vidas, cuando todos en el cine celestial volvamos a ver “Gandhi”.
Recuerdo muy bien cuando estuviste gravísima y que, luego contaste que ibas por un túnel y que Danielita y Ricardito estaban tomadas de la mano y no te dejaron pasar, te regresaron para que siguieras dándome lecciones de amor. Madrecita, te pido perdón si te fallé, y quiero que sepas que lo que soy, es gracias a ti, a ti, a ti.
Nunca dijiste que el valor de una persona lo da el dinero sino que, fueron tus ejemplos cotidianos los que me han llevado a la cúspide del éxito, el éxito no es quien tiene más sino que el éxito es compartir, eso me enseñaste. Ya me pasé el tiempo que debí vivir, no sé cuándo zarparé pero te doy las gracias por haber sido mi madre y quiero que lo vuelvas a ser. Quiero ser tu hijo, y que en aquella mecedora donde hacías tu siesta, poder contemplar tu amor, la entrega y tu dignidad. Parece mentira, pero no solo se hereda las pecas, también esa dignidad férrea que inoculaste en mi vida, en mi sangre.
Debo serte sincero, de dinero no quiero hablar, siempre pasamos jodidos pero de amor y servicio, rebosamos y rebalsamos mi querida Nena. Te extraño más que nunca y debo entender que en ese plan divino, todo es bello, demasiado bello y ya no me aguanto por verte, por cocinar junto a ti, y debo darte las gracias que a tan corta edad me ensenaste a aliñar un pollo, a cocinar un sencillo arroz y hoy, te sorprenderías de lo bien que cocino.
Tu sabes que vivo en una montaña y que gracias a tus consejos disfruto cocinar, es una pasión y con mi pandilla de perros y gatos, caminamos por bellos senderos y no sabes cuánto quisiera verte, que me acompañaras, cortar plantitas y sembrarlas, oír el rio, buscar al pájaro León para que junto a ti, nos enfrentemos a ese león tan esquivo y lo agarremos de las mechas y que ya no salga a joder a la gente. Te amaré Madre, por siempre.
*Médico salvadoreño