Caminos para construir una paz duradera

El mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz de este año tiene como eje temático el diálogo entre generaciones, la educación y el trabajo como instrumentos para construir una paz duradera.

Por: Carlos Ayala

En la actualidad, según el papa, “el camino de la paz permanece desafortunadamente alejado de la vida real de muchos hombres y mujeres y, por tanto, de la familia humana, que está totalmente interconectada”. Si la paz está vinculada al desarrollo integral de las personas y los pueblos, resultan una negación de la paz los graves hechos señalados por el papa en su mensaje. Habla del ruido ensordecedor de las guerras y los conflictos; la propagación de enfermedades de proporciones pandémicas; el agravamiento de los efectos del cambio climático y la degradación del medioambiente; la tragedia del hambre y la sed; y el predominio de un modelo económico que se basa más en el individualismo que en el compartir solidario. Como en el tiempo de los antiguos profetas, afirma el papa, “el clamor de los pobres y de la tierra sigue elevándose hoy, implorando justicia y paz”.

En la visión cristiana de la paz, esta se concibe como un quehacer permanente, es decir, no es algo que se adquiere de una vez por todas, sino que es el resultado de un continuo esfuerzo. En esta línea, el mensaje del papa habla de una “arquitectura” de la paz, en la que intervienen las difrentes instituciones de la sociedad. Pero también habla de un “artesanado” de la paz, que nos involucra a cada uno de nosotros personalmente. De ahí su invitación que no excluye a nadie: “Todos pueden colaborar en la construcción de un mundo más pacífico: partiendo del propio corazón y de las relaciones en la familia, en la sociedad y con el medioambiente, hasta las relaciones entre los pueblos y entre los Estados”. En este marco, el papa propone tres caminos para construir una paz duradera.

En primer lugar, el diálogo entre las generaciones, como base para la realización de proyectos compartidos. Según Francisco, aunque el desarrollo tecnológico y económico haya dividido a menudo a las generaciones, las crisis contemporáneas revelan la urgencia de que se alíen. Explica que, por un lado, los jóvenes necesitan la experiencia existencial, sapiencial y espiritual de los mayores; por el otro, los mayores necesitan el apoyo, el afecto, la creatividad y el dinamismo de los jóvenes.

La necesidad de dialogar, escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos deriva, para el papa, del hecho de que “los grandes retos sociales y los procesos de construcción de la paz no pueden prescindir, del diálogo entre los depositarios de la memoria ?los mayores? y los continuadores de la historia ?los jóvenes?; tampoco pueden prescindir de la voluntad de cada uno de nosotros de dar cabida al otro, de no pretender ocupar todo el escenario persiguiendo los propios intereses inmediatos como si no hubiera pasado ni futuro”.

En segundo lugar, la educación, como factor de libertad, responsabilidad y desarrollo. En principio, el papa parte de una preocupación: el presupuesto para la instrucción y la educación, consideradas como un gasto más que como una inversión, ha disminuido significativamente a nivel mundial en los últimos años; en cambio, los gastos militares han aumentado, superando el nivel registrado al final de la Guerra Fría, y parecen destinados a crecer de modo exorbitante. Por tanto, es oportuno y urgente que cuantos tienen responsabilidades de gobierno elaboren políticas económicas que prevean un cambio en la relación entre las inversiones públicas destinadas a la educación y los fondos reservados a los armamentos.

Al entender la educación como camino para el logro de una paz duradera, la propuesta del papa está relacionada con la promoción de la cultura del cuidado. Según él, esta cultura puede convertirse en el lenguaje común que rompa las barreras y construya puentes. “Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación”.

El mensaje postula que cuando se constituyen en vectores de un desarrollo humano integral, la instrucción y la educación resultan indispensables para la defensa y la promoción de la paz. Pueden ser las bases de una sociedad cohesionada, civil, capaz de generar esperanza, riqueza y progreso.

Finalmente, el tercer camino para una paz duradera es promover y asegurar el trabajo digno. Francisco parte de la situación del mundo del trabajo. Afirma que este ha sido impactado gravemente por la pandemia de covid-19. Millones de actividades económicas y productivas han quebrado; los trabajadores precarios son cada vez más vulnerables; muchos de aquellos que desarrollan servicios esenciales permanecen aún más ocultos a la conciencia pública y política.

El papa habla también del impacto devastador de la crisis sobre la economía informal, que a menudo afecta los trabajadores migrantes. A muchos de ellos, señala, “las leyes nacionales no los reconocen, es como si no existieran. Tanto ellos como sus familias viven en condiciones muy precarias, expuestos a diversas formas de esclavitud y privados de un sistema de asistencia social que los proteja”. Ante esta realidad, el papa proclama la necesidad de promover en todo el mundo condiciones laborales decentes y dignas, orientadas al bien común y al cuidado de la creación.

El mensaje concluye haciendo un llamamiento a los gobernantes y a cuantos tienen responsabilidades políticas y sociales, a los pastores y a los animadores de las comunidades eclesiales, como también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para que avancemos juntos con valentía y creatividad por estos tres caminos: el diálogo entre las generaciones, la educación y el trabajo.

Tomada de https://ysuca.org.sv

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