El 15 de septiembre del año pasado, el presidente durante su discurso de celebración del día de la independencia, anunció la pronta presentación a la Asamblea Legislativa de la ley de reforma al sistema de pensiones.
Por: Francisco Parada Walsh*
Promesa de campaña y por seguro el punto más sensible para este adormitado pueblo, que a pesar de todo, sabe pasar facturas con el tiempo. Con esta promesa, o mentira, salió al paso de las primeras protestas masivas que se gestaban en el país en contra de su administración. Si bien a lo mejor los asesores le recomendaron tal discurso para proteger su imagen, hubieron de decirle que con el tiempo es peor una promesa no cumplida.
En una cadena televisiva, el presidente se mostró frente a los principales dirigentes sindicales (Pensamos que, o son los más representativos o los más maleables o comprables en vista del silencio que aún mantienen). Luego de esta gran fanfarria mediática, se dijo “un par de semanas más”.
Sin embargo, las semanas se convirtieron en meses, de un silencio con tintes de crueldad, mentira, sorna y demagogia. Como quiera, que con todo y fanatismo se percibe desde temprano un desencanto intestino de la gestión actual, sería un error, cual le ocurrió al Frente, atenerse a la popularidad lograda en forma mediática, en la auto suficiencia, porque tarde o más temprano el pueblo despierta, no importa si hacia una nueva pesadilla.
Nada nuevo. El silencio cómplice de los sindicatos no escapa de nuestra atención. Pero los dirigentes no son el pueblo ni los trabajadores, ni mucho menos los votantes. Si se trata de un pacto o fechas preestablecidas bajo la mesa con el ejecutivo; o si por otro lado, media una suerte de acuerdo turbio, no son los dirigentes perpetuados a conveniencia quienes irán a las urnas. El silencio sobre el tema de la oposición también es notorio.
Nunca entendieron y parece que aún no lo hacen, que los que la gente quiere es que les resuelvan sus problemas. Que oponerse a todo lo que emane del ejecutivo, al endeudamiento galopante, incluso que señalen dónde puede haber corrupción, está demostrado que al pueblo le resulta secundario. De alguna forma extraña, a la gente no le interesa que roben más o menos, sino que se preocupen por sus problemas.
Y en esto ha sido un mago el presidente, al poner en el oído del pueblo el interés por sus problemas con promesas etéreas de resolverlas. Sin embargo, la oposición no aprende la lección ¿Por qué no dicen una palabra sobre el tema de las pensiones y esta garrafal promesa incumplida? ¿Será porque tienen “los mismos patrones” que lanzan los mendrugos de la mesa? La lejanía del pueblo es evidente, se gobierna por tweeter, se colocan mandos altos y medios por comadrazgo o influencias en todo el sector público (Como siempre).
Sin que se percaten que con esto se alejan de la gente, exactamente como ocurrió con el Frente, se genera rechazo en los lugares de trabajo. Quienes deberían ser cientos de familias que dependen de cada trabajador en cada institución pública, es decir, votos, votantes, gentes afines, se convierten en decepcionados que, tarde o temprano volcarán su desencanto en las urnas.
Incluso el más fanático se topará con la realidad que ¿No se pueden resolver problemas “heredados” en cuatro años? ¿Entonces quizá en 8, 10 o 100 años? Hasta que la realidad los abofetee ¡de nuevo! No obstante, y hay que decirlo, una reforma justa de pensiones vendría oportuna al ejecutivo, quizá le augure también cien años de futuro. O por lo contrario, una debacle a mediano plazo. Me alargo.
*Médico salvadoreño