Por: Roberto Morejón.
El reciente asesinato del niño palestino Mohamed Shehadeh, tras ser baleado por soldados israelíes, corre el riesgo de pasar rápidamente al olvido, pues el empleo de la fuerza por efectivos del régimen sionista no es objeto de seguimiento de la prensa corporativa.
El adolescente de 14 años recibió disparos de los ocupantes en una aldea en la ciudad de Belén, en el sur de Cisjordania, sin que Israel vaya más allá del simple anuncio acerca de una investigación formal del hecho.
Siete meses atrás, Mohamed al Alaami, un niño palestino de 11 años, había muerto tras ser blanco de un disparo de las fuerzas israelíes, cuando viajaba en un auto junto a su familia, próximo a la ciudad de Beit Ummar, en Cisjordania.
También los menores en Gaza son víctimas de los ataques israelíes, como ocurrió en la última de sus ofensivas, en 2021.
En esa ocasión perecieron 66, número ubicado entre los 130 civiles masacrados, la mayoría mientras permanecían en edificaciones.
Si nos remontamos en el tiempo, durante los bombardeos contra Gaza en 2014 un dron militar israelí acabó con la vida de cuatro niños que se recreaban en una playa.
De acuerdo con varias publicaciones, Israel dio muerte a más de dos mil infantes palestinos desde septiembre del año 2000 hasta 2020 en los territorios bajo ocupación y bloqueo.
Se trata solo de los ultimados porque también 140 representantes de las nuevas generaciones de palestinos languidecen en las cárceles israelíes, víctimas en muchos casos de las reiteradas detenciones arbitrarias.
Los niños integran una extensa lista de cerca de 4 mil 400 palestinos de todas las edades apresados en los calabozos israelíes, incluidas mujeres.
Narran fuentes de prensa palestinas que los pequeños viven inseguros aun en sus casas, expuestos a los rastrillajes de los ocupantes, de ahí que los embargue el miedo y la tristeza.
Debe precisarse que Israel suele arrestar, detener y juzgar a los chicos en el sistema judicial militar, una práctica insólita en el mundo.
NO parece importar que los infantes palestinos tienen derecho a estar tranquilos en hogares y escuelas, sin tener que vislumbrar la posible aparición de un gendarme en zafarrancho de combate en la puerta de su dormitorio.