Como si no fuera suficiente la zozobra creada en Perú por las maniobras legislativas para separar de su cargo al presidente de la República, ahora una instancia judicial echó leña al fuego con el plan de excarcelar al repudiado ex primer mandatario, Alberto Fujimori.
Por: Roberto Morejón
La determinación del Tribunal Constitucional de Perú de restablecer el indulto concedido a Fujimori en 2017 provocó indignación.
El ex gobernante, calificado de dictador por muchos peruanos y en el exterior, NO fue a la cárcel por delitos vacuos.
Lo condenaron por masacres cometidas en dos comunidades por grupos paramilitares, cuyo control recaía en el gobierno, según evidencias.
Ejecutados en 1991 y 1992, los asesinatos se sumaron una trayectoria nada inocua, pues se le atribuyó a Fujimori la responsabilidad en los secuestros de un periodista y un empresario.
Las víctimas de los crímenes de lesa humanidad, por los que fue condenado Fujimori, le reprochan su negativa a arrepentirse de los delitos imputados y a abonar las compensaciones establecidas.
Es cierto que Fujimori recibió un indulto en 2017 por alegadas razones de salud, pero se atribuyó a intentos del presidente Pedro Pablo Kuczynski de congraciarse con los fujimoristas en el Congreso y así evitar una moción de vacancia en su contra.
En definitiva, la Corte Suprema anuló entonces el indulto a Fujimori y volvió a la cárcel, pero ahora el Tribunal Constitucional lo premia.
Tiene razón el presidente peruano, Pedro Castillo, al afirmar que la acción para liberar a Fujimori refleja la crisis institucional en el país.
El propio Jefe de Estado es blanco de una cacería de sus enemigos en el Congreso para acopiar errores palpables o inventados con vistas a aplicarle una moción de vacancia.
Es innegable que Castillo también hace frente a contradicciones entre sus seguidores y debió alistar cuatro equipos ministeriales en seis meses, suficientes para hablar de inestabilidad.
Pero el Primer Mandatario resaltó lo que calificó de gran obra social al hablar recientemente en el Congreso.
Su discurso constituyó un angustioso intento de neutralizar las tretas de las mismas fuerzas que condujeron a Perú a protestas en las calles y a tener tres presidentes en una semana en 2020.
El acoso a Castillo y las maniobras para liberar a Fujimori contaminan aún más el ambiente político en un país donde graves problemas aguardan por su solución.
Tomada de www.radiohc.cu