¿Libertades?

“Matar al mensajero” es una frase que tiene su origen en la costumbre de reyes o generales de la antigüedad de castigar, incluso ejecutar, al portador de malas nuevas y que hoy se aplica al enojo de ciertas autoridades cuando un medio o periodista publica noticias desagradables o inoportunas.

Por: Guillermo Alvarado

También ese es el título de una película realizada en 2014 sobre la vida del comunicador estadounidense Gary Webb, quien fue objeto de una implacable persecución tras revelar una operación de la CIA, que traficó cocaína para comprar armas destinadas a los contrarrevolucionarios nicaragüenses.

Luego de ser despedido y desprestigiado por el sistema, Webb fue hallado muerto con dos tiros en la cabeza y el forense dictaminó que se trataba de un suicidio y lo convirtió, quizás, en la primera persona en la historia que para quitarse la vida, se dispara a sí mismo dos veces en el cráneo.

Al imperio no le gustan las malas nuevas, sobre todo aquellas que revelan sus negocios más sucios, y por supuesto que detesta a quienes se atreven a hacer del conocimiento público este tipo de cosas.

Por estos días estamos viendo un nuevo episodio cuando la justicia británica, siempre atenta y complaciente con los pedidos de Washington, autorizó la extradición a Estados Unidos del periodista australiano Julian Assange, fundador del portal “Wikileaks”.

Como todo el mundo conoce, ese sitio divulgó en 2010 más de 700 mil documentos, videos y correos electrónicos que dejaron en evidencia los métodos utilizados por la primera potencia para imponer su hegemonía, utilizado las vías que fuesen necesarias.

Están allí las imágenes de un grupo de civiles, incluidos dos periodistas españoles, asesinados en Irak desde un helicóptero de combate del Pentágono, así como otras atrocidades perpetradas en Afganistán.

Inmediatamente se armó un complot para eliminar al mensajero, es decir a Assange, quien primero fue acusado de violación en Suecia, lo que lo llevó a refugiarse en la embajada de Ecuador en Londres, bajo la protección del entonces presidente Rafael Correa.

En un acto de abyecta sumisión, Lenin Moreno, sucesor de Correa, lo entregó a la policía británica. Aunque Suecia desistió de su denuncia, Assange no fue liberado porque Estados Unidos exige su extradición para juzgarlo por espionaje y piratería informática.

Wikileaks no inventó nada, no dijo mentiras, nadie puede negar eso que los documentos publicados muestran. Si acaso hizo uso de su libertad de expresión, de la que Washington tanto se jacta, cuando es a su favor, claro.

Si Assange es juzgado puede sufrir una condena de 170 años, o sea de por vida, por decir lo que es cierto, eso si no corre la misma suerte que Gary Webb. ¿Libertad de expresión en Estados Unidos? Ni un tantito así.

Fuente: www.radiohc.cu

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