El expresidente boliviano Evo Morales es un convencido de que, detrás del golpe contra su gobierno en 2019, estuvieron las transnacionales interesadas en apoderarse de las abundantes reservas de litio de la nación andina, actualmente consideradas las mayores reservas del planeta y estimadas en unos 21 millones de toneladas.
Por: Anisley Torres Santesteban
Evo volvía a reiterar su denuncia este fin de semana desde La Habana, durante su participación en la Feria Internacional del Libro, donde tuvo a su cargo presentar un libro sobre los hechos que le obligaron a abandonar la presidencia.
Coincidentemente, unos días de la misma semana, otro mandatario latinoamericano, Andrés Manuel López Obrador, calentaba a la opinión pública interna y foránea con su decisión de proteger el litio mexicano. AMLO logró, con apoyo de su congreso, reformar una legislación minera para reservarle al Estado el patrimonio exclusivo de la exploración y explotación del codiciado metal blando, hoy día bautizado como el oro blanco.
No es fortuito. Hay fiebre de litio, porque se ha convertido en un elemento indispensable de la vida moderna. Gracias a las baterías que se fabrican con este recurso, nos independizamos de los cables y entramos en el imperio inalámbrico y en el futuro tan demandado de las energías limpias. Ahora bien, lo que da dinero genera guerra, y el litio genera hoy día muchísimos ceros a la derecha.
Para entrar directos al asunto con el más ilustrativos de los ejemplos: hace 10 años una tonelada de ese metal costaba unos 4.000 dólares y, en el 2022 de los móviles, las tabletas y los autos eléctricos y todo lo demás que usa batería de litio por excelencia, por la misma tonelada hay que pagar 80.000 de la moneda dominante en este mundo. Y no ha sido una subida progresiva, ha sido de un tirón, pues hace solo dos años tan solo se pagaba 7.000.
Hasta los multimillonarios están preocupados por esos precios «de locura», así los calificó Elon Musk, el magnate que acaba de comprar la red social Twitter, de esos empresarios que ve dividendos en todo, hasta en hacer turismo en el espacio. Justamente, Musk es uno de los imputados por Evo, desde que lanzara el tuit: «Daremos un golpe de Estado a quien queramos»; un mensaje que escribiera como respuesta a una acusación de la implicación del gobierno de Estados Unidos en el golpe boliviano y el interés por su litio, y sucedió pocos meses después de la salida de Morales del poder. Y a este señor, que además también tiene una gran compañía de automóviles eléctricos, Tesla, parece que le quitan un poquito el sueño estas cotizaciones astronómicas, porque necesita muchísimo litio para seguir vendiendo modelos de autos eléctricos, no tanto por la ecología sino por sus jugosas ganancias.
Resulta que así nos han enseñado ellos, los dueños del mercado, que funciona el mundo que diseñaron y defienden como para que ahora se lamenten de lo que ocasionan sus prácticas depredadoras de recursos y con una competitividad que no repara en las brechas que deja en los seres humanos sin estrella millonaria en la frente.
Por eso, cuando a un presidente fuera de la línea neoliberal se le ocurre proteger un recurso valioso como el litio, ahí mismo se arma la grande. Le está sucediendo en este minuto a López Obrador, como antes le sucedió a Evo Morales cuando nacionalizó el metal blando, precisamente él, que gobernaba tan abundantes reservas. Las críticas parten del hecho de que cómo un estado sin tecnología ni conocimiento puede relanzar la exploración y explotación del recurso. Para los detractores de esas nacionalizaciones, el litio mexicano o boliviano solo generaría ingresos y sería rentable con el capital, el equipamiento y la experticia de compañías privadas, si son transnacionales, mejor.
La pregunta es: ¿América Latina está condenada a ser una mina que otros explotan aplicando la ecuación de fortuna para los que saben y tienen con qué, y migajas para los poseedores de la riqueza natural? La historia de saqueo y robo de recursos parece cosa de libros de historia y del pasado, y la tenemos aquí y ahora todos los días, a veces un poco más sofisticada, otras, con bastante frivolidad. El oro robado a Venezuela por venganza política de Occidente bien nos enseña la lección sobre la importancia del dominio y la soberanía de los recursos fundamentales de un país.
Puede que el estado mexicano no tenga en este minuto la capacidad de hacerle frente a sus propios yacimientos de litio, como no los tenía en un inicio Bolivia y por lo que le reprochan que le ha costado una década sacarle mediano provecho a su oro blanco. Al igual que Morales, el actual mandatario boliviano Luis Arce, ha denunciado que el control del litio estuvo entre las primerísimas razones del golpe de estado de 2019. Y no es creerlo porque lo digan ellos, los mineros del Salar de Uyuni, donde precisamente están las enormes reservas del recurso indispensable en las baterías modernas, protagonizaron por esos mismos días del golpe sonadas protestas que provocaron, primeramente, que se anulara un contrato de explotación del litio y que luego ayudaron a prender esa mecha de revuelta en el país.
Desde antes, ya incomodaba que Bolivia se aliara con China o Alemania y no con las habituales transnacionales estadounidenses y canadienses para explotar el litio. Y claro, siempre estará ahí el argumento de que la nacionalización no funciona porque Bolivia con sus 21 millones de toneladas métricas, líder mundial de reservas, no está ni por asomo entre los primeros 8 productores mundiales. Para colmo, Latinoamérica tiene el llamado «triángulo del litio», compuesto por regiones de Bolivia, Argentina y Chile, con más de la mitad de todas las reservas globales, hay quien estima que incluso es más, el 85%, y aun así, solo Chile alcanza volúmenes importantes de producción, mientras que el liderazgo indiscutible lo capitanea Australia.
Pero a la hora de esta matemática pocos recuerdan que el modelo boliviano llegó a catalogarse de milagro económico, al propiciar que, de ser el segundo país más pobre del hemisferio occidental, la nación pasara a tener un crecimiento sostenido a partir de 2006 y en varias ocasiones entre los mayores de la región.
De lo que se trata es de saber si se quiere ser parte del juego de los que amasan fortunas que uno jamás disfruta y solo lee en revistas, o si ser parte de una transformación difícil pero necesaria que le quite a este pedazo de tierra el cartel de mano de obra barata y recursos al por mayor en liquidación.
Fuente: http://www.contextolatinoamericano.com