Antes de abandonar la ciudad, el senador Rand Paul (R-Kentucky) frenó las esperanzas bipartidistas en Estados Unidos de que el Senado pudiera aprobar rápidamente casi 40 mil millones de dólares en ayuda a Ucrania.
Paul se opuso a un acuerdo ofrecido por el líder de la mayoría del Senado, el demócrata Charles Schumer, y el líder de la minoría, el republicano Mitch McConnell, que permitiría votar el jueves por la tarde sobre la financiación y sobre una enmienda de Paul, que quería incluir la supervisión de los fondos para Ucrania en el texto del proyecto de ley.
El estancamiento demorará la aprobación del paquete de medidas por parte del Senado hasta al menos la próxima semana, y potencialmente más allá, según valoró el diario The Hill, especializado en temas del Congreso.
«Creo que van a tener que ir por el camino largo», dijo Paul a The Hill sobre lo que viene después del estancamiento en el hemiciclo.
Llama la atención que entre los argumentos esgrimidos, el legislador advirtió sobre el ritmo del gasto, argumentando que «no podemos salvar a Ucrania condenando a la economía estadounidense».
«Los estadounidenses están sintiendo el dolor de la inflación y el Congreso parece estar decidido a aumentar ese dolor sacando más dinero por la puerta tan rápido como puedan», dijo el político de Kentucky.
La crisis bélica en Ucrania, maquinada por Estados Unidos para empujar a Rusia a un escenario de confrontación con sus vecinos, aporta muchas evidencias de que los estadounidenses se rindieron a los pies de la industria militar de su país.
Una muestra de eso es el torrente de fondos que se usan para esos fines. El presidente Joe Biden quería 33 mil millones de dólares más para Ucrania.
El Congreso lo elevó rápidamente a 40 mil millones de dólares lo que muestra que decenas de miles de millones, pronto mucho más, salen de las arcas del país hacia Ucrania, mientras millones de sus habitantes enfrentan la pobreza.
La reciente visita de Biden a las instalaciones de Lockheed Martins, en Alabama, es un ejemplo palmario de la subordinación del poder a la gran empresa militar, la que no produce alimento sino muerte.
Desde el comienzo de la crisis el 24 de febrero, la Casa Blanca de Biden anunció repetidamente grandes y aparentemente aleatorias cantidades de dinero que pretende enviar para alimentar la guerra, según una valoración de Glenn Greenwald, columnista, bloguero, escritor y periodista en importantes medios internacionales.
La mayor parte de esos fondos que se emplean para la muerte irán a parar a las arcas de la industria armamentística, incluida Raytheon, en cuyo Consejo de Administración se sentaba el actual Secretario de Defensa, Lloyd Austin, inmediatamente antes de ser elegido por Biden para dirigir el Pentágono.
Las cantidades asignadas hasta ahora -la nueva petición de Biden de 33 mil millones de dólares combinada con los 14 mil millones ya gastados- ya superan la media anual que Estados Unidos gastó para su propia guerra en Afganistán 46 mil millones de dólares. Pero, al parecer, una simple maniobra del senador Paul puso una piedra en el camino de uno de los principales activos del complejo militar industrial, el Congreso de Estados Unidos. (PL)