El regreso del Sol

Todas las culturas heredan cuestiones que incluso desconocen, adquieren procesos simbólicos que vienen de muy lejos y conforman un determinado imaginario que de pronto cautiva otra sociedad y migra a través de las generaciones utilizando un ropaje diferente aunque en el fondo pueda representar lo mismo como se observa en la zona andina donde Illapa, la divinidad del rayo fue disfrazado por los extirpadores de idolatrías de apóstol Santiago pero nunca dejó de ser el mismo, de poseer la misma funcionalidad.

Por: Marcelo Valko*

Un par de ejemplos de nuestra vida cotidiana. Los siete planetas conocidos por los sumerios los utilizamos como días de la semana y sus doce signos zodiacales se transformaron en los meses del calendario gregoriano. Distintas concepciones del mundo sitúan a sus sociedades en un determinado inicio temporal donde la variación calendárica podría llevarnos a pensar que evocan situaciones diferentes.

Así como Occidente se encuentra en el año 2022 después del nacimiento de Cristo, el judaísmo en el 5783 momento en que Elohim creó el mundo, los chinos en 4720 fecha que recuerda la primera siembra y es equidistante entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera, mientras que el islam se sitúa en 1442 conmemorando la migración del profeta Mahoma. Algunos calendarios se rigen por el sol, otros por la luna e incluso en una combinación solilunar.
Detengámonos en el 2022. Nada en la Biblia indica que el 25 de diciembre fue el día del nacimiento de Cristo, en cambio, ese momento, solsticio de invierno, era la época en que nacen otros dioses. Por ejemplo, el egipcio Horus, el romano Mitra y el dios nórdico Frey entre otros eligieron para nacer el solsticio entre el 21 y 24 de diciembre.

Julio Cesar medio siglo antes del año cero introdujo en ese día la fiesta de Natalis Solis Invicti (el nacimiento del sol invencible) coincidiendo con la festividad con las Saturnalias originada un par de siglos antes. La evangelización resolvió cristianizar esa fecha tan requerida por las divinidades para apropiarse de ella. Tengamos en cuenta que todas estas deidades optaron nacer en el solsticio de invierno del hemisferio norte, un dato que es mucho más que una mera coincidencia.

Por estos lares advertimos que el comienzo del año de numerosas culturas guarda relación con la misma fecha astronómica, el solsticio de invierno, claro que en lugar de diciembre como ocurre en el norte, nuestro solsticio ocurre en junio, a comienzos del invierno austral.

Y así tenemos en los Andes el Willka Kuti (regreso del Sol) o más conocido como Inti Raymi que se celebra entre el 21 y 24 de junio, una ceremonia en honor de Inti, el sol dador de la vida para quechuas y aymaras. Por su parte, el We Tripantu, es una celebración mapuche que tiene lugar el 24 de junio y al igual que en el mundo andino marca el inicio de un nuevo ciclo.

Si bien ese día es el más corto del año en cuanto a luz solar, también a partir de ese día comienza el gradual avance de la luz, algo fundamental en culturas basadas en la temporalidad de lo orgánico, en los ciclos de la naturaleza que apuntan al arquetipo de lo nuevo, del inicio de la luz fecunda y de la vida.

Pese a que durante la Conquista y la Encomienda Colonial se buscó demonizar esta festividad en la zona andina y también en el sur la Construcción del Desierto roquista vaciándolo de seres humanos procuró hacer otro tanto suprimiendo a como diera lugar la cosmovisión mapuche. Invisibilizar al otro y humillar sus símbolos fue la consigna.

Buscaron quebrar la palabra prohibiendo el idioma y así borronear a sus hablantes, ya que tenían muy en claro que la palabra desencadena una fuerza imposible de contrarrestar. Y la palabra sobrevivió clandestina, incluso en el silencio impuesto y compartido, sin embargo en esa mudez opresiva brillaba como una joya en la niebla, ya que el mundo simbólico es imposible de extirpar. Y no consiguieron anular las implicancias de ese simbolismo solemne de comunión de lo humano con la Pachamama, con la materialidad del universo convertida en sentimiento que habita el corazón de los pueblos como si fuera tierra que camina en cada latido. Los símbolos avanzan más allá de los conceptos.

Alguna vez deberemos comenzar a entender que los puntos de encuentro entre culturas son mayores que las diferencias y donde ninguna sociedad es superior a otra, sino que por el contrario, en el inconsciente colectivo que compartimos todos los seres humanos poseemos símbolos profundos y enriquecedores que nos son comunes, como la alegría por el retorno de la vida con el regreso del sol. Es lento, pero viene…

*http://marcelovalko.com

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