Por: Gerardo Szalkowicz.
El 7 de agosto de 1819, el ejército patriota derrotaba a las tropas realistas en la Batalla de Boyacá abriendo paso a la independencia de Colombia. Hoy, justo 203 años después, la espada de Bolívar vuelve al centro de la escena pero esta vez como testigo y símbolo de otro hito histórico: la empuñará Gustavo Petro como principal estandarte en su ceremonia de asunción en la plaza céntrica bogotana que también lleva el nombre del Libertador.
Después de un mes y medio de preparativos, armados, negociaciones y roscas, finalmente se instala un gobierno que vaticina perspectivas rupturistas, al menos en sus cartas de presentación. Será el primero de signo progresista en estos dos siglos de vida republicana, liderado por el primer exguerrillero, en asumir como jefe de las Fuerzas Armadas y junto a la figura luminosa de Francia Márquez, la primera vicepresidenta negra.
Un combo de novedades que rebalsan de entusiasmo a buena parte de la población colombiana y que despierta altas expectativas en toda América Latina, por el currículum de los protagonistas pero también por las promesas de transformación con las que arriban.
Les toca una tarea titánica: toman un país devastado por el «neoliberalismo de guerra», devenido en uno de los más desiguales del mundo, y con el particular condimento del narco-paramilitarismo controlando muchos territorios, en un esquema de poder y violencia crónica que no será sencillo desmontar.
El proceso de transición fue llamativamente armonioso. Petro demostró que conoce bien el paño de la política colombiana, aprendido en estas tres décadas en las que fue concejal, senador y alcalde de Bogotá. Desplegó sus dotes de estadista y logró un marco de alianzas mucho más amplio de lo esperado, consiguiendo la mayoría parlamentaria con el apoyo de sectores de centro y derecha como el Partido Liberal, el Partido Conservador y el Partido de la U. Sus primeros pasos, pragmáticos, buscan garantizarse la gobernabilidad.
Desafíos y promesas
Entre los gigantescos retos que se abren, sin dudas el primero es la búsqueda de lo que Petro y Francia llaman la «paz integral», en un país que se desangra hace décadas por la sistemática violencia estatal y paraestatal. El nuevo gobierno promete hacer cumplir el Acuerdo de Paz con las FARC –»hecho trizas» durante el mandato de Iván Duque– y proteger a los excombatientes de la guerrilla y a las y los líderes sociales. Durante la gestión uribista saliente fueron asesinados 261 firmantes de la paz y 957 líderes comunitarios y defensores de DD HH. Petro ya anunció también la reanudación del diálogo con el ELN, pero el panorama se complejiza al coexistir múltiples actores armados que seguramente obstaculicen la pacificación del país.
El programa de gobierno supone, para el largo plazo, profundas transformaciones de la estructura económica del país, hoy con un 39% de pobreza, 11,7% de desempleo, 62% de informalidad laboral y una inflación récord del 9,7% interanual. Además, según el informe de la comisión de empalme, «el nivel de endeudamiento y de déficit fiscal que encontramos es crítico».
Para enderezar el barco, la primera pelea será impulsar una reforma tributaria progresiva que recaiga sobre los más ricos y corrija la elevada evasión fiscal. También se propone una reforma agraria que asignaría tres millones de hectáreas a campesinos desplazados y víctimas del conflicto, en un país que importa el 30% de los alimentos que consume y donde el 46% de la tierra rural está en manos del 0,4% de la población.
Pero la carta más ambiciosa de Petro es la «transición energética», que incluye un plan de «desfosilización» de las exportaciones (reducir el peso del petróleo y el carbón) fomentando la agricultura, la industria y el conocimiento. La idea es no otorgar nuevas licencias de exploración de yacimientos, impedir el uso del fracking, diseñar un «nuevo modelo minero» con restricciones ambientales e impulsar el Acuerdo de Escazú.
Otra promesa importante es la reforma de las fuerzas de seguridad, tarea que será liderada por el designado ministro de Defensa Iván Velásquez, un jurista de extensa trayectoria internacional en DD HH. Tampoco pinta fácil el reformateo de unas fuerzas preparadas en la lógica de la guerra durante más de 50 años, ligadas a los grupos criminales y acostumbradas a reprimir cualquier protesta social.
El nuevo gobierno, además, augura caminar con perspectiva de género, con un gabinete paritario y proyectando que la mitad de todos los cargos públicos sean ocupados por mujeres. Se creará el Ministerio de la Igualdad que será comandado por Francia Márquez y, entre otras medidas, prevé crear un Sistema Nacional del Cuidado.
La gira de Márquez por Brasil, Chile, Argentina y Bolivia marcó también un buen presagio de la incorporación de Colombia, por primera vez en su historia, en un polo progresista con intenciones de integración regional. En el plano internacional, además, las miradas estarán puestas en el restablecimiento de relaciones con Venezuela y en el equilibrio diplomático que intentará Petro frente a los Estados Unidos, teniendo en cuenta que Colombia juega, desde hace al menos un siglo, como principal punto de apoyo de la potencia mundial en decadencia en la región.
El recorrido detrás de la espada
La posesión de mando de Gustavo Petro y su primer discurso como presidente será en la Plaza de Bolívar de Bogotá, a las 15, hora colombiana.
Previamente, el propio presidente todavía electo hasta ese momento, deberá realizar el tradicional recorrido desde el Palacio de San Carlos hacia esa plaza pero con una novedad: delante de él irá la espada de Simón Bolívar, aquella que fuera robada en 1974 por el M-19, el grupo guerrillero al que , justamente pertenecía Petro. La espada que fuera devuelta tras el proceso de paz en 1990.
Como es habitual en este tipo de asunciones presidenciales, entre los invitados internacionales habrá unos 10 mandatarios latinoamericanos (entre ellos Alberto Fernández, quien viajó el viernes por la noche), así como el rey de España. A Estados Unidos lo representará Samantha Power, directora de la Agencia Internacional para el Desarrollo.
El evento también será transmitido en otras seis plazas de la capital colombiana, en las que habrá 70 actos culturales con mil artistas en escena.