Invitado por el gobierno canadiense, el Sumo pontífice visitó las “tierras de la hoja de maple” para tener un encuentro cercano y conciliador con las naciones originarias de estas latitudes. Se dirigió a ellas, en un discurso pronunciado en Maskwacis, en la provincia de Alberta.
Por: Fabian Acosta Rico
De frente a los representantes de estos pueblos indígenas pidió una disculpa por el papel que jugaron algunos sacerdotes y congregaciones católicas en la tarea de aculturización emprendida por los autoridades canadienses varias décadas atrás.
Desde finales del siglo XIX y hasta la década de 1990, miles de niños indígenas fueron separados de sus padres y llevados forzosamente a internados dirigidos por sacerdotes y religiosas católicas con la intención de re-educarlos bajos los principios culturales occidentales del Estado canadiense. Se estima que 150 mil niños estuvieron confinados en 139 internados dirigidos por la Iglesia. Este expediente de la historia reciente canadienses ha sido revisado en los últimos años. En la indagación han aparecido casos de violencia física y psicológica, asimilación forzada, abuso sexual e incluso asesinatos cometidos contra miles de menores. Los hechos han sido calificados por los indígenas de genocidio cultural.
Nos asalta la duda de porqué la Iglesia católica estuvo dispuesta a cooperar con una nación como Canadá, perteneciente a una comunidad internacional heredera del viejo y anglicano Imperio Británico; imperio que durante siglos ha estado enemistado y ha rivalizado con el poder pontificio.
¿Por qué no acudieron las autoridades canadienses a sus propios misioneros anglicanos en este plan de inculturación? Y ¿Por qué estuvieron tan dispuestos a cooperar con ellas las congregaciones católicas? Estas son algunas preguntas que quedan por resolver. De forma hipotética se puede entender que la Iglesia, y en especial las congregaciones católicas, atendieron la solicitud de establecerse en Canadá, desde hace 165 años, viendo en esta invitación una oportunidad de extender la fe católica en tierras que aún podía ser calificadas de misiones. Fue así que por encomienda gubernamental y vocación misionera propia, en escuelas residenciales desarraigaron de su cultura y ancestrales creencias a niños principalmente de las naciones Métis e Inuit
El adoctrinar a niños en una fe y cultura distinta a la de sus padres y ancestros resulta ya de por si un atropello al derecho de todo infante a poseer una identidad con base a sus tradiciones y costumbres. Llegar a este punto amerita toda desaprobación y condena en nombre de la dignidad de todos pueblos; pero, otros hechos mancha aún más a estas instituciones canadienses que trabajaron en aras de este ya calificado como genocidio cultural. Como si de conejillos de indias se tratara, a sus internos se les sometió a todo tipo de experimentaciones entre ellos a los de desnutrición. Entre los años de 1942 a 1952, un grupo de científicos, implementó estudios a 1 mil 300 pobladores originarios de los cuales únicamente 300 eran adultos. A los niños se les alimentaba con una dieta impensable, desde una óptica supremacista, para individuos blancos, ricos y privilegiados del país.
Ante los hechos, el Papa externó en su visita una disculpa que, tal parece, no llegó tarde ni fue mal recibida; supo el sucesor de San Pedro tributar un gesto de reconocimiento por las faltas cometidas en el pasado por la Iglesia en asociación del igualmente culpable gobierno canadiense.
Las disculpas papeles recibieron el aplauso popular como el que le brindaron, en una comunidad indígena del sur de Edmonton, una muchedumbre integrada por personas de las naciones originarias, mestizos y católicos blancos. En el evento estuvieron presentes el primer ministro canadiense Justin Trudeau y Mary Simón, la primera gobernadora indígena del país.
Muchos en México esperan un gesto similar de parte del Papa Francisco por la participación que tuvo la Iglesia en el proceso de conquista. Recordemos que durante los festejos del Bicentenario, el Pontífice, por la ocasión, envió una carta dirigida a monseñor Rogelio Cabrera, presidente del Episcopado Mexicano, en las que más que una disculpa llamó hacer una relectura del pasado que implica reconocer los errores cometidos en antaño que han sido dolorosos; pero en ningún momento dio una clara disculpa por el proceso de evangelización que siguió después de la conquista.
Habrá que entender que la Iglesia católica del XIX y del XX le es más cercana al Papa que la del siglo XVI y por eso le resultan más imputables, a su figura pontificia, las faltas cometidas en Canadá, por las congregaciones y clero católico, que las realizadas durante la conquista espiritual de México.
*Universidad Del Valle de Atemajac campus Guadalajara- México