En el mundo católico romano, cuando el Papa da señales de cansancio o enfermedad las aguas se agitan. Los protagonistas suelen ser los cardenales. Ordinariamente se trata de figuras más o menos silenciosas pero poderosas por su acceso al Papa y las responsabilidades delegadas a ellos. Existen al menos tres modos de entender la figura y movimientos de los cardenales: el ámbito formal, el burocrático y el informal.
Por: Jesús Arturo Navarro
En términos formales los cardenales se rigen por el Código de Derecho Canónico en sus números 349-359. Ahí se señala que formalmente su responsabilidad es doble: la elección del Papa y la consejería al Papa cuando este lo requiere. Algunos han interpretado que se trata de una especie de Senado del Papa, sin embargo, esto no es preciso porque actúan como consejeros sólo en la medida que el Papa se los solicita (Canon 349), de modo que esta acción no es permanente sino ocasional. Su papel más relevante mientras exista el Papa es la asistencia en los Consistorios siempre bajo la presidencia del Papa (canon 353). La única característica de la cooperación con el Papa es que “tienen el deber de cooperar diligentemente con el Romano Pontífice” (Canon 356), lo que implica realizar el trabajo encomendado de manera cuidadosa y expedita. En términos burocráticos, algunos cardenales son encargados de dirigir algún Dicasterio u organismo de la Curia Romana. Estos por residir en Roma, tener acceso más directo al Papa y dirigir un organismo con referencia mundial, suelen ser figuras que acumulan mayor poder. Si bien todos los cardenales por su solo nombramiento son investidos de un poder simbólico, los que trabajan en la Curia Romana detentan además un poder real en términos de gestión de los asuntos encomendados. Pero finalmente es en el ámbito informal donde se juega, ejerce y reproduce este poder real.
En el caso del ámbito informal los cardenales suelen tener acceso a una red de relaciones que rebasan el ámbito de su responsabilidad en la Curia, lo que les permite ser interlocutores de distintos actores, entre ellos los políticos, rebasando incluso en sus países a las mismas Conferencias Episcopales y sus presidentes, como en el caso mexicano de Norberto Rivera a quien se le consideraba por parte de los políticos como si fuese la voz del episcopado nacional. Es en este ámbito donde la figura del cardenal gana peso frente a la futura elección del Papa, no sólo porque eventualmente pueda ser candidato sino porque a su alrededor se congregan personas e intereses diversos que pueden jugar e influir en el futuro cónclave. Otra forma de ejercer el poder es la gestión e interlocución directa con el Papa o con la misma Curia Romana para agilizar o ralentizar algún asunto.
La visibilización de los cardenales entonces sigue el orden siguiente: son más visibles los cardenales de la Curia Romana por su designación y poder burocrático; y enseguida los cardenales que se mueven informalmente por su capacidad de interlocución y el manejo de un poder real aun sin cargo curial. En un sector mayoritario se sitúan los cardenales que tienen un cargo en sus diócesis, pero que tendrán visibilidad si combinan el poder simbólico con el poder informal, aunque no tengan poder burocrático más allá de su diócesis.
Dicho lo anterior ¿por qué ha resultado de interés las reuniones de dos días del Papa Francisco con los cardenales? Primero debe señalarse que se trata de un evento previsto por realizarse en el marco ordinario de un Consistorio (Canon 353). A mi juicio existen tres elementos que permiten señalar a este encuentro como peculiar: los aires de cónclave, la reforma de la Curia implementada en Praedicate Evangelium y el contacto de los miembros de un grupo que rompa la referencia a la Curia Romana y al poder burocrático y al poder informal. Este contacto dará mayor visibilidad a los cardenales de las diócesis y a los que proceden de la periferia. Es en este contexto que pueden entenderse las declaraciones de uno de los cardenales que más se opone a Francisco, el Cardenal Brandmüller que propone cierta relativización de los documentos del Concilio Vaticano II, que el próximo Papa no proceda de las periferias; así como reducir la elección del Papa sólo a los cardenales de la Curia Romana, y limitar el poder de los electores para que sean sólo los cardenales residentes en Roma los electores, es decir, la misma Curia Romana.
La reunión del Papa con los cardenales ha servido para poner en el centro la existencia de las periferias con sus cardenales, y para apuntalar la reforma de la Curia que vive momentos de rechazo. De paso, la construcción de redes de contacto más allá de la misma Curia Romana que podrían influir en el futuro cónclave. Además, hay que señalar que las intervenciones de los cardenales opositores a Francisco los ha colocado en esta reunión de frente al resto. No se trata de construir al enemigo, sino de visibilizar al adversario.
Se trató -a juicio personal- de una reunión para romper las inercias y el poder de la Curia para centrarlo en un futuro cónclave que coloque a la reforma de la Iglesia como criterio de elección. A final, una estrategia de visibilización.