Frisaba los 26 años cuando el médico Ernesto Guevara de la Serna se trasladó a El Salvador desde Guatemala en abril de 1954 para unas gestiones migratorias, durante su segundo viaje por Latinoamérica, al final del cual, en México, entró en contacto con los revolucionarios cubanos.
Por: Raimundo López Medina
De la estancia del joven doctor argentino no hay testimonios publicados de quienes lo conocieron, un hecho natural si se tiene en cuenta que el país de entonces era controlado por dictaduras militares que hicieron del anticomunismo su arma predilecta.
Además, era apenas un emigrante sin recursos y solo andaba al hombro una mochila, más el corazón lleno de esperanzas y sueños de libertad y justicia para nuestros pueblos. Nacido el 14 de junio de 1928 en la ciudad argentina de Rosario, aún no era el legendario comandante guerrillero de la gloria americana.
De su paso por el Pulgarcito de América dejó testimonios en su diario y cartas a la familia, protegidas con amor por sus padres y en parte publicadas en 2009 en un breve libro de la editorial australiana Ocean Sur dedicado a la juventud salvadoreña (1).
Sin embargo, su legado revolucionario late en este país, donde sus seguidores mantienen vivas sus ideas y evocan su paso por la nación con la ternura y admiración que envuelve a los héroes y combatientes por la libertad de las naciones.
Escuché las primeras referencias sobre el tema en el sitio arqueológico Maya Tazumal, en la ciudad de Chalchuapa, a unos 73 kilómetros por carretera al occidente de San Salvador, uno de los lugares visitados por el viajero y donde fue construido un monumento en su homenaje.
Cada junio y octubre -mes de su caída en combate en 1967- hay un acto de recordación en el lugar y miembros de la solidaridad con Cuba y partidos de izquierda le llevan flores, limpian la obra y la adornan, mientras en sus discursos evocan con pasión su vida y legado.
En mi primera visita al lugar, el domingo 10 de julio de 2011, como corresponsal de la agencia de noticias Prensa Latina, indagué sobre la estancia del Che y varios de los presentes me informaron parte de lo que han escuchado de sus mayores.
“Sí estuvo aquí y también visitó la laguna que está aquí cerca”, dijo un hombre joven. “Vea, él vino de la laguna por esa calle”, señaló hacia la vía, entonces un camino estrecho de polvo y lodo, no la asfaltada de hoy.
Otro aseguró que todavía vivía, pero ya muy anciano, un señor que le conoció e incluso le compartió parte de sus escasos alimentos. Chalchuapa es célebre por sus platillos de yuca, hervida o frita, con salsa de tomates, encurtidos y carne frita, pero el hombre cree que Ernesto comió tortillas de maíz con sal y, con suerte, un poco de queso.
El primero afirmó que estuvo en la zona del Tazumal dos días. “Luego se marchó, cruzó a pie las montañas y entró en Guatemala”, dijo. Había un tono tan solemne en su voz que me conmovió al comprobar cómo vive el héroe y su leyenda en la memoria de la gente.
En una carta a su madre, Celia de la Serna, Ernesto le resume desde Guatemala su azaroso viaje a El Salvador: “fui con una mochila y un portafolio, medio a pata, medio a dedo, medio (vergüenza) pagando amparado por 10 dólares que el propio gobierno me había dado”.
“Llegué a El Salvador y la policía me secuestró algunos libros que traía de Guatemala pero pasé, conseguí la visa para entrar de nuevo a este país, y ahora correcta, y me largué a conocer unas ruinas de los pipiles”, agrega.
En otro tramo de la misiva relata: “Después me fui a pasar unos días de playa mientras esperaba la resolución sobre mi visa que había pedido para ir a visitar unas ruinas hondureñas, que sí son espléndidas. Dormí en la bolsa que tengo, a orillas del mar, y aquí sí mi régimen no fue de lo más estricto, pero esa vida tan sana me mantuvo perfecto, salvo las ampollas del sol”.
En el lugar -en el hoy célebre balneario Puerto de La Libertad- Ernesto tuvo su segundo incidente con las autoridades policiales, al parecer en algún festejo con varios muchachos de quienes se hizo amigo, pues no da muchos detalles sobre el hecho:
“… y aprovechando la extroversión del alcohol me les mandé mi propagandita gualtemaltequeante y recité algunos versitos de profundo color colorado. El resultado fue que aparecimos todos en la capacha (puesto policial), pero nos soltaron enseguida, previo consejo de un comandante con apariencia de gente, para que cantara a las rosas de la tarde y otras bellezas”.
Entonces gobernaba Guatemala el ex militar Jacobo Árbenz, conocido como el soldado del pueblo, ganador de las elecciones de 1950 y derrocado el 27 de junio de 1954 por un golpe de Estado dirigido por Estados Unidos y ejecutado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) con el apoyo de la United Fruit Company.
La estancia de Ernesto en El Salvador estuvo marcada por la precariedad de recursos. “Un día de San Salvador, un día de no diré aburrimiento pero sí desencanto, angustia disfrazada de hambre, o viceversa tal vez”, escribió en su diario.
En la misma fecha anota su encuentro con el matrimonio Moreno, sin mayores pistas para su identificación, unas pocas líneas marcadas por su necesidad más apremiante en ese momento: comer.
“Conocí al matrimonio Moreno, muy amables, muy simpáticos pero no me invitaron a comer, les daré mañana una carta para Hercilia, ya que se van para Estados Unidos la semana próxima”.
“Fui a entregar al matrimonio Moreno una carta para Hercilia y me invitaron a comer; no era muy abundante la comida pero lo suficiente para poder aguantar el hambre”.
Después, el joven médico argentino se encaminó hacia Chalchuapa, donde tiene un tercer incidente con las autoridades, luego de una hábil representación, casi teatral, para animar a los vecinos a ofrecerle ayuda.
“Tomé enseguida la camioneta para Santa Ana y de allí a Chalchuapa, a las ruinas de Tazumal pero me encontré con que estaban cerradas al público de modo que tuve que acampar estratégicamente debajo de un foco y ponerme a leer. Al rato picó una señora y me convidó con agua caliente y una hamaca para dormir.
“Hablando de Guatemala, yo, como siempre, metí la pata y dije que allí había más democracia que en El Salvador y resultó que el dueño de la casa era el comandante del pueblo”, relató.
En la información publicada Ernesto no detalla el final del sorpresivo o tal vez peligroso incidente con su anfitrión.
En sus relatos da amplias explicaciones sobre el sitio arqueológico, desde donde partió camino a Guatemala, luego de no poder viajar a Honduras a visitar unas ruinas de nuestros primeros pueblos a causa de la negativa de la visa:
“Los hondureños me negaron la visa por el solo hecho de tener residencia en Guatemala, aunque demás está decirte que tenía mi sana intención de otear una huelga que se ha desatado allí y que mantiene parada el 25% de la población total trabajadora, cifra alta en cualquier lado pero extraordinaria en un país donde no hay derecho a huelgas y los sindicatos son clandestinos. La frutera está que brama y, por supuesto, (Allen) Dulles y Cía. quieren intervenir en Guatemala por el terrible delito de comprar armas donde se las vendieran”.
Dulles fue director de la CIA de Estados Unidos de 1953 a 1961, año cuando concretó una invasión mercenaria para derrocar a la Revolución Cubana, que los patriotas cubanos derrotaron en menos de 72 horas el 19 de abril de ese año en las arenas de Playa Girón, al sureste de La Habana.
El viaje del Tazumal a la frontera, por la ruta hacia la occidental ciudad de Santa Ana, marcó el final de su estancia en El Salvador.
“Dejé mi dirección al encargado y me fui a dedo hasta San Salvador, pues me había olvidado de sacar el permiso de salida, apenas hecho esto tomé una camioneta hasta Santa Tecla y de allí fui dedeando hasta llegar oscureciendo a Santa Ana, durmiendo en la salida de la carretera a la frontera.
“Temprano me fui caminando pero enseguida un jeep me dio un «jalón», después un auto me llevó hasta la frontera y posteriormente hasta Progreso, de donde me tiré caminando unos veinte kilómetros hasta que me alzó un camión y me llevó más allá de Jalapa” -ciudad guatemalteca, a unos 100 kilómetros de la capital.
Quizás la referencia del joven de Chalchuapa sobre el Che cruzando a pie las montañas camino a Guatemala se refiera a esos 20 kilómetros que se “tiró caminando”, como una de las leyendas que inmortalizan en el corazón de los pueblos a sus combatientes por la libertad.
13 de junio de 2023
NOTAS:
1.- El Che y la juventud salvadoreña con pasajes del diario del Che en El Salvador
Autor: Ernesto Che Guevara
Ocean sur 2009.