Por: Scarlett María Silhy
Mi vista se llenó de júbilo,
ibas subiendo esas escaleras,
de color fuerte,
café madera
y tu agraciada presencia
me deleitaba de sobremanera,
en aquella fugaz,
pero serena primavera,
queriendo que tu simpatía
y mi amor,
pronto mi corazón en cálido sentir,
me acogiera.
Como decía el gran Mario Benedetti: ¨estás hecho de buena madera¨.
Llegaste
y sin embargo,
yo ya te esperaba,
desde hace mucho tiempo,
aguardaba sin contar los contratiempos,
mis ojitos de cielo,
aunque tu mirada,
no era color azul cielo,
pero sí tono café caramelo.
Era mi ánima,
un radiante revuelo,
con puros sentimientos de terciopelo,
añorando que nunca tomaras vuelo,
porque a medida que tus pasos,
llegaban a mí,
tu sonrisa,
al mismo son de mis palabras,
con delicada ilusión presidí
y a medida que me hablabas,
tu expresión,
se transformó en un amado popurrí.
Tus ojos almendrados,
perfectamente con los míos alienados;
con agraciadas e increíbles,
pestañas compaginadas,
labios lozanos,
afable piel blanca acogedora,
que tal simpatía atesora
y con alentadas manos,
el afecto incorpora.
Como deseé que tu marcha,
hubiera tenido retroceso,
en tan limitada estadía
y corto proceso,
luego de que tus preferidas melodías,
en una tarde me enseñaste,
sujetando en mi corazón,
un gran sobrepeso,
titulándose ¨El Amor Nunca se sintió tan Bien¨,
del legendario Frank Sinatra,
donde mi alma bellamente se enclaustra.
Te diste la vuelta,
para seguir tu camino,
me volteé con el fin de seguir el mío;
saliendo inconfesa de aquella falta
de nunca haberte llamado,
de nunca haberme nombrado: AMOR MÍO.