“Estoy feliz de que la reforma del Papa Francisco, paso a paso, manifieste el rostro de la eclesiología del Vaticano II”, subraya sor Micaela Monetti, de las Pías Discípulas del Divino Maestro.
Por: Antonella Palermo
Expresa su satisfacción por los cambios en la composición de los participantes en la Asamblea General del Sínodo del próximo octubre por los que, de entre quienes tienen derecho a voto, habrá un cincuenta por ciento de mujeres entre los laicos y cinco religiosas entre las Superioras Generales de las Congregaciones.
“Me llenó de alegría. Vi el rostro de una Iglesia que evangélicamente se revela por lo que es: una comunidad reunida en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y no solo en el nombre de los sacramentos, ministerios o cuestiones de género. Se acogió la petición de los sínodos anteriores para reconocer el derecho al voto de las mujeres consagradas; se trata de un paso acorde con los tiempos”.
Micaela, de 67 años, fue elegida el pasado 14 de abril como presidenta de la Unión de Superioras Mayores de Italia (USMI). Se siente agradecida por lo que considera la fuerza profética del Papa y acoge este soplo de renovación convencida de que traerá “una profundización en la vida de la Iglesia y de la sociedad”. En su opinión, “la Iglesia italiana está todavía un tanto paralizada por el clericalismo que tiene en cuenta a las religiosas en función de los servicios eclesiales. Sería necesario dar voz y espacio a la experiencia y sensibilidad femenina, entendiéndola también como un reconocimiento a nivel de toma de decisiones. Se nos valora cuando se trata del cuidado de los espacios y de las personas, pero a la hovida religra de decidir, es el párroco quien decide”.
El ministerio es un servicio
Monetti es consciente de que no se trata de extender las reivindicaciones al sacerdocio ministerial, sino de poder servir en plenitud, de acuerdo a las propias aptitudes. Para ella, la premisa es que todo ministerio es un servicio. “Si para el ministerio que me ha sido confiado invierto todas mis energías y capacidades, ¿por qué habría de pensar en algo más?”. Y dice, por ejemplo, que tuvo la suerte de encontrar mujeres al frente de comunidades eclesiales de base en la Amazonía o en Argentina donde “realmente hay una diaconía eclesial que se expresa en la figura de un diaconado femenino que sabemos que está madurando. Eso debería bastar”.
Monetti llega a este nuevo cargo después de haber sido Consejera General hasta 2017 por un doble mandato. Ella ve bien los desafíos que supone una presencia femenina significativa en la vida consagrada, y como cabeza de la USMI quiere aportar “en la sencillez y la fraternidad” para emprender caminos valientes. La imagen de las sembradoras de esperanza que usó el Papa cuando en el Vaticano se reunió con las religiosas de la Asamblea General, le gusta mucho “porque nos da el sentido de la pequeñez, pero también el poder de la generatividad. No se trata de recoger los frutos, porque no vendemos frutos, vendemos semillas”. Cuenta cómo el ser Superiora le ayudó a abrir la mente, el corazón y la mirada a lo diferente. Un enfoque que incide en el uso del lenguaje: “hablar de autoridad en países democráticos, por ejemplo, tiene un peso muy diferente que en contextos excomunistas”.
Modelo del poliedro
Es el modelo del poliedro, tan querido por Francisco, lo que le interesa, un modelo que refleja la confluencia de todas las parcialidades manteniendo en él su originalidad. Desde este punto de vista, Sor Micaela, –con un compromiso constante con la pastoral juvenil–, señala en el Pacto Educativo Global un campo en el que desea trabajar intensamente. Y confía una preocupación personal suya que tiene que ver con la búsqueda de caminos y medios para abordar la cuestión de la identidad de género en las escuelas católicas italianas, así como en la orientación vocacional, sin prejuicios y rechazos apriorísticos.
“La cuestión de género es un tema que me toca especialmente en el corazón porque a las nuevas generaciones, a los jóvenes que se interrogan sobre la vocación, los encaminamos sin prestar especial atención a una identidad de un género consolidada, que hoy es objeto de muchos desafíos”, subraya sor Micaela. A partir de la experiencia diaria sobre el terreno de las hermanas comprometidas en un trabajo integral de formación, la nueva presidenta se refiere a una afectividad “provocada por mucha confusión e inestabilidad”.
Y añade: “Hay un mundo cada vez más fluido. Debemos aceptar la invitación del Papa a escuchar antes de juzgar y encasillar, y reconocer que Dios tiene una buena mirada sobre cada uno y no se puede cerrar la puerta a priori. Hay que estar ahí, y estar ahí de forma preparada”. Monetti explica que en los caminos de discernimiento y búsqueda vocacional la mayoría de las veces no se percibe de inmediato la orientación de la joven, donde también juega mucho el miedo al estigma.
De Babel a Pentecostés
“Generalmente es en el período del juniorado, en la fase de los votos perpetuos, cuando surgen verdaderas sorpresas también para las formadoras: lo que parecía seguro hasta antes de ayer, ya no lo es. Es un campo que nos desafía con preguntas fuertes y desconcertantes. No tengo las respuestas, pero es necesario vivir esta realidad y buscar juntos el plan de Dios. Porque hay formas y formas de vida consagrada. No podemos eludir esta realidad, se necesita proximidad. Y también nuestros adolescentes deben encontrar en nuestras consagradas puntos de referencia que puedan ayudarles con las preguntas que se están haciendo”. Además, en este sentido, sor Micaela se siente en continuidad con madre Yvonne Reungoat, de quien toma el relevo, ella que, con su carisma salesiano, ha dado una gran aportación a la pastoral juvenil. “Se puede ser alegre y abierta como quiere el Papa solo si se tiene una madurez afectiva”, explica.
Entonces, ¿cómo no estar disponibles para acoger la oportunidad que suponen las redes sociales? Son espacios que interesan muchísimo a la USMI, campo abierto para compartir y dialogar. Porque “el camino sinodal no es solo caminar juntos, sino una comunidad que encuentra un camino de discernimiento colectivo aprendiendo mejores métodos de comunicación”. El gran desafío de fondo, en el que todas están implicadas, es el de la interculturalidad, que no es solo acogida. El punto es ir de Babel a Pentecostés, entenderse. Esto, concluye sor Micaela, es lo que necesitan nuestras comunidades.
Fuente: Vida Nuenva Digital