Racismo estructural y xenofobia ideológica

Lo que la mayoría no ha aprendido en torno al proceso independista es cuan xenófobo fue. Debemos entender primero, que se lo apropia la clase pudiente, para impedir que los sectores populares la conquistaran, negándoles la posibilidad de construir un futuro incluyente.

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*

Como sea, es un hecho que la independencia es por principio un proceso excluyente, en el que el pueblo fuera solo marioneta de las clases adineradas. El pueblo llano se ve sujeto así de las intrigas que se construyen, siendo urgido a conformar milicias para asegurar los feudos que emergieron en la forma de parcelas estado.

Entonces, el pueblo es reducido a la condición de subhumanos. Así una cultura xenófoba no existente durante la colonia –pues sobre la leyenda negra del coloniaje hay mucho que desmentir – fue extendiéndose y naturalizándose en los territorios de Latinoamérica, donde las etnias y el origen establecen las posibilidades individuales, incluso ahora.

Podemos ilustrarlo con dos episodios que marcan a fuego nuestra historia, y que tienen en común el elemento frenológico dominante que aún padecemos. Primero, la extinción por decreto de las tierras ejidales, a finales del siglo 19, con la excusa de ser tierras ociosas y para crear el parque cafetero.

Segundo, el golpe de estado de finales de 1931 y el consecuente etnocidio que le siguiera. Se ligan por la crasa carga étnica tras estos hechos, y porque ambos momentos benefician a las infames 14 familias, o “14 grandes”, que no eran ni 14 ni eran grandes, sino una serie de familias que rondaron las 24, que eran acomodadas y ligadas al poder político.

Estas se apropiaron por decreto de la tierra y expulsaron al 90% de la población, que fuera apresada en las nacientes haciendas por decreto [mediante la ley contra de la vagancia], que los redujo a lacayos, privándolos de derechos y negándoles la memoria histórica.

Ya en enero y como consecuencia del Crack de NY en las naciones bananeras, el segundo momento no se hizo esperar en nuestras tierras, con los alzamientos de los originarios y en reclamo de sus tierras ancestrales, siendo repelidos a sangre y fuego en aquel enero de 1932, preludiando las matanzas que luego seguirán en Europa.

Para entender estos hechos y los que le siguieron es de capital interés también comprender el peso cultural que en nuestra idiosincrasia tiene la xenofobia estructural, que se expresa ahora en ese constructo peyorativo de nuestro día a día, manifiesto en frases como “indio” o “chancludo”, que es una referencia perversa al origen indígena, declaradamente inferior dentro de los referidos cánones frenológicos.

Como sea, es simplemente otra forma de excluir al otro, al diferente, aquel cuya condición obedece a los males estructurales que le niegan fundamentales derechos como lo son la alimentación, educación y sentido de pertenencia.

Esos males empero pueden superarse con la debida re educación, que depende de la llana voluntad política de los entes privilegiados arriba referidos. A quienes por supuesto, no les interesa la justicia.

*Educador salvadoreño

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