Mi padre, como muchos ciudadanos del mundo profesa una admiración especial por Pepe Mujica (José Alberto Mujica Cordano), ex presidente de Uruguay.
Por: Melvin Martínez
Cierta vez al ver unos zapatos viejos, ya sin color, que uso eventualmente, dijo que le gustaban los zapatos de Mujica, así los bautizó. Él, junto con mi madre, ha visto algunas entrevistas que han realizado a Pepe Mujica en la humilde casa del ex mandatario y ex guerrillero. Una característica admirable del expresidente es su irreverencia ante cualquier circunstancia de la vida, pero lo que lo hace especial es su coherencia personal.
Esa opción de hacer lo que se dice, la disposición de vivir conforme a su discurso personal le da a Mujica una autoridad moral casi inigualable. Servir a un país en la más alta posición y regresar a su vida ciudadana sin señalamientos negativos y evidentemente admirado por toda la sociedad es un logro del que muy pocos pueden presumir.
Pepe Mujica es testimonió de servicio a la sociedad, principalmente a los más pobres, que nuestros políticos deberían estudiar y tomar como desafío en su actuar.
Estamos acostumbrados a la arrogancia y oportunismo de los politiqueros de nuestro país. A la sociedad ya ni le asusta su enriquecimiento legal, inmoral o ilícito.
Debemos ser exigentes y demandar, reivindicar conductas coherentes, para que nuestros políticos sean “servidores de todos” (Mc 9:35)
La ciudadanía también debe ser coherente; no es posible exigir honestidad y defender dirigentes deshonestos, presos o ex convictos por corrupción, narcotráfico o lavado de activos.
La admiración por la honestidad y coherencia de exgobernantes como Mujica o José Trinidad Cabañas, que además renunciaron a los privilegios de sus cargos, podemos completarla con una coherencia ciudadana que nos de autoridad moral para denunciar y exigir castigo contra todos los corruptos.