Futuro empeñado

La solución aparente se convierte en una nueva forma de opresión

Por: Miguel A. Saavedra

“Soluciones rápidas no siempre son mejores. ¡Libera tu futuro y toma el control!”

n la búsqueda desesperada de soluciones rápidas y efectivas, muchas veces nos encontramos en un callejón sin salida. El mesianismo político, alimentado por la fe y la desesperación de las personas, se presenta con luces, anuncios y discursos vacíos como la respuesta a todos nuestros problemas. Sin embargo, en esta ilusión peligrosa, nos arriesgamos a vender nuestro propio futuro.

Es como aquel que mata al pollo sano para salvar al pollo enfermo, o de la familia campesina que vende la vaca para poder comprar queso. Con la promesa de soluciones inmediatas, algunos líderes políticos se presentan como salvadores, ofreciendo respuestas simplistas a problemas complejos. Pero, al hacerlo, comprometemos nuestra capacidad de tomar decisiones informadas y responsables. Nos convertimos en meros espectadores de nuestro propio destino, dejando en manos de otros la construcción de nuestro futuro.

El mesianismo político nos seduce con la promesa de un pan para hoy, pero nos deja con un hambre insaciable a largo plazo. Nos vemos atrapados en un ciclo de dependencia, donde nuestras necesidades básicas son satisfechas temporalmente, pero a costa de renunciar a nuestra autonomía y capacidad de pensar críticamente. La solución aparente se convierte en una nueva forma de opresión.

En este escenario, la cura se vuelve más cara que la enfermedad. Las soluciones propuestas por el mesianismo político pueden tener consecuencias devastadoras a largo plazo. Sacrificamos la estabilidad y la prosperidad a cambio de una gratificación instantánea. Nos dejamos seducir por discursos carismáticos y promesas vacías, sin cuestionar las verdaderas intenciones detrás de ellas.

El mesianismo político, con su promesa de soluciones instantáneas, nos seduce como un canto de sirena. Pero, ¿a qué costo? ¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestro discernimiento y autonomía por un alivio momentáneo?
Imaginemos un escenario. Un líder carismático se presenta como el salvador, el único capaz de resolver todos nuestros problemas. Su retórica nos envuelve, y nos entregamos a su causa sin cuestionar. Pero, ¿qué hay detrás de la cortina de humo? ¿Qué intereses ocultos se esconden tras las palabras grandilocuentes?

La trampa está tendida. Nos ofrecen un pan para hoy, pero nos arrebatan la posibilidad de hornear nuestro propio futuro. Nos convertimos en espectadores pasivos, aplaudiendo discursos vacíos mientras nuestras decisiones son tomadas por otros. La gratificación inmediata se convierte en una nueva forma de opresión.

No podemos permitirlo. Debemos ser críticos, analizar las propuestas con lupa y preguntarnos: ¿a quién benefician realmente? ¿Qué precio pagaremos a largo plazo? El mesianismo político es una ilusión peligrosa. Nuestro futuro no puede ser hipotecado en el altar de la urgencia. Es hora de despertar y reclamar nuestra soberanía.

En el imaginario del mesianismo hegemónico, el pueblo y los pobres son reducidos a meros votos contenidos en una caja. Se les asigna un triste papel utilitario, donde su valor se limita a su capacidad de ser utilizados como instrumentos políticos. Es lamentable caer en esta visión, donde se menosprecia la verdadera dignidad y potencial de las personas. Les hacen creer que son mayorías representadas por ellos, pero la realidad es que ni siquiera pueden acercarse a los despachos y curules una vez electos.

En su afán por mantener el poder, aquellos que promueven el mesianismo hegemónico no dudan en falsear y duplicar o triplicar votos para llenar sus cuentas chuecas. Este ciclo vicioso y sistémico en el que caemos una y otra vez es el resultado de la manipulación del perverso que se aprovecha de la ingenuidad del pueblo. Es fundamental estar alerta y cuestionar estas prácticas para preservar la integridad de la democracia y garantizar que las voces de todos sean escuchadas.

Es cierto que nos encontramos atrapados en una triste realidad, pero no debemos rendirnos ante ella. No podemos permitir que nuestra confianza y nuestro futuro queden en manos de manipuladores sin escrúpulos. Estos individuos actúan con una “conciencia de cántaro”, aprovechándose de nuestra ingenuidad y confianza para sus propios fines egoístas. Sin embargo, es hora de despertar y tomar las riendas de nuestro propio destino.

Recordemos que hace 80 años, El Salvador vivió un proceso similar durante la dictadura del General Martínez. Ahora, debemos exigir transparencia, responsabilidad y honestidad en nuestros líderes políticos. No debemos permitir que sigan manipulando y engañando a la sociedad. Es momento de empoderarnos y luchar por un futuro en el que se respete la dignidad y el potencial de cada individuo.

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