La complejidad de lo religioso. La simplificación de lo diverso

Por: Elio Masferrer Kan*

Uno de los problemas más complicados cuando nos referimos a las cuestiones religiosas es que los religiosos pueden afirmar, que lo que están haciendo, no es religioso. Un sector importante de los practicantes activos del cristianismo, identifican sus creencias en seres sagrados como parte de su modo de vida y visión del mundo. El mundo de lo sagrado está referido a un conjunto de premisas que definen la estructura de su cultura ideal, que debe coincidir con sus prácticas sociales. Esto se complica aún más, cuando tratamos de conocer las ideas religiosas compartidas en un país, tan diverso y complejo como México, donde la población es mayoritariamente creyente, en uno de los estados más laicos de América Latina. La pregunta sobre religión es aplicada en México desde el primer censo de 1895.

En esta perspectiva responderían firmemente a un entrevistador del censo, que no practican “ninguna religión”. El término de religión implica entonces un conjunto de prácticas sociales “vacías de contenido”, que atribuyen a los católicos romanos. Por supuesto los católicos rechazan esta descalificación aunque asumen autocríticamente que tienen dentro de sus filas a creyentes “sacramentalistas”, quienes piensan que su asistencia a misa, comulgar, confesarse en forma periódica y casarse por iglesia, ya es garantía de salvación eterna y que pueden pecar en forma sistemática y descarada, “son cínicos, pecan, se confiesan y vuelven a pecar, no hay un arrepentimiento sincero”; me dijo un  sacerdote, entre indignado y preocupado.

En México, hasta 1990 las personas se adscribían por autoidentificación a una corriente religiosa, en los Censos de Población. La pregunta consistía en: “católico, protestante o evangélico, judío, otra y ninguna”. Desde el Censo de Población del 2000 comenzó a exigirse el nombre legal de la asociación religiosa a la que se adscribía, pero para los católicos no aplicaba esa exigencia. No necesitaban explicar que eran “Iglesia Católica, Apostólica y Romana”, pero si planteaba una confesión evangélica el entrevistador debía escribir el nombre y repetirlo para cada miembro de la familia censada, hay más de 3000 iglesias evangélicas registradas en la Secretaría de Gobernación.

Este criterio diferencial generó una tendencia negativa para los “otros”. En muchos casos el censista ponía católico para evitarse problemas, pues además debía resolver el cuestionario en no más de 12 minutos. Hay otro problema adicional pues generalmente contesta el o la “jefe de familia”. Quien está convencida que todos sus familiares son católicos porque así los bautizo. No dará cuenta de las conversiones a otras religiones o al abandono de las creencias.

En el caso mexicano es interesante contrastar estos resultados con la encuesta de Latino barómetro. Mientras que el Censo habla de un 77.7% de católicos, los católicos bajarían al 69.4%. Los evangélicos ascenderían al 17,5%. Los ateos serían en el 1.8% y los agnósticos en 0.3%, habría que dilucidar que quisieron decir quienes contestaron “ninguna religión”, pues hay quienes dijeron ser “creyentes, pero no estar en ninguna iglesia” (9 %). Nuestras investigaciones de campo nos dicen que en “ninguna religión” pueden estar tanto ateos, que no quieren ser tan contundentes en su increencia, cómo cristianos fundamentalistas, como expliqué al principio. Si prorrateáramos los de “ninguna religión” entre cristianos y “no creyentes” se elevaría la cifra de evangélicos al 22% y la de ateos y agnósticos al 6.6%.

La diferencia de católicos, tan significativa puede ser porque en una encuesta responde cada quién en lo individual, mientras que en el Censo lo hace una persona, habitualmente la de más edad a nombre de todo el grupo familiar.

Llama también la atención de la falta de coherencia metodológica del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) que no aplica los criterios de autoidentificación en materia religiosa, pero, que, sin embargo, si lo hace en otras cuestiones censadas (afromexicanos). En los tres últimos censos de población es notorio el fracaso de su cambio metodológico, que termina favoreciendo a la iglesia más numerosa. Cambió su metodología a fines de los noventa del siglo pasado, cuando el Estado mexicano hizo pactos con la Jerarquía católica. Una de las premisas de objetividad en los censos es que estos reflejen la realidad del país y los dinámicos procesos de laicización del Estado.

“Hay mentiras, mentirotas y estadísticas”, dijo alguna vez un poderoso político inglés.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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