IMANE KHELIF.

Por: MIGUEL BLANDINO.
Cuando nació esta niña argelina nadie se dio cuenta que su organismo tenía una alteración genética que, como quien dice, hacía que en el cuerpecito de la bebecita hubiera un organismo masculino, como sucede una vez en cada cuatro mil quinientas personas que, siendo en apariencia XX son XY en el nivel de los cromosomas de sus células.
La hiperplasia suprarrenal congénita simplemente les hace producir testosterona en unos niveles tales que superan en exceso los que normalmente deberían existir en el cuerpo.
Imane fue una niña y una adolescente sin problemas hasta que ciertos rasgos de su físico como el largo de sus huesos, su estatura, su musculatura y fuerza, comenzaron a ser más “toscos” que los de una muchacha de su edad.
Como argelina, inmersa en una sociedad de fuertes tradiciones, en la que los comportamientos están bien diferenciados y son asignados a cada quien de acuerdo con su sexo, Imane cumplía con las expectativas sociales.
Solo una cosa: era muy competente en deportes y superaba en muchas destrezas físicas a sus compañeras de la misma edad.
Cuando decidió probar suerte en el boxeo, no le fue nada mal. Hasta el año pasado, cuando la Federación Internacional de Boxeo la descalificó después de hacerle un examen de sus cromosomas. Resultó tener la combinación XY de hombre en lugar de las XX características de toda mujer.
Sin embargo, el Comité Olímpico Internacional le permitió participar en el equipo olímpico representativo de Argelia para Paris 2024, porque es una mujer desde que nació y nunca ha sido otra cosa.
Cuando se enfrentó a su rival italiana, la apaleó y la derribó apenas a los cuarenta y seis segundos de la pelea. La pobre muchacha europea se retiró de la pelea y llorando dijo que nunca nadie la había golpeado así, de esa manera tan brutal.
Entonces comenzó la polémica ¿Pueden y deben participar personas que don radicalmente desiguales en una competencia que se supone enfrenta a seres iguales?
De hecho, para hacer más equitativa y justa la competencia, en las actuales olimpiadas existen siete diferentes categorías en boxeo para hombres y seis para mujeres. Y, obviamente, una categoría es la de hombres y otra la de mujeres.
En México, en su época como atleta activa, la actual Directora de la Comisión de Cultura Fisica y Deporte, Ana Guevara, fue cuestionada por su impresionante velocidad sobre la duela. Medallista olímpica irrefutable e imbatible hace dos décadas. Su récord mundial en los trescientos metros planos todavía no ha sido superado… pero la obligaron a pasar un examen porque otras mujeres decían que era hombre.
Hoy, Imane trae esa cuestión a este tiempo.
No hablo de los hombres que de manera oportunista, al ser incapaces de vencer a sus iguales, se cambian de sexo y ganan todas las medallas de oro compitiendo en torneos femeninos.
La cuestión es ¿debe una atleta mujer con esa ventaja que les dio la madre natura abstenerse o, peor, ser vetadas de participar?
Son legítimamente mujeres. No hombres fingiendo ser mujeres.
¿Deberían retirársele del Estadio Olímpico Universitario de la Ciudad de México los oros que certifican que Ana Guevara es una gloria nacional del atletismo mundial?
Usamos el adjetivo justa como sinónimo de competencia porque es enfrentamiento entre iguales.
En 1896, en los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, el barón de Coubetain dijo: “más rápido, más alto, más fuerte. No hay límites. Siempre se puede lograr más; siempre se puede llegar más lejos; hacer cosas que nadie hizo antes.”
Esas palabras inspiran a todos los hombres y mujeres que desde que sus cuerpecitos son muy tiernos se entregan cada día a cultivar esos cuerpos y sus mentes y entrenan sin perder jamás la ilusión de llegar un día a colgarse los laureles en una competencia justa, entre iguales, con las mismas cualidades y enfrentando los mismos obstáculos.
¡Eso es el deporte olímpico!
¡Bello deporte, arte sagrado de los dioses del Olimpo: que nadie te manche!

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