El activismo juvenil ha encontrado en el ámbito digital un nuevo territorio fértil para crecer y desarrollarse. En Argentina, los jóvenes entre 18 y 24 años están redefiniendo la participación social a través de las redes sociales y plataformas digitales.
Por: Constanza Cilley*
U n informe reciente de un estudio de Cultura de Dar, iniciativa de la cual forma parte la consultora argentina Voices!, muestra que, pese al bajo interés en política, cerca de la mitad de los jóvenes del país está interesado en trabajar activamente en la solución de algún problema social, ambiental o político y una proporción similar considera que sus acciones pueden tener impacto. Este estudio destaca que seis de cada diez jóvenes participan activamente en cuestiones sociales, ambientales o políticas a través de internet. Este fenómeno ha permitido que las nuevas generaciones se informen, se movilicen y actúen de una manera que se aleja de las estructuras formales tradicionales, como las organizaciones no gubernamentales (ONG), y plantea interrogantes sobre la profundidad e impacto de esta participación.
Las redes sociales han revolucionado la manera en que los jóvenes se relacionan con el mundo y con las causas sociales. El acceso a herramientas como Twitter, Instagram o TikTok les ha permitido no sólo informarse, sino también organizar campañas, viralizar mensajes y firmar peticiones en cuestión de segundos. Esta accesibilidad ha democratizado el activismo, permitiendo que cualquiera, sin importar su ubicación o nivel socioeconómico, pueda participar en movimientos sociales. Ya no es necesario estar físicamente presente en una protesta o formar parte de una ONG para hacer oír nuestra voz. La flexibilidad y rapidez del activismo digital son grandes ventajas, ya que permiten la movilización instantánea en torno a temas urgentes como la crisis climática, la igualdad de género o los derechos humanos. A los jóvenes, ávidos de sentirse parte de algo más grande, los atrae también de estos canales ir registrando con números cuán grande es esa comunidad (a través de likes, reposteos o métricas similares).
Sin embargo, esta transformación también plantea preguntas sobre la efectividad y la profundidad de estas acciones. Muchos jóvenes prefieren actuar de manera independiente o con amigos y familiares en lugar de canalizar sus esfuerzos a través de instituciones, que están sufriendo, a nivel global pero marcadamente en nuestra región, una crisis de desconfianza. Este tipo de participación también corre el riesgo de ser fragmentada y, en ocasiones, efímera. Aunque los jóvenes están dispuestos a movilizarse rápidamente ante un tema relevante, su involucramiento a largo plazo puede verse afectado por la falta de estructura y continuidad. Esto refleja un alejamiento de las estructuras tradicionales, que ven como lentas o poco efectivas, y una inclinación por formas más horizontales y flexibles de organización.
Una crítica común al activismo digital es que puede ser superficial, lo que a menudo se denomina “activismo de sofá”. El compartir una publicación o firmar una petición desde la comodidad del hogar no siempre se traduce en acciones concretas que generen cambios reales. Sin embargo, los datos del informe sugieren que los jóvenes argentinos, aunque son activos en el mundo digital, también participan en acciones más tangibles en la vida real.
De hecho, este grupo muestra una mayor tendencia a realizar tareas de voluntariado o donar bienes en comparación con otros segmentos de edad. Este hecho subraya que, aunque el activismo digital pueda parecer superficial en algunos casos, para muchos jóvenes es solo el primer paso o un complemento hacia una participación más comprometida.
La fortaleza de las ONG sigue siendo clave para el capital social de una sociedad. Las ONG brindan estructura, continuidad y, sobre todo, una capacidad de organización que no se puede igualar a las acciones aisladas y espontáneas del activismo digital. Las ONG no solo canalizan la participación de los ciudadanos, sino que también juegan un papel crucial en la rendición de cuentas, el seguimiento de proyectos y la garantía de que los recursos lleguen donde son necesarios. Muchos jóvenes desconocen las acciones de las ONG o no perciben su importancia, lo que genera una desconexión entre su potencial y la participación juvenil.
Además, los jóvenes tienden a no mensualizar/regularizar sus donaciones, lo que representa un desafío para estas organizaciones, que necesitan previsibilidad en sus recursos. Esta falta de compromiso financiero a largo plazo, junto con la tendencia a picotear entre distintas ONG, dificulta su planificación estratégica, lo que en última instancia afecta a su capacidad de generar cambios sostenibles.
En resumen, el activismo juvenil en la era digital representa una oportunidad única para generar cambios rápidos y efectivos, pero también enfrenta desafíos importantes. La clave estará en encontrar un equilibrio entre la espontaneidad y flexibilidad del activismo digital, y la estabilidad y organización de las ONG. Solo así, los jóvenes podrán aprovechar al máximo su capacidad de influir en el mundo que los rodea, tanto en el presente como en el futuro.
*Directora de la consultora argentina Voices. Actualmente es miembro del Consejo Directivo de WAPOR Latinoamérica, capítulo regional de la Asociación Mundial de Investigación de Opinión Pública.