El rechazo de algunos dirigentes sindicales y gremiales a los políticos y a los partidos políticos en eventos públicos como la marcha del 19 de octubre y la actitud de algunos de los manifestantes que expulsaron de la marcha a un viejo ex militante de la Democracia Cristiana son, por decir lo menos, miopía, ceguera total o, de plano, estupidez.
Por: Miguel Blandino
L os políticos y los partidos políticos que han tenido graves responsabilidades en la creación de las condiciones que aprovechó el crimen organizado internacional para colarse en las estructuras del gobierno hasta la situación actual, es un pecado que están pagando y que con toda seguridad pagarán por todo el resto de su existencia.
No volverán a gobernar nunca. Se extinguirán sin pena ni gloria.
Van a mantenerse en la vida política tratando de oxigenarse, pero en estado catatónico. O van a ser sinceros y tratando de alcanzar a expiar sus pecados estarán al lado del pueblo sin pretender otra cosa que sumar un brazo a la lucha contra la tiranía.
La tarea de todos los políticos, los honestos, los sinceros y los deshonestos, sean viejos y sobre todo los jóvenes, es juntar sus fuerzas para recuperar la República, su Constitución, sus leyes y sus instituciones.
La marcha del 19 fue motivada por razones exclusivamente economicistas. La detonó el proyecto de Ley de Presupuesto General de la Nación que congela el escalafón, reduce presupuestos, anuncia despidos de miles de trabajadores del Estado.
O sea, una reacción de los sectores afectados económicamente a una acción política tomada por políticos con poder para afectarles en sus vidas y las de sus familias.
Es necesario que la respuesta a la decisión política sea una acción política explícitamente expuesta.
Pretender no conocer que los diputados solo obedecen órdenes de los poderosos es no entender nada, por estupidez; o, peor, tratar de poner un velo para que nadie acuse al tirano de ser el director intelectual de la decisión política. Eso es una clara acción para proteger la tiranía y al tirano.
Pero las marchas futuras deberán hacer la conexión entre las reivindicaciones de corte económico con las de tipo político.
Ninguna decisión tomada en el gobierno se hace si no la aprueba el tirano. Y ese ya ha clavado el diente y no va a retroceder sino hasta que el pueblo le quiebre los dientes. Eso es política.
Para desenmascarar o desestupidizar a los caperucitos rosaditos que pretenden mantener incolume su “virginidad” lejos de los lobos malos de la política, el único camino es denunciarlos como colaboracionistas o como estúpidos o, por lo menos, hipócritas.
El llamado permanente debe ser a la unidad para la salvación de la Republica que le ha sido arrebatada al pueblo.
Ya después de la victoria habrá que evaluar y poner a cada quien en su lugar.
Este no es tiempo para conventos puritanos.
Todo republicano debe salir a la calle. Y los que mayor conciencia tienen sobre la importancia de la República son precisamente los políticos experimentados que no reniegan de la cruz de su parroquia.
“Sálvame, Dios mío, de las buenas conciencias, que de las malas me salvo yo”, decía mi abuelita.