Tal como lo esperábamos, la actividad de movilización y protesta por amenazas e intimidaciones a sectores laborales de la salud y de la educación en el sector público programada para el pasado 19 de octubre, marca una fecha histórica en el proceso organizativo de la clase trabajadora involucrada en una situación reivindicativa, relativa al estancamiento y anulación de los escalafones salariales en dichos sectores públicos.
Róger Hernán Gutiérrez*
C ómo siempre cuando enfrentamos los miedos a “perder lo poco que tenemos o arriesgar situaciones cómodas y condiciones que ha costado tenerlas; además de un estatus emocional alcanzado”, las cosas se revolucionan de emociones y afloran con más facilidad contextos de lucha, en tanto la adrenalina de la conciencia va indignando. Lo previo fue alcanzando un estatus de unidad en la acción que fue preocupando al régimen autoritario y autocrático que domina.
Las gremiales representativas de los distintos intereses en juego, empezaron a movilizar sus pros y contras de la acción, lo bueno es que la decisión estaba tomada, lo que preocupó al régimen de dictadura imperante, se manifestaba la necesidad de dialogar, el ministro de trabajo lo decía a lo lejos y con altas dosis de demagogia, pero ya había fracturas que fueron dimensionando que la actividad impactaría, y los funcionarios a cargo empezaron a dar señales; la sociedad había permeado lo justificable de la acción, se fue diluyendo el discurso ambiguo sindical que siempre confunde y desmonta la convicción de lucha.
Esta vez la madurez sindical había alcanzado un pensamiento más consciente, el elitismo, la deslealtad, las acciones arribistas y oportunistas aparentemente estaban controladas, se dialogó con los personeros del gobierno y ciertos sectores docentes, esto ofreció cuestiones que favorecerían que la medida no se tomaría, y permitió el fraccionamiento, se empezó a desconvocarse, lo que trajo de nuevo la confusión; el gobierno medía a cada paso la medida anunciada y movió como siempre sus teclas, el economicismo que daña directamente la conciencia sindical empezó a asomar; no obstante, en buen sector poblacional los miedos estaban superados, fueron los que marcharon y dejaron en claro que son sectores históricos de lucha contra cualquiera poder dominante.
Estamos en momentos donde vendrán más puntos de inflexión, que vayan tomando mayores niveles de concienciación en los grupos laborales, la situación del régimen está cada día causando claras violaciones a derechos como la libertad de asociación, libertad de reunión pública y pacífica y libertad de expresión, este marco de violación e incumplimientos van desbordando la actividad opositora, lo que va desmontando discursos a Bukele, que se ve necesitado de crear en el imaginario colectivo otras situaciones nada atinadas como el apoyo a la “escuela en Honduras y los dos bitcoins donados”
Lo que si queda claro es que luego de la actividad del 19 de oct por la lucha de oposición a congelar los escalafones salariales, que sabemos son parte de conquistas laborales que permiten entender que los derechos laborales son progresivos y, son consustanciales de una mejoría a las condiciones laborales y de vida. Además, la maniobra del gobierno de acusar vía los trolles informáticos del gobierno a estos demandantes, va cediendo al estribillo que son servidores públicos acomodados, que no brindan buenos servicios de educación y de salud a la población.
Cuando se sabe que la educación es un sistema obsoleto y anacrónico a las necesidades educacionales de la población, no hay presupuesto suficiente para el desarrollo a los diferentes niveles de la educación pública y, lo poco que hay se recorta año con año; la consulta pública está sobre saturada, no hay medicamentos, no se tiene una estructura de salud para atender las enfermedades comunes, epidémicas y crónicas, insuficiencia de personal médico, de enfermería, laboratorista y de cuidados médico-hospitalarios en general.
La persecución es un síntoma de que el gobierno va tendiendo a fracturas, en tanto ya no se sostiene una lógica de manipulación de la opinión pública, los resultados de pretender justificar los despidos de personas trabajadoras en el sector público, por varias motivaciones como la supresión de las plazas, se sabe que es un claro mecanismo de represión del Estado, en tanto no existe un debido proceso, y se aprovecha la actividad de protesta para hacer despidos de aquellos sindicalistas que mantienen niveles de denuncia de la corrupción y de oposición a la sumisión en las instituciones públicas.
Los espacios con derechos y vivencia democrática, van cada día en mayor decadencia, y lo sustantivo en materia económica, socio-laboral, política, cultural y medio ambiental, va cediendo a lo intrascendente, a la corrupción institucionalizada, y al deterioro de niveles de bienestar y desarrollo socio-económico, poniendo en mayor peligro la gestión pública transparente, eficiente y satisfactoria para los sectores populares y mayorías excluidas y marginadas.
*Sindicalista salvadoreño