“Los pueblos padecen lo que se merecen”, Joseph de Maistre.
Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*
Esta referencia hace alusión al hecho de que cada pueblo es en realidad el que causa su devenir, sea este como sea.
Nuestra democracia, hasta hace 6 años, no supuso para las mayorías ningún beneficio palpable, mientras solo las élites al igual que ahora fueron las únicas beneficiadas.
Esto porque ninguno de los gobiernos que siguieron a la firma de Los Acuerdos de Paz, abordaron los problemas históricos que sufrimos, por el contrario, y de hecho hasta profundizando las desigualdades que dieron lugar al conflicto, incluso los gobiernos de izquierda.
La inseguridad junto a una institucionalidad débil, sola se tradujo en la agudización de la exclusión de las mayorías, redundando en una profundización de la crisis que se viera agravada con la concentración de la riqueza promovida por la derecha en el poder.
Toda esa insatisfacción de la ciudadanía fue capitalizada por el actual ilegal régimen, que, sin discurso ni propuesta propia, simplemente aprovechó a su favor la novedad que supuso su arribo al escenario público, jalando con su elocuencia, sin compromisos ni promesas concretas, sino sólo la novedad de una sonrisa sumada a la masiva y asfixiante campaña mediática dirigida a alienar a la población, lo que lograra.
El coste de elegir esta propuesta ha sido la pérdida de la institucionalidad, y la imposición de una plutocracia mitómana y cleptócrata con paralelo en nuestra historia solo con los regímenes de corte militar.
Y como aquellos solo sostenido en el terror que ha impuesto para conservar el poder.
Luego del golpe que se aplicara al estamento judicial con la complicidad del ejército, el régimen tomó control de los tres poderes, concentrando así y en la persona del caudillo, y su capricho, la absoluta gestión de todo el quehacer estatal.
Ello se ha traducido en un estado fallido, en el que para conservarse internamente necesita el régimen no solo de la disuasión de las armas, también y para legitimarse al menos formalmente, dar algo a cambio.
Ese “algo” es la supuesta seguridad que el pueblo asume como verás, como verdadera, que prefiere a la condición que previamente tuvimos.
Y es que la inseguridad generada por el hampa, las pandillas y el narco, con su diaria ración de muerte e inseguridad, resultante del abandono de la cosa pública por parte del estado a partir de las privatizaciones, era ya simplemente insoportable.
Así, la concentración del poder en un solo par de manos, el saqueo de las arcas públicas, la desinstitucionalización, la corruptela, la reaparición de la hacienda a favor de las élites, el despojo a los pobres, los atropellos, los despidos injustificados, las detenciones arbitrarias, las torturas, los asesinatos bajo detención de agentes del estado, el apoyo incondicional al estado sionista, la negación de educación o salud de calidad a la población, son todos costes que el terror provoca entre la población, que al menos en apariencia, apoya.
Para conservar esta aparente seguridad.
Que es irreal.
*Educador salvadoreño